En las calles de Madrid, Álex Nogales y Maylo son un equipo inseparable. Él, autista, estudiante y opositor; su compañero, un perro mestizo que ha aprendido más de diez técnicas para ayudarle a enfrentarse al día a día. Desde detectar variaciones en sus pulsaciones hasta crear un espacio a su alrededor en lugares concurridos, Maylo le brinda algo que ninguna tecnología puede ofrecer: seguridad y calma.
Su día a día es una lección silenciosa de empatía, paciencia y respeto. Pero también una llamada de atención. A menudo, las miradas curiosas o los comentarios desafortunados recuerdan que todavía queda mucho por aprender sobre los perros de asistencia y sobre la diversidad. Álex y Maylo lo tienen claro: la inclusión no se pide, se construye paso a paso, paseo a paseo.
Maylo sabe hacer una señal que se llama orbit, que consiste en dar vueltas alrededor mía para crear un pequeño espacio entre el exterior y yo
Álex Nogales junto a Maylo.
Álex, ¿puedes contarnos cómo es un día típico en tu vida junto a Maylo?
De lunes a viernes seguimos una rutina bastante estable. Por la mañana salimos a pasear muy temprano y luego desayunamos con mi gata y mi conejo. Tras eso hago deporte y me pongo a estudiar para las oposiciones. Al mediodía damos un minipaseo de unos 15 minutos para que Maylo pueda olfatear un poco, y más tarde comemos. Esta es una de las partes más divertidas del día, porque siempre le ponemos alguna manta olfativa para que se entretenga. Después de comer trabajo y antes de cenar hacemos otro paseo. La mañana del viernes es más entretenida, ya que tras el paseo y el desayuno nos vamos a la biblioteca.
¿Y el fin de semana?
La rutina entre semana es un poco monótona, pero bastante estable. Y los fines de semana son más ajetreados: hacemos planes por la tarde, como el fin de semana pasado, cuando fuimos a una exposición de dinosaurios.
¿Hay momentos del día en los que Maylo sea especialmente importante para ti?
Para mí, lo más importante es que Maylo me ayuda a salir, sobre todo a dar paseos y a relacionarme con la gente. Pero, además de eso, es fundamental tenerle, porque sin él no podría hacer muchos de los planes con mis amigos. La mayoría implican salir a algún establecimiento o movernos por Madrid, y si Maylo no estuviera, simplemente no iría. Él consigue que me sienta cómodo y seguro; conoce más de diez técnicas para ayudarme y sé que siempre va a estar ahí, pase lo que pase. Si me ocurre cualquier cosa, sé que puedo contar con él. Sin Maylo, probablemente no saldría de casa por miedo.
¿Cómo reconoce cuando estás nervioso o incómodo?
Maylo está entrenado para detectar ciertas señales que emito de forma inconsciente. No es algo que yo haga voluntariamente, sino que ocurre cuando el entorno me genera estrés. Entonces emito determinadas señales, físicas o fisiológicas, que él reconoce. Por ejemplo, a través del olfato puede detectar si me suben las pulsaciones. También identifica comportamientos que indican estrés, como cuando me rasco o hago algún movimiento repetitivo que podría llegar a hacerme daño. En esos momentos, Maylo actúa porque percibe esas señales directamente en mí, en mi cuerpo. Además, tengo una cardiopatía, así que él también huele cuando mis pulsaciones aumentan más de lo normal. Llevo un reloj que me avisa de eso, pero Maylo es mucho más preciso.
Se adelanta a la tecnología.
Sí, sí. Creo que él huele mi olor corporal, porque cuando estamos estresados o nos pasa algo emitimos un olor diferente, y así sabe cuándo y cómo actuar.
¿Y cómo te ayuda cuando tiene que alertarte? ¿Podrías ponernos algún ejemplo?
Por ejemplo, cuando estoy en un ambiente con mucha gente y necesito un poco de espacio, Maylo sabe hacer una señal que se llama orbit. Consiste en que da vueltas alrededor de mí para crear un pequeño espacio entre el exterior y yo. Esto me ayudó muchísimo cuando viajamos en avión: en el aeropuerto hizo orbit y empezó a dar vueltas alrededor de mí y de mi maleta, evitando que la gente se acercara demasiado. Es algo que me encanta, porque además él se mueve un montón, y gracias a eso yo me siento mucho más tranquilo, como dentro de una especie de burbuja.
Álex Nogales y Maylo comprando libros.
Maylo es un perro mestizo, algo poco habitual en perros de asistencia. ¿Cómo afecta esto a vuestro día a día?
Existe un concepto erróneo de que los perros de asistencia tienen que ser labradores. En realidad, ser mestizo no impide que un perro pueda desempeñar esa función. Ni la raza, ni el tamaño, ni las conductas, ni el peso determinan si un perro puede ser de asistencia o no. Lo que sí puede influir es el tipo de ayuda que la persona necesite. Por ejemplo, para alguien con movilidad reducida, un perro grande puede ser fundamental. En cambio, para una persona con discapacidad auditiva, se necesita un perro muy sensible a los sonidos, lo que se conoce como “perro señal”.
¿Es cierto que normalmente se asocia a los perros labradores con la asistencia, aunque no siempre tenga que ser así?
Sí. Aunque es cierto que el perro guía, el típico labrador de toda la vida, es el más visible y el que la mayoría asocia con la asistencia, pero eso no siempre es así ni tiene por qué serlo. De hecho, no existe ninguna norma —ni en el BOE ni en la legislación— que establezca que un perro de asistencia deba ser un labrador. Un perro mestizo puede ser igual de bueno que uno de raza pura.
Tipos de perros de asistencia 1Perro Guía: Adiestrados para guiar a personas con discapacidad visual o sordoceguera.
2Perro Señal: Asisten a personas con discapacidad auditiva alertándoles de sonidos importantes como timbres, alarmas o gritos, y localizando su procedencia.
3Perro de Servicio: Apoyan a personas con discapacidad física, realizando tareas como abrir puertas, recoger objetos o alertar sobre la necesidad de una ayuda.
4Perro de Alerta Médica: Entrenados para detectar cambios en el estado de la persona, como subidas o bajadas de glucosa, o predecir ataques epilépticos, avisando a su dueño.
5Perro de Autismo (TEA): Ayudan a personas con trastorno del espectro autista a manejar su entorno y comunicarse, proporcionando compañía, reduciendo la ansiedad y alertando en situaciones de riesgo.
Muchas personas quizá desconocen que existen distintos tipos de perros de asistencia. ¿Qué dificultades encuentras cuando sales a la calle o entras a establecimientos?
Todas las veces que salimos tenemos algún tipo de enfrentamiento. Lo primero, por ser mestizo, porque la gente no entiende que también pueda ser un perro de asistencia. Y lo segundo, porque la mayoría de las personas solo conoce al perro guía. Por ese desconocimiento, nos ponen muchas pegas. El perro de asistencia tiene los mismos derechos que un perro guía; de hecho, decir “guía” hace referencia únicamente a una de las categorías dentro de los perros de asistencia.
¿Qué consejo le daría a la gente sobre cómo comportarse con un perro de asistencia?
Lo primero y más importante es hablar con la persona, no con el perro. Muchas veces la gente se acerca y empieza a hablarle directamente al perro, y no a ti. Pero primero vas tú, y después el perro. Además, al perro no hay que hablarle ni distraerle: la mayoría de las personas que tenemos perro de asistencia lo llevamos identificado con un chaleco. Ese chaleco no significa que pueda entrar en todos los sitios; es simplemente un distintivo. Lo que realmente te da derecho de acceso es la certificación oficial, el carné y la documentación que emite tu comunidad autónoma.
En muchos chalecos se puede leer un distintivo con la indicación “no tocar”, ¿es así?
Sí, pero aun así, muchas personas, aunque vean el chaleco donde pone “no tocar, no hablar”, lo ignoran. Hablan con el perro o intentan tocarlo: “No, pero es que me encantan los perros”, te dicen. Y yo siempre pienso: me parece genial, adopta uno, pero no distraigas al mío. Está realizando una labor muy importante que, en algunos casos, puede poner en riesgo la vida de la persona a la que asiste, sea cual sea el tipo de asistencia que realice. En resumen: hay que respetar las distancias y dirigirse siempre a la persona, no al perro.
¿Qué suele decir la gente?
Me dicen mucho: “¡Qué pena el perro que te acompaña al centro comercial o al supermercado!”. ¿Pena? ¿Por qué? Si le encanta. Lo primero, disfruta cuando va “de asistencia”: cada vez que ve el chaleco se emociona. Y lo segundo, es un perro súper bien cuidado. Antes de salir ha tenido su paseo, su estimulación mental, sus cuidados… de pena, nada.
Y es que, encima, a ellos les encanta cuando les das un “trabajo”, entre comillas. No nos gusta llamarlo trabajo, porque suena a obligación; nosotros decimos que “va de asistencia”. Pero, cuando se lo explicamos a la gente, usamos la palabra trabajando para que se entienda mejor. En el adiestramiento en positivo, que es el que seguimos, se considera una actividad más, algo que ellos disfrutan.
Él consigue que me sienta cómodo y seguro; conoce más de diez técnicas para ayudarme y sé que siempre va a estar ahí, pase lo que pase
¿Maylo lo disfruta?
Maylo se lo pasa genial. Siempre lo digo en los vídeos: su momento favorito es cuando me pasa algo y tiene que ayudarme. Si me suben las pulsaciones y tiene que alertar, se pone eufórico, feliz. Y yo pienso: “¡Jolín, que a mí me están subiendo las pulsaciones, y tú tan contento!”. Pero es su forma de disfrutar: sabe que está cumpliendo con su tarea.
¿Has tenido alguna mala experiencia? ¿Qué te gustaría que la gente supiera sobre los perros de asistencia?
Sí. Me ha pasado, incluso, en un supermercado: un señor vio al perro y me preguntó: “¿Es de ayuda?” Le dije: “Sí, es un perro de asistencia”. Y me preguntó: “¿De qué?” Le respondí: “Es un perro de asistencia de autismo”. Entonces me dijo: “¡Ah! Para los locos”. Y yo tuve que explicarle: “No, es que soy autista y él me ayuda a mí”. El señor se quedó cortado, pero esto pasa porque hay que medir las palabras: nunca sabes quién puede tener una discapacidad, y aun así, estos apoyos son esenciales.
Creo que un perro de asistencia no es para todo el mundo, y eso es algo muy importante que la gente tiene que entender
¿Cómo describirías vuestra relación?
Diría que es un compañero muy especial. Los perros son increíbles, y los animales en general también; yo, además de Maylo, tengo una gata y un conejo, y todos son maravillosos. Pero la relación con él es diferente, porque viene conmigo a todas partes. Me conoce muy bien, y eso me hace sentir mucho más seguro. Es como llevar una ayuda especial, pero viva. No es lo mismo que ponerte unos cascos de cancelación de sonido, que también ayudan, claro, pero Maylo siente, entiende, y está ahí contigo todo el tiempo.
Y también os complementáis, ¿no? Él te ayuda, pero tú también le das cosas a él.
Sí, totalmente. Él es feliz. Cuando empezamos a entrenarle, yo le dije a la empresa con la que trabajamos que lo íbamos a intentar, pero sin forzar nada. Maylo tenía solo cinco meses y nos dijeron que era un perro muy buen candidato, pero hasta que no los ves en distintas situaciones —en el tren, el metro, un supermercado— no sabes cómo van a reaccionar. Tiene que gustarles, no puede ser algo impuesto. Yo les dije: “Si le gusta, seguimos; si no, buscaré otro método y se quedará como perro de compañía”. Pero desde el primer momento le encantaba entrenar y era súper alegre.
¿Qué le dirías a alguien que esté considerando entrar un perro de asistencia?
Creo que un perro de asistencia no es para todo el mundo, y eso es algo muy importante que la gente tiene que entender. Lo primero que hay que tener claro es que un perro de asistencia es, antes que nada, un perro. Hay que estar dispuesto a darle sus paseos, su tiempo y toda la estimulación mental que necesita, que suele ser incluso más que la de un perro de compañía, porque está activo todo el día ayudándote.
Álex Nogales y Maylo en el cine.
¿Y qué debería saber alguien sobre los obstáculos que puede encontrarse con un perro de asistencia?
También hay que estar preparado para los obstáculos: que te digan en un establecimiento que no puedes pasar, que la gente te mire por la calle o que te conviertas en el centro de atención solo por llevar un perro de asistencia. Hay muchos beneficios, claro, pero también contras, y es importante valorar si realmente te va a ayudar. Por ejemplo, hay personas autistas a las que, en algunos casos, un perro de asistencia no les vendría bien. Al final, depende mucho de cada persona y de sus necesidades. No es algo universal.
¿Qué te gustaría que la gente supiera sobre los perros de asistencia?
Me gustaría mucho que la gente supiera que, sobre todo con los perros de asistencia para autismo, los adultos autistas seguimos siendo autistas. Mucha gente piensa que a los 18 años el autismo desaparece, pero no, tú eres autista desde que naces y lo eres toda la vida. Por eso me gustaría que se entienda que no nos comportamos como niños de siete años solo por llevar un perro de asistencia: somos adultos.
El autismo es una manera de procesar la información, no significa que actúes como un niño. Y cuando llevas un perro de asistencia, me gustaría que la gente supiera que los adultos también necesitamos apoyos, que deberían visibilizarse más, y que los padres deberían enseñar a sus hijos a respetarlos: no tocar, no señalar, no distraer ni gritarle al perro desde lejos.




