Juanjo Artero, actor, 59 años: “De niño me hacía el raro para que el psicólogo le dijera a mis padres que necesitaba un perro; después de varios días sin comer, logré conseguirlo”

Familias famosas

El actor recuerda sus clases de arte dramático: “Escogí al felino como animal a explorar”

Juanjo se revela ante los malos tratos: “Maltratar a un niño o a un perro es un acto de gran cobardía”

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El actor Juanjo Artero

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La vida cotidiana de Juanjo Artero (Madrid, 1965) transcurre entre luces, cámaras y el incansable ritmo de los rodajes, pero en su hogar, el ambiente es diferente. Ahí, el protagonista de personajes inolvidables como el Comisario Bremón en Servir y proteger, Víctor Reyes en Amar es para siempre, Ricardo Montero en El Barco, Charlie Márquez en El Comisario o Javi en Verano azul, encuentra un refugio de calma y compañía. Y esa compañía, lejos de ser humana, está formada por sus inseparables amigos animales.

Merlí y Benito, sus gatos, son los que llenan de sigilosas travesuras los rincones de su hogar, mientras que Chiri, su perra, es la guardiana de su paz diaria, siempre cerca, atenta y con una mirada que parece comprender cada uno de los estados de ánimo de su humano. Aunque los gatos tienen su propio estilo de compañía, es Chiri con la que Juanjo ha establecido una conexión especial, esa que va más allá de las palabras y que se construye a base de lealtad, silencios compartidos y una amistad que no entiende de tiempos.

Hoy, entre sonrisas y recuerdos, conversamos con Juanjo Artero sobre su vida junto a estos animales, los vínculos que se tejen con ellos y cómo esos lazos influyen en su vida y su carrera.

Chiri, Merlí, Benito, Juanjo…

¿Cómo estáis?

Estamos los cuatro muy a gusto, tranquilos y encantados de estar contigo, Edu.

¿Cómo llega cada uno de ellos a tu vida?

Chiri, la perra, llegó porque recibimos una foto en la que pedían a alguien que la adoptara. Los dueños no podían hacerse cargo de ella porque se tenían que ir, aunque no sé si eso era del todo cierto. Lo que sí sabíamos es que la perra estaba en una perrera y que, si no la adoptábamos, probablemente la iban a sacrificar, algo que me parece completamente injusto. De hecho, creo que está prohibido en algunas zonas de España, como en Cataluña. En fin, decidimos que sí; a todos en casa nos encantó su mirada y enseguida supimos que queríamos adoptarla. Fuimos a buscarla y, aunque nos dijeron que tenía seis meses, parecía un poco mayor. No sabíamos exactamente su edad, pero eso no nos importó. Al final, estábamos muy felices con la decisión que habíamos tomado.

Luego tengo dos gatos. Uno es un gato muy elegante, un british gris precioso con unos ojos impresionantes; se llama Merlí, en honor a la serie. Llegó a casa porque la gata de Toni Flix, un amigo mío y representante, parió y nos quedamos con él. Para que Merlí no estuviera solo, la gata de una amiga de mi hijo tuvo gatitos y decidimos quedarnos con Benito, a quien llamé así en honor a Don Gato, la famosa serie. Es un gato adorable, pero un auténtico pesado. Me despierta a gritos: “Juan, Juan, Juan”, como si me estuviera exigiendo amor y comida todo el tiempo. Le pongo la comida y, aun así, sigue pidiendo más, y claro, siempre quiere caricias. Es un pesadillo, pero lo amo.

El actor junto a Benito

El actor junto a Benito

Juanjo Artero

Tengo entendido que erais uno más; estaba también Yeti…

Yeti nos dejó hace más de un año, tras un accidente que prefiero no recordar. Fue una tragedia, especialmente para los chicos, algo muy duro que me cuesta mencionar. Era un westy de 15 años, ya mayor para ser un perro, pero estaba bien. Era mi compañero de siestas en el sofá; a veces se acomodaba detrás de mis rodillas y juntos mirábamos la tele. Me ofrecía mucha paz y cariño. Desde niño he tenido muchos perros, y siempre es muy difícil despedirse de ellos porque se convierten en parte de la familia. Se les echa tanto de menos. Siempre les digo a mis hijos: “¿Te tomarías una pastilla que te hiciera olvidar a Yeti, a Rita o a cualquiera de los perros o gatos que hemos tenido?” Y ellos responden: “No, yo no quiero. No quiero olvidar y no sentir dolor”. Entonces les digo que, si es así, entonces esa mascota forma parte de tu vida, y hay que aceptar que no viven tanto como nosotros. Es una lección dura, pero forma parte de la vida. Cuando era niño, recuerdo lo que sufrí cuando murió Blacky, un caniche negro con manchitas blancas. Era un perro travieso y siempre pasaba mucho tiempo solo en verano. Estábamos de vacaciones cuando lo atropelló un coche y recuerdo cómo, durante meses, volvía del colegio esperando escuchar el sonido de la puerta de casa y su ladrido. Me preparaba para oírlo aunque sabía que no lo escucharía. Ese dolor, con los años, se convierte en un recuerdo que trae más gratitud que tristeza.

¿Es distinta la relación que tienes con Chiri a la que mantienes con Benito y Merlí?

Siempre he tenido perros, así que mi experiencia con gatos se limitaba a los momentos que pasaba con los de otras personas en el pueblo. La verdad es que la relación con ellos es muy diferente. Cada animal tiene sus propias particularidades. Chiri, por ejemplo, tiene un pasado que nunca conoceremos, y me encantaría ver una foto de ella de cachorrita. Llegó con un pequeño bigote blanco y ahora tiene toda la cara blanca. La diferencia entre un perro y un gato es enorme, y la relación con ellos también cambia según cada uno. Benito y Merlí, aunque son ambos gatos, son muy distintos. Benito es un gato muy demandante. Siempre me pide cariño, se restriega contra mí y, cuando le acaricio, se estira como si fuera una rutina, pero si trato de cogerlo de una manera que no le gusta, se pone incómodo. Merlí, en cambio, es menos insistente. Aunque no busca tanto cariño, cuando me tumbo por la noche, se acurruca a mi lado, pide mimos y ronronea. Benito, por su parte, tiene una forma curiosa de pedir atención. Levanta el rabo, lo mueve como si fuera una vibración y, cuando lo acaricias, parece que tiembla de gusto. A veces, de tanto placer, se pone nervioso y te muerde. Entonces, ya cansado, lo mando a “tomar por saco”, pero él se toma las cosas en serio.

¿Cómo se llevan entre sí?

Cuando llegó Merlí, teníamos dos perros y un miedo tremendo. Vivíamos todos juntos, y el gato, que era un canijo, se erizaba cada vez que veía a los perros. Al principio pensé que no íbamos a poder convivir así; estaba muy estresado. Yo les decía: “Tranquilos, tranquilos”, pero mi preocupación era que el gato pudiera hacerles algo a los perros, aunque yo creo que ellos solo lo querían oler, no atacar. Poco a poco fueron conviviendo mejor. Benito tenía más relación con ellos; a veces se pasaba el rato comiendo con los gatos, pero eso le caía mal y se ponía a llorar durante unos 15 minutos. Mientras, el otro gato jugaba con él y, a pesar del dolor, seguían relacionándose.

Es curioso ver cómo los gatos tienen su propio vínculo. A veces, cuando está lloviendo, ponemos una toalla en el suelo para que no se mojen, y ahí se tumban juntos, el perro y el gato, y parece que Benito quiere ser amigo de Chiri, pero a él eso de los gatos no le gusta mucho. A veces se llevan bien y otras no tanto.

El otro día me llevé un buen susto, aunque al final no pasó nada. Resulta que la gente habla mucho sobre lo peligrosas que son las orugas procesionarias, y tenía miedo de que pudiera haber algo de eso por la zona. Vi que la perra y Benito habían vomitado en el jardín y, de repente, justo a su lado, la oruga. ¡Vaya susto! Pensé que se les iba a hinchar la boca, que no podrían respirar… Los dos al veterinario de urgencia. Menos mal que todo quedó en susto. La lengua de la perra se hinchó, pero afortunadamente no pasó a mayores.

El gato es ágil y observador, y me gusta incorporar esas cualidades a mi interpretación

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Juanjo Arteroactor

Cuando necesitas tranquilidad, en medio del estrés diario, ¿qué es lo que más disfrutas hacer con ellos?

Con los gatos, menos es más. Están siempre aquí, en lo cotidiano, formando parte de la vida. Benito, por ejemplo, va a su rollo desde hace poco, porque aunque ahora puede salir, al principio nos daba miedo. Ahora, con lo de la procesionaria, ninguno de los dos va a salir en estos dos meses. A mí me encanta pasear con las perras; las tengo tan felices, disfrutando de la naturaleza por aquí.

Ahora no puedo, porque hay mucho pino por la zona, pero el río que pasa cerca está precioso. Aunque ahora no lo puedo disfrutar con los perros, está tan bonito, con los árboles cubiertos de agua. Por suerte, aquí no ha habido ninguna desgracia, y aunque hay muchos charcos y arroyos por todos lados, da gusto ver los ríos y los pantanos llenos.

Tengo entendido que eres un apicultor en ciernes…

Soy aficionado a la apicultura y tengo unas colmenas de abejas. Aunque soy apicultor amateur, las colmenas están muy bien cuidadas y siempre cuento con buen asesoramiento. Tengo un amigo, Iván, que lleva cuatro generaciones de apicultores en su familia y me ayuda bastante. Él es de Mieles de Madrid, nada más y nada menos.

De los personajes a los que has interpretado, ¿cuáles de ellos se parecen a Chiri, Benito y Merlí?

¡Vaya, qué buena pregunta! A ver, Benito me recuerda un poco a Charly, en su forma de ser. Merlí, en cambio, me recuerda a un personaje que interpreté en una obra de teatro en el Teatro Español, Nina, con Laia Marull. No me acuerdo del nombre del personaje, pero seguro que en un rato me viene a la cabeza. En ese entonces, Blas era el que hacía en la obra, y tenía algo de parecido con Merlí.

En cuanto a Chiri, ¡es toda una historia! Creo que podría estar interpretando perfectamente a Poirot. Podría ser, no sé, como un Agatha Christie de la vida, algo así.

Hablando de esto, interpretas al inmortal detective Hércules Poirot en la obra de teatro Asesinato en el Orient Express; de hecho, tienes un look más parecido estéticamente al de Kenneth Branagh que al de Peter Ustinov o Albert Finney en el cine. ¿Cuál es el misterio que no consigues averiguar del comportamiento de Chiri, Benito y Merlí?

Los gatos tienen mil misterios, mil miradas que te hacen preguntarte qué estarán pensando. ¿Por qué hace esto? A veces me fascina cómo actúan. Hay algo que me encanta de ellos: los masajes. Sí, esos masajes que te dan con las dos patitas, como cuando están mamando o simplemente cuando están a gusto. Benito lo hace mucho, sobre todo cuando come.

Le gusta que lo acaricie mientras come, y empieza a hacer esos movimientos con las patas, como una obsesión. Es un comportamiento curioso, pero creo que tiene que ver con lo que hacían de cachorros, esa sensación de estar cómodos y seguros. Y luego están sus miradas. Cómo te piden las cosas con solo mirarte, como si dijeran: “Oye, son las nueve, ¿dónde está la cena?”. A las 8:55 ya te están avisando, tienen un reloj interno.

En el caso de Chiri, hay mucho misterio sobre su vida pasada. También tiene su historia y su pasado oscuro, algo que me intriga bastante.

Su gato Merlí, tomando el sol junto a Chiri

Su gato Merlí, tomando el sol junto a Chiri

Juanjo Artero

Cuando estás trabajando y no puedes estar con ellos, ¿cómo te sientes?

No me voy tanto; a lo mejor me voy de gira si surge la oportunidad. Estuve en Valencia entre noviembre, diciembre y parte de enero por un tratamiento exprés. Cuando estás solo, a veces sí echas de menos a tus hijos, tu mujer y, claro, también a los perros.

Pero también disfruto de la soledad. A veces, soy sincero, pienso: “Qué bien no tener que sacarlos”, especialmente en invierno cuando estoy solo de gira. Sé que están bien cuidados, así que no me da mucha nostalgia, aunque sí los echo de menos cuando pasa el tiempo.

Con el tiempo, te acuerdas de cada perro, de cómo olían cuando eran cachorros, de las sensaciones de cuando eras niño. Me encanta el olor de mis perros, aunque ya sean mayores y su aliento no sea el de antes. Aun así, los quiero con todo y su aliento. Ese olor de cachorro, ese sí que lo recuerdo, igual que el de mis hijos cuando eran bebés. Es un aroma tan especial, y cuando lo piensas, te das cuenta de que los olores marcan muchas etapas de la vida.

El olfato tiene una conexión profunda con la memoria, mucho más de lo que parece. Desde nuestros ancestros, el olfato nos ayudaba a recordar el alimento, a detectar el peligro o incluso el humo. Cuando éramos más animales, los sentidos eran más primitivos y esenciales. Mi padre me recomendó algo que nunca olvidaré: “Cuando no consigas recordar algo de un texto o algo que estés estudiando, busca imágenes o, mejor aún, huele algo”.

Puede ser una colonia, el aroma a chocolate, algo que siempre te recuerde algo y te conecte con la memoria. Yo lo he probado, aunque no siempre lo hago conscientemente, y me ha funcionado. No sé si habría funcionado mejor o peor, pero, al final, aprendí a ser cabezón y seguir estos trucos.

Juanjo, esto lo suelo preguntar, ¿en qué son únicos para ti?

Los perros te lo dan todo: te dan cariño y siempre están ahí, nunca te fallan. Los gatos, aunque de una forma diferente, también tienen su manera de demostrarlo. Cuando eres parte de su familia, lo notas. Ellos se relacionan contigo de forma distinta a como lo hacen con los que no son de su entorno.

A veces, por ejemplo, Benito se esconde si viene alguien, pero contigo, como parte de su clan, actúan de manera distinta. Los perros dan la vida por su dueño, incluso por aquellos que los maltratan. Los animales son agradecidos y consideran a su líder como parte de su familia.

Me da mucha rabia el maltrato hacia los animales, pero aún más cuando se trata de personas. Maltratar a un ser humano, a un niño, a un perro o a cualquier ser indefenso demuestra una gran cobardía.

Lo bueno que tenemos los humanos lo heredamos de los perros: el amor, el cariño y, sobre todo, la lealtad

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Y tú, ¿en qué eres único para ellos?

Ellos saben que siempre estaré ahí, porque son parte de mi familia y los quiero con todo mi corazón. Aunque siempre digo que este será el último perro, la verdad es que no sé si será así.

Si tuvieras que elegir una escena de alguna de las series o películas en las que has trabajado, ¿en cuál Chiri, Benito y Merlí podrían haber sido un personaje más?

¡Qué difícil! Pero bueno, voy a intentarlo. Si fuéramos un clan, mis compañeros serían dos gatos y una perra, como si estuviéramos en una especie de operación especial, como en una peli o serie de atracadores. Me acordé de una película que todos veíamos de niños, El clan de los Doberman, ¿te acuerdas? Eran perros Doberman entrenados con pitidos para robar un banco.

Imagínate algo así, pero con mis animales. En la escena, yo no moriría a manos del malo o del policía, sino que Benito, el gato, saltaría sobre su cara. Benito es increíblemente rápido y ágil, especialmente cuando salta. Puede dar un brinco de dos metros, y lo hace con una energía impresionante, como si fuera un puma. Es alargado, con las patas largas, y la forma en que se posa es perfecta, casi como si flotara. Es un salto muy preciso y calculado, como si tuviera la fuerza justa para aterrizar con suavidad. Realmente es asombroso verlo.

Cuando piensas en Chiri, Merlí y Benito, ¿qué cualidades humanas reflejan?

Lo bueno que tenemos los humanos lo heredamos de los perros: el amor, el cariño y, sobre todo, la lealtad. Son más familiares que nosotros mismos. Tienen esa capacidad de exigir también, pero aguantan todo lo que les damos. ¡Y cómo aguantan!

Hablamos de ellos, pero, ¿y tú?, ¿qué cualidades perrunas y gatunas tienes?

He usado mucho la figura felina en mis personajes. El gato es ágil, observador, y me gusta incorporar esa cualidad en mi interpretación. Es muy bueno estar relajado pero alerta, como un felino que, aunque está tranquilo, siempre tiene una parte de su cuerpo lista para reaccionar. En un segundo, puede pasar de la relajación a la acción sin pensarlo. Eso es algo que he trabajado bastante, especialmente en mis clases de arte dramático, donde elegí al felino como animal para explorar. Trabajar un animal físicamente te lleva a otro lugar, te obliga a salir de tu zona y a pensar en tu cuerpo de una manera distinta.

Pero volviendo a Chiri, yo también soy muy hogareño y familiar, y ella lo es igual. Soy de los que lleva la manta al sofá, cerca de la chimenea.

¿Y de Merlí? Pues creo que Merlí es tranquilo, quizás un poco distante, pero yo no soy nada British. No tengo nada de lord inglés. Aunque, claro, cuando ves a un inglés educado, con ese carácter tan británico, ahí sí puede que se asemeje un poco a Merlí. Yo soy menos fino, pero me gusta ser amable cuando alguien me pregunta por la calle. Siempre trato de ayudar, ya sea en su idioma o en el mío, con una sonrisa. Creo que hay que hacer patria, o al menos ser amables, sobre todo cuando estás fuera de casa.

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Juanjo, tú que los conoces, si ellos pudieran hablar hoy, ¿qué pregunta les gustaría que les hicieras?

A mí me gustaría que te respondieran ellos. Creo que Chiri diría algo como: “Edu, pregúntame sobre mi pasado, antes de llegar a mi segunda familia”, eso sí que sería muy, muy interesante.

Y a Benito y a Merlí les preguntaría yo directamente: “Oye, cabritos, ¿por qué de vez en cuando hacéis vuestras necesidades donde os da la gana? ¡Se supone que los gatos son súper limpios y aprenden solitos! Además, Benito, por su parte, en ocasiones, cuando se queda encerrado en algún dormitorio, hace pis en la cama. ¡Qué cabrito! Aunque luego me toca limpiarlo todo, y el olor se queda durante días, los quiero mucho.

Merlí limpiando a Benito

Merlí acicalando a Benito

Juanjo Artero

¿Cuál fue la última vez que te dolió la barriga de tanto reír por algo que hicieron?

Pues ayer mismo. Me encantó ver a Benito y Merlí jugando. Merlí es más gordo y menos ágil, mientras que Benito, el tocanarices, siempre le está provocando. Benito se sube a sitios donde sabe que Merlí no puede llegar, y entonces Merlí, molesto, se cabrea y le lanza un mordisco o le muerde el cuello. Benito, al final, se queda sumiso, como diciendo: ”Vale, ya basta“.

Es una relación curiosa. Me parto de risa cuando Benito lo provoca, sobre todo cuando se sube a un sitio donde Merlí empieza a dar saltos, tirando cosas por el camino. Una vez, estaba durmiendo y me rebotó una silla en la cara. Al principio te cabreas, pero es muy divertido verlos jugar.

¿Cómo eras a los 10 años cuando pedías un perro?

No me acuerdo de todo, pero recuerdo que hice campaña para conseguir un perro. Me hacía el raro para que el psicólogo le dijera a mis padres que lo necesitaba. Después de varios días sin comer, logré conseguirlo.

Esa conexión con los animales es única. Nosotros somos racionales, pero hemos perdido cosas como la intuición, el olfato, el sabor, y los animales siguen conectados con esa parte de nosotros. Cuando llegaba al pueblo de niño, me encantaba ver a los cerdos, y el olor de todo eso me fascinaba. Recuerdo a un tío con su carro y mula, pasando por el patio de la casa. Esos olores me encantaban, me recordaban a otro tipo de vida. A mí me gusta ese aire antiguo; soy muy neandertal o cromañón, como quieras llamarlo.

Por lo general, suelen sorprendernos por su capacidad de llegar a comprender cómo nos sentimos, pero, ¿cuándo te dejaron sin palabras?

Cuando hemos pasado por una gran desgracia o pérdida y estamos destrozados. En esos momentos, lo que más se valora es cómo se acercan los animales y nos acompañan en el dolor. Me acuerdo de Yeti, que dormía conmigo cuando estaba mal y, ahora, Chiri también lo hace. Se coloca cerca, se mete contigo y, de alguna manera, te intenta consolar, casi como si quisiera llorar contigo para aliviarte.

Juanjo, en muchas series has interpretado a un policía… ¿Te gustaría protagonizar una serie con un perro, al estilo de Rex?

No tengo mucho interés en trabajar con animales, especialmente con perros. Aunque algunos son listos y cariñosos, no son tan fáciles como parecen. Tienes que ensayar mucho, repetir tomas y, al final, el perro hace lo que quiere. Con niños no tengo problema, pero con animales, no es lo mío.

Fuera de rodaje, tampoco me gusta. Recuerdo un capítulo de El Comisario sobre peleas de perros ilegales. Tenía que estar atado a un váter mientras soltaban a un perro de presa, y se me tiraba al rostro. Afortunadamente, había un adiestrador con comida para calmarlo. A veces, tener un rottweiler tan cerca, respirándote en la cara, da un poco de miedo, pero te acostumbras.

Por otro lado, en el circo trabajé con una elefanta llamada Indiana, que era increíblemente inteligente. Tenía una relación muy especial con ella. Nos turnábamos, José y yo, para que ella nos pasara por encima, pero lo interesante era cuando ponía su pata sobre nosotros. Al principio, te ponías nervioso, pero luego confiabas totalmente en ella. El domador me decía que, en cuanto ella viera el gesto, levantaba la pata. Teníamos una conexión increíble, y sabía exactamente cuándo detenerse. La sensación de su pata era como barro, llena de sensores, y nunca me hizo daño. Al principio era miedo, pero al final teníamos plena confianza.

Completa la frase… La vez que me equivoqué con Chiri, Benito y Merlí fue…

La vez que me equivoqué fue con Chiri, cuando no comprobé que la puerta del garaje se había quedado abierta. Estuvimos buscándola a las 4 de la mañana, con Benito. Y luego, el otro día, dejé salir a Benito y no vi que había procesionaria por ahí. Con Merlí, en cambio, no tengo esos problemas. Él es tan British que siempre te dice lo que quiere. Si no lo haces, te avisa con su ”cuidadín“”.

Juanjo, ¿un secreto vuestro?

A mí no me gusta ver documentales, pero a Chiri sí. Le encanta ver Forjado a fuego. Aunque ahora reacciona menos, siempre lo hace cuando en los programas de animales aparece un depredador que va a atacar a un ñu o cuando un cocodrilo se va a comer a alguien. Se pone alerta, como si de verdad lo estuviera viviendo. Lo curioso es que ve la tele conmigo, y todos, incluso los gatos, nos reunimos en familia para ver estos documentales. Es un secreto muy friki, ¿verdad? Ver Forjado a fuego con mis gatos o cualquier otro documental.

Al despedirme de Juanjo, no puedo evitar pensar en cómo los animales logran transformar la vida de las personas.

Chiri, con su mirada atenta y su naturaleza tranquila, es un amigo, un compañero de vida que no solo está presente en los momentos de descanso, sino también en los momentos más difíciles.

Como nos cuenta Juanjo, su relación con Chiri, Merlí y Benito demuestra que, aunque sus días están marcados por los guiones y las cámaras, el amor y la compañía de sus compañeros peludos sigue siendo uno de los pilares que equilibra su mundo.

Es fascinante la forma en la que nos hacen sentir completos, y nos ofrecen un amor sincero y sin reservas. Ellos son la prueba de que esos vínculos especiales no necesitan palabras para existir.

Seguimos hablando de varias cosas y recordando, con muchas ganas de repetir, el último encuentro que tuvimos en Madrid con el gran director, y mejor amigo, Antonio del Real… pero bueno… Esa es otra historia.

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