Maribel Vila, educadora canina, sobre adoptar un perro: “No podemos elegirlo solo por la raza, debemos pensar en sus necesidades”
Quiet, vine, seu!
Para Maribel Vila, un buen vínculo no surge por azar: se construye con constancia, coherencia y con una mirada amable que reconoce al perro como un ser sintiente
Maribel Vila, formadora y experta en Terapias Asistidas con Animales, e instructora de educación canina y de perros de asistencia.
Maribel Vila conoce mejor que nadie ese punto ciego en el que muchas familias reciben a un cachorro: la ilusión supera a la información. Tras décadas formando a tutores y trabajando con perros de asistencia y terapias, ha viso cómo factores tan determinantes como la genética, la energía o el carácter ligado a la raza siguen sorprendiéndonos cuando ya convivimos con el animal. Vila insiste en que no basta con enamorarse de un perro por “cómo es” —su aspecto, su fama de inteligente o equilibrado—, sino que debemos preguntarnos si podremos responder a sus necesidades reales.
En Quiet, vine Seu!, desmonta las ideas preconcebidas y propone una crianza consciente, respetuosa y basada en el conocimiento: entender qué podemos esperar el primer año, cómo enseñar límites desde el inicio, que señales de alarma reconocer y por qué el juego, la estimulación cognitiva y la educación en positivo son la base de un perro seguro, estable y feliz. Para ella, un buen vínculo no surge por azar: se construye con constancia, coherencia y con una mirada amable que reconoce al perro como un ser sintiente.
Hay factores genéticos, propios de la raza o del propio cruce, que no se pueden obviar
En su primer capítulo habla de adaptar la crianza del perro a su raza o a si es mestizo. ¿Qué aspectos son determinantes y qué pautas prácticas deberíamos tener en cuenta?
Hay factores genéticos, propios de la raza o del propio cruce, que no se pueden obviar. Esto se ve muy claro con los Border Collie, una raza que actualmente está “muy de moda”. Se les asocia a una gran inteligencia, a un aprendizaje rápido, a un comportamiento equilibrado y a unas necesidades físicas muy altas, además de ser animales que pueden mostrar bastante independencia. Pero ¿qué hacemos con esa inteligencia? Lo primero es tenerla en cuenta. Si somos personas sin experiencia o con un estilo de vida que no encaja con sus necesidades, es muy probable que no salga de ahí una relación beneficiosa.
No podemos elegir un perro solo por la raza; y si lo hacemos, debemos ser conscientes de las necesidades que tiene, porque nos va a acompañar durante muchos años. No tener un buen vínculo o sentirse superado por el can es algo que me entristece profundamente.
Educar perro
¿Ha tenido que hacer frente a alguno caso de este estilo?
Sí. Hace tres años vino una familia con un Border Collie. Era una familia con problemas de sobrepeso y, al ver qué cachorro habían adoptado, les pregunté por qué. Su respuesta fue: “porque es muy listo”. No sabían las necesidades energéticas tan elevadas que tiene un Border Collie. Les expliqué que era una raza que necesita tener tareas, paseos largos, carreras... Nunca estuvieron a la altura física de darle los espacios de calidad que necesitaba. Tampoco entendieron que había que estimular al perro con tareas, juegos olfativos, obediencia... Tras tres años le buscaron otra familia. El estrés que sentía el animal le llevó a desarrollar conductas negativas como perseguir bicicletas o lanzarse contra pelotas… Una situación que acabó tensionando a todo el mundo.
¿Por qué es tan importante educar a un perro?
Creo que nuestra relación con los animales ha cambiado muchísimo en los últimos años. Han dejado de ser un “complemento” para convertirse en parte de la familia. Ahora nos los llevamos a muchos más lugares y están cada vez más integrados en nuestras rutinas. Conozco a gente que planifica las vacaciones en función de si puede viajar con su perro; incluso amigos que no cogen un avión porque su can no puede acompañarlos, y prefieren recorrer grandes distancias en coche. También vamos a comer o a cenar con ellos, y muchos fines de semana organizamos actividades que los incluyen. Pero todo eso también exige un cambio por nuestra parte.
¿Cuáles son esas necesidades?
Además de lo que corresponde a la alimentación, necesitan estar bien educados, tener límites, estimulación cognitiva, tareas... Un perro feliz que no se aburre, es un perro que no te destruye cosas, que no te muerde ningún mueble, que puedes llevar a cualquier parte. Este es el sueño de todos los tutores, pero tienen que entender que un can necesita ser educado y entender cómo queremos vivir. Es nuestra obligación decirles cuáles son las normas personales y de la sociedad.
De esta manera, quizá, las mascotas también se sentirán más seguras y tranquilas.
Sin duda. Él no tiene que decidir, él sabe lo que tiene que hacer. Yo lo comparo muchísimo con los niños; necesitan orden, límites y rutinas, pues los animales en esto son parecidos. Y la educación es algo vital para tener una convivencia y una armonía. Sin edudación puede ter la suerte, porque a veces pasa, de adoptar y que sin apenas esfuerzo, sea maduro y equilibrado, pero la mayor parte de las veces, quien tiene un buen perro es que detrás hay trabajo bien hecho.
Uno de los ejes del libro es la educación en positivo. ¿Qué significa exactamente?
Antes se creía que los perros estaban a nuestro servicio, que debían obedecernos sin cuestionamientos. Pero esto ha ido cambiando, sobre todo desde que entendemos que son seres sintientes y establecemos con ellos un tipo de vínculo mucho más consciente y amable. Pongo el ejemplo de los niños: hace 50 años la educación se basaba en aquello de “la letra con sangre entra”, con castigos duros y sin tener en cuenta la parte emocional. Imagina cómo era entonces con los animales. Por suerte, la evolución ha sido positiva. Y eso no significa dejar que haga lo que quiera, sino potenciar lo que queremos que haga bien a través de refuerzos positivos como la comida, las caricias, el refuerzo verbal o los juguetes, siempre con límites.
También es importante reconducir aquellas conductas que, evidentemente, no son válidas. Por mucho que quieras educar en positivo, si te coge unos zapatos, el mando del ordenador o cualquier otra cosa, puedes decir no y reconducir la situación dándole otra cosa para morder. Es decir, la educación en positivo también es entender al animal como un conjunto.
Un perro feliz que no se aburre, es un perro que no te destruye cosas, que no te muerde ningún mueble, que puedes llevar a cualquier parte; este es el sueño de todos los tutores
¿El estilo de vida afecta en la educación en positivo?
Sí, hay que entender sus necesidades globales. ¿Sale lo suficiente?, ¿tiene paseos de calidad?, ¿socializa?, ¿dónde vive y cómo?, ¿cómo es su día a día? Y a partir de ahí, puedes potenciar que la educación sea amable y mediante juegos, que el perro no lo vea como dominancia. Es muy ilógico intentar intimidarlos o forzarlos.
¿Qué ocurre cuando se educa en negativo?
Trabajar en negativo es utilizar métodos coercitivos, como collares de ahogo o eléctricos, o aplicando presión física. Pero normalmente el vínculo no es tan potente, porque el animal responde por miedo. Con el castigo puedes solucionar un problema, pero aparece otro. Por ejemplo, un perro que reacciona antes una moto o una bicicleta y lleva un collar eléctrico: cuando se lanza, recibe un chispazo y deja de hacerlo, pero quizá a partir de ese momento desarrolla miedo a otra cosa. Has arreglado una conducta, pero has estropeado otra. Además, cuando la relación se basa en la dominancia o la presión, todo acaba convirtiéndose en una lucha de poder. Cada vez necesitas más fuerza para que obedezca y cada vez tienes que gritar más. Sí, es una manera de trabajar, pero tiene un coste emocional muy alto para ambos.
¿Se puede trabajar TODO en positivo?
Yo siempre explico que todo se puede trabajar en positivo, pero que no todos los problemas se pueden solucionar. Hay muchos perros dañados, que han sufrido o tenido malas experiencias, en estos casos creo que educar en positivo aumenta las posibilidades de éxito. En ocasiones también ocurre que el animal obedece a la persona que le impone el castigo, pero a nadie más. Y, normalmente, un tutor busca que sea educado con todos.
En ocasiones también ocurre que el animal obedece a la persona que le impone el castigo, pero a nadie más. Y, normalmente, un tutor busca que sea educado con todos
¿Cuáles serían las órdenes básicas o ejercicios que todo tutor debería enseñar?
Para mí, las órdenes básicas solo tienen sentido si tienen utilidad. Comandos como “sienta”, “tumba”, “quieto”, “junto” o “ven” me permiten tener control en situaciones cotidianas: que pueda ir por el monte si tiene un buen “ven”, poder llevarlo a la cafetería si sabe mantenerse tumbado, evitar conflictos si se queda sentado ante otros perros o reducir su ansiedad con un buen “quieto” cuando le pongo comida. La obediencia debe tener un propósito; obligarle a ir a tu paso, sin separarse, no tiene sentido.
En el caso de los cachorros, habla de la importancia de la inhibición del mordisco y de poner límites. ¿Cómo se trabaja esa parte?
Para mí, la etapa de cachorro es preciosa, pero también una de las más delicadas, porque es muy fácil estropear un perro si no ponemos límites. Cuando llega a casa necesita seguridad y referentes estables, y esto implica coherencia. Entre los dos y los cuatro meses exploran todo con la boda, así que deben tener objetos seguros para morder, debemos retirar lo que no queremos que destrocen y enseñarles que morder nuestras manos o pies no es correcto. También es importante no reforzar sin querer el comportamiento, algo que pasa mucho con los niños. Y, por supuesto, toda la familia debe ser coherente: lo de “es pequeño y me da pena”, se puede convertir en un problema.
En cuanto a la correa, desde el principio tiene que usarse de forma calmada y consistente. No se trata de que vaya pegado a ti, sino de que aprenda a no tirar y a caminar contigo sin tensión. La clave, como en todo, es constancia y coherencia dentro de la familia.
El juego ocupa un lugar esencial en su libro. ¿Por qué es tan importante?
Para mí, el juego es fundamental, especialmente en jóvenes. En mi día a día veo muchísimas dinámicas, y el juego es un laboratorio perfecto: es donde aprenden a regularse. Cuando un perro se pasa de intensidad, los otros se van, gruñen o marcan, y eso les enseña límites sociales de forma natural. Un juego equilibrado le convierte en un animal más seguro y menos intenso. Por eso es tan importante que los cachorros tengan experiencias de juego seguras con otros. Muchas familias tienen miedo de que les hagan daño, pero la clave es buscar perros tranquilos o grupos adecuados para que puedan practicar ese “entrenamiento social” sin riesgos.
En cuanto a los juguetes, para mí valen un 10 sobre 10. Son esenciales para estimular, relajar y ocuparles mentalmente, sobre todo cuando tienen que aprender a estar tranquilos en casa o a pasar ratos solos. Los juguetes interactivos, los mordedores, los Kong, las alfombras olfativas o los juegos de intelecto les ayudan a concentrarse y a cansarse mentalmente, igual que un niño que se queda absorto pintando.
Maribel Vila, formadora y experta en Terapias Asistidas con Animales, e instructora de educación canina y de perros de asistencia.
¿Cree que una buena educación temprana puede reducir el abandono o la entrega a las protectoras?
Totalmente. He colaborado muchos años con una protectora de Manresa y muchos llegan entre los nueve y doce meses, cuando están en su adolescencia. Hace mucha ilusión adoptarlos cuando son pequeños, pero no se tiene en cuenta que cuesta manejarlos, que tienen mucha energía y que pueden mostrar problemas con otros perros en la calle. Entonces acaban en el refugio. Con un buen curso, un buen aprendizaje y entendimiento, posiblemente lleguen a la edad adulta siendo educados. Cuanto más educación, menos abandono.