Mamen García, actriz en 'La que se avecina', 78 años: “Odio todo lo que implica ir en avión; una vez me hicieron quitar los zapatos, y les dije: 'No puedo ir descalza porque soy alérgica al suelo'”
VIP sobre ruedas
Mamen recuerda con gran cariño su etapa como cantante de Patxinguer Z y los viajes que hacía con el grupo: “Nos pasamos 7 años actuando en cruceros”

Mamen García, actriz

Mamen García es música, cantante de jazz y una maravillosa actriz que no deja indiferente. Hace tiempo que tenemos la suerte de disfrutar de su enorme talento en el cine, la televisión y el teatro, donde ha dado vida a personajes inolvidables como el de Amparo en Señoras del (h)Ampa, una mujer llena de humor y desparpajo que se ganó el cariño del público. También lo ha hecho, aunque de una forma muy distinta, con Victoria Rafaela Balmaseda de Unzeta y Téllez-Girón en La que se avecina, donde su grito de “Logiiiiiii” se ha convertido en un emblema de su aristocrática extravagancia. Dos personajes muy distintos, pero con algo en común: ambos tienen una energía desbordante, un impulso hacia lo inesperado y lo audaz. Esta capacidad de ir más allá también se refleja en su vida personal, en sus viajes y en cómo se mueve por el mundo, tanto física como emocionalmente.
Hoy vamos a conocer a Mamen, no a la actriz, sino a la persona a quien sus propios viajes y experiencias han moldeado y enriquecido a lo largo de los años. Viajes que, al igual que nuestra marquesa favorita, Victoria Rafaela Balmaseda de Unzeta y Téllez-Girón, nunca ha tenido miedo de enfrentarse a lo imposible.
Mamen, ¿cómo estás?
Llevo tres o cuatro años lidiando con problemas de equilibrio por vértigo, y en cuanto comienzo a moverme, noto que me cuesta, pero me voy apañando. A pesar de esto, sigo trabajando, porque no me voy a quedar en casa pensando: “qué mal estoy”. No, sigo adelante.
Si tu vida fuera un vehículo, ¿qué tipo sería? ¿Elige uno que represente tu forma de viajar por la vida y cuéntanos por qué?
Elegiría el tren porque ofrece muchas ventajas: independencia, comodidad, buena visibilidad y, en general, es silencioso. Me siento muy a gusto viajando en él; llevo tantos años usándolo que cada vez disfruto menos del coche privado.

En el coche, al igual que en el baile, ¿te gusta llevar o que te lleven?
Hasta hace poco me gustaba llevar, pero por salud cada vez conduzco menos. Si estoy en Madrid, prefiero coger un taxi, un Uber o lo que sea necesario. El tren, por otro lado, es una pena. ¿Te acuerdas de la famosa Fahrenheit 451, donde aparecen esos trenes futuristas? Ojalá existieran en la actualidad; me encantaría, pero creo que no los llegaré a ver.
Como actriz, vives momentos de ajetreo y prisas entre grabaciones. ¿Cómo te organizas para no perderte en el caos de la ciudad?
Afortunadamente, en medio de todo el caos, vivo en un sitio bastante tranquilo. Mi apartamento está en una zona residencial de Chamartín, con un pequeño jardín y piscina. Estoy cerca de las embajadas, justo al lado de la de Irán, así que, si pasa algo, podría estar protegida… o igual, todo lo contrario. Para organizarme bien, intento pensar más allá de lo que está pasando en el momento. Por ejemplo, ahora tengo varios proyectos en marcha y los voy visualizando poco a poco para no sobrecargarme. Esto es algo que he aprendido con el tiempo, porque antes era tan impulsiva y precipitada que acababa chocando contra todo. Ahora, por suerte, he aprendido a visualizar mejor mis pasos. Lo primero que hago es ordenar mi mente, que es lo más importante para seguir adelante.
Antes era tan impulsiva y precipitada que acababa chocando contra todo; ahora, por suerte, he aprendido a visualizar mejor mis pasos”

¿Tienes alguna rutina o ritual antes de iniciar un viaje largo?
Tengo un ritual, un poco tonto, con el que llevo algunos años: siempre tengo que poner el despertador a una hora que termine en uno. No puedo ponerlo en dos, tres o cuatro. Es decir, si quiero despertar a las siete de la mañana, lo pongo a las 7:01. Es una manía que, aunque me da un poco de rabia, ya no puedo evitarla. Deben ser cosas de la vejez.
Mamen, más allá de actriz, eres creadora, compositora, pianista y cantante. Cuando vas en el coche, ¿qué música cantas? ¿Temas de cuanto actuabas con el grupo Patxinguer Z?
Canté de Patxinguer Z durante muchos años, aunque ahora ya no lo hago de la misma manera. Recuerdo un viaje que hice por Europa con mis hijos hace unos 30 años, en el que descubrí a un cantautor sevillano maravilloso, cuyo nombre no recuerdo y que lo poníamos todo el rato en el coche. Fue uno de los viajes en los que escuché más música.

¿Qué recuerdas de tus viajes como cantante?
Te voy a contar un detalle. Mi marido y yo formamos un dúo que se llamaba Aries, vivíamos en Barcelona y nos casamos allí en 1972. Antes de volver a Valencia, cantábamos por los cafetines de Barcelona. Nos ganábamos la vida en pubs de Igualada, y fue allí donde conocimos al humorista Eugenio que, antes de eso, cantaba con su mujer Conchita. De hecho, teníamos el mismo agente para contratar bolos, Jos Novellón. Una de nuestras actuaciones la hicimos en el Pirineo de Huesca. Y fuimos en autobús. Nos llevamos nuestros bafles, el piano eléctrico, la guitarra y los micrófonos. Fue una odisea cargarlo y bajarlo todo, pero la gente nos ayudó. Fue increíble ver lo solidaria que era la gente. Luego, tuvimos un hijo y buscamos nuevas formas de salir adelante. Fue entonces cuando compramos una furgoneta en Ibiza. Íbamos a cantar en un pub cerca de la playa que se llamaba Tiqui. Eran los años 70, la bohemia pura. Nadie tenía piso propio, todos vivíamos de alquiler y nosotros, para movernos con más libertad, decidimos comprar la furgoneta.
¿Cuál es el viaje en coche que recuerdas con más cariño?
El que hicimos por Europa. Íbamos los cuatro: mi hijo, que tenía 11 años, el otro que tenía 15, y nosotros dos. Fue un viaje de 12 días y recorrimos toda Europa. Fuimos directos hasta Génova, encontramos un hotelito; desde allí visitamos Ginebra y luego seguimos por otros lugares. Era 1987 y nos habíamos comprado un Alfa Romeo de esos que eran muy bonitos, pero que nos dio muchos problemas. De ese viaje, también tengo muy buenos recuerdos de lo que hacíamos para grabar el programa Si yo fuera presidente.

Mamen, ¿qué charla con un chófer o taxista no olvidarás?
No he tenido charlas que realmente hayan sido demasiado interesantes o que hayan girado mucho en torno a mí. He tenido chóferes de las producciones con los que he hecho buena amistad, y el otro día me encontré con uno de ellos. Me contó que ya no estaba en la productora porque decían que era “demasiado estético” y “demasiado bueno”, así que lo despidieron. Es una anécdota triste, pero bueno, ahí queda. Con esa persona que, además, es periodista, tuve unas conversaciones muy buenas.
¿Con cuál de los personajes que has interpretado a lo largo de tu carrera te gustaría ir de viaje? ¿Dónde iríais?
Hice un personaje maravilloso con el director de ópera y de escena Gustavo Tambascio. Era el de una señora dependienta de grandes almacenes que soñaba con los musicales. A través de esos sueños y con la ayuda de su compañero, Armando Pita, un gran actor de teatro musical, conseguía que todo se hiciera realidad. Mira que hice Zorba el griego en Barcelona, con Fabio Testi en el teatro Apolo, y me encantó, pero de este musical guardo un recuerdo especial. Además, allí cantaba una canción que originalmente la interpreta Glenn Close, y que aparece en la película El crepúsculo de los dioses.
También tengo que decir que con Amparo, de Señoras del (h)Ampa, no me iría de viaje porque sufrí mucho con ese personaje. No lo haría porque una mujer que es capaz de taladrar el cráneo a otra… Con Victoria Rafaela, que es mi personaje en La que se avecina, viajaría, aunque es muy pesada y rimbombante. Igual la dejaba tranquila en su casa de la calle Contubernio…
El otro día me encontré con el chófer de una productora y me dijo que lo habían despedido porque decían que era 'demasiado estético' y 'demasiado bueno'”

Viajar es maravilloso, pero también tiene cosas que lo son menos. ¿Qué no soportas de viajar?
Odio todo lo que implica ir en avión, más que el viaje en sí. Odio todo ese protocolo, tanto antes como después. Hubo un día en que me hicieron quitarme los zapatos, y les dije: “No puedo, no puedo ir descalza nunca porque soy alérgica a la humedad, al suelo, no puedo”. Estuve a punto de no volar, pero al final lo hice. No soporto esas cosas. Así que, mira, en octubre tengo que ir a Nueva York porque estrenaré una obra en el Teatro de la Abadia, que se llama Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite, y vamos a hacer una lectura de la obra en Manhattan. Me han dicho que, como ya tengo más de 70 años, me pondrán en preferente y que todo irá sobre ruedas. Voy porque voy con mis compañeras, pero la verdad es que no me apetece nada.
¿Tu próximo viaje?
Tengo un viaje pendiente con mi marido, es el del Cantábrico, en ese tren de lujo donde viajas, cenas y todo.

¿Cuál fue tu primer gran viaje?
Creo que el viaje que hicimos a Rusia fue impresionante, sobre todo llegar hasta Leningrado, que en esa época, allá por el 92 o 93, Rusia estaba en una situación fatal. Leningrado, una ciudad imperial, con unas calles vacías y una pequeña cola de gente esperando para entrar en una mercería. Era una ciudad con una atmósfera única, absolutamente imperial. El viaje en sí, la llegada en barco hasta allí, fue bastante sombría, con niebla, pero fascinante al mismo tiempo. Me gustó mucho ese viaje y todas las excursiones que hicimos por allí. Aparte de ese, el otro que más recuerdo fue el que hice por Europa en 10 días en coche, pero de Leningrado no me olvido. Otro viaje maravilloso que hice fue en avión a Buenos Aires, en el año 99. Me fui con El Hombre de la Mancha, con Palomita (Paloma San Basílio) y José Sacristán, y nos quedamos en el Hotel Babel, que bueno, es lo que es. Recuerdo que hay un tema de Astor Piazzolla, Buenos Aires y su gente, que dice… Mira, te voy a tocar un fragmento…
En este momento, Mamen se sienta al piano negro que tiene a su espalda y, con una fuerza y energía descomunales, se pone a cantar y tocar, regalándole al tema de Piazzolla la mejor de las interpretaciones.
La Mamen de ocho años, ¿con qué viajes soñaba?
Desde pequeña quería ser bailarina, pero mi madre se puso muy malita y, como era la sexta, me mandaron a un colegio interno. Allí había un piano y, al principio, empecé a tocar lo que escuchaba, investigando y aprendiendo. Recuerdo que era como Sara Montiel, siempre buscando la forma de seguir aprendiendo. Mi sueño de ser bailarina se acabó cuando me compraron las zapatillas de ballet y vieron que, como tenía los pies con juanetes, me dijeron que no valía. Fue un golpe, pero entonces me dediqué al piano y a cantar todas las canciones de moda. Lo curioso es que nunca soñé con viajar, probablemente porque de niña me mareaba mucho, y ahora, que de mayor también me mareo, prefiero contar esas historias.
Nunca soñé con viajar, probablemente porque de niña me mareaba mucho, y ahora, que de mayor también me mareo”

Viajar por trabajo es una cosa, con la familia es otra y con amigas es algo distinto a todo lo anterior. ¿En qué viaje con tus amigas no podíais parar de reír?
Con las de Señoras del (h)Ampa lo pasamos genial. Cuando fuimos a ciertos sitios, nos reímos mucho, especialmente con Malena, con Toni Acosta, con Nuria Herrero... La primera temporada fue la más divertida y, aunque teníamos que hacer cosas bastante escabrosas, siempre nos reíamos un montón.
Viajar, al igual que actuar, nos permite mirar a otras culturas. ¿Cuál ha sido el viaje que más te ha enseñado sobre ti?
Creo que lo que más me ha enseñado han sido los viajes por trabajo. He pasado mucho tiempo en Valencia y Madrid, siempre por cuestiones laborales. Cuando viajas en tren, tienes todo el tiempo para pensar. Los viajes de trabajo, esos son los que más me han marcado. Entre 1990 y 1997 hice cruceros; nos daban un camarote para ir con la familia a cambio de cantar una hora cada noche. Los barcos eran trasatlánticos enormes, con muchos salones para actuar, pero, en cuanto el barco se movía, me iba directo a vomitar, porque me mareaba muchísimo.

Mamen, ¿a qué lugar te llevarías de vacaciones a Logi?
Se ríe a carcajadas y con la voz de Logi dice…
Mira, Logi vive en Sanlúcar de Barrameda, me lo ha contado muchas veces. Ella, a menudo, me invita y me habla de lo bien que está allí cerca del mar. Siempre me está diciendo que vaya, pero yo le digo que la traería aquí, que buscaríamos un sitio por la Costa Brava, más arriba de Cadaqués, a Ampuriabrava, por ejemplo, que es un lugar que tengo muchas ganas de conocer. Las aguas allí son cristalinas y preciosas. Le diría: “Logi, nos perdemos ahí”.
¿Y a la marquesa?
A la marquesa la llevaría a un recital en el Madison Square Garden. Aunque no soy de cosas grandilocuentes, con ella haría una excepción.
Mamen, ¿qué planes tienes para hoy?
Pues hoy tengo que imprimir las separatas para el nuevo capítulo de la próxima temporada de La que se avecina.
Hablar con Mamen García es descubrir a una mujer que vive los viajes con una intensidad única, no solo los físicos, sino también los emocionales. A través de cada anécdota, se percibe a alguien que ha aprendido a no temerle a lo desconocido, a disfrutar de cada paso y a abrazar tanto la vulnerabilidad como la valentía. Mamen, en su vida y carrera, es un viaje constante, una exploradora del alma que, sin frenos, sigue adelante, dejando huella en cada destino que toca.
Como su personaje, la marquesa Victoria Rafaela Balmaseda de Unzeta y Téllez-Girón, que nunca deja de gritar “¡Logiiiiiii!”, con una mezcla de desesperación y glamour, Mamen también nos recuerda que, a pesar de todo, siempre hay algo que nos impulsa a seguir y a no detenernos nunca, aunque sea con la voz quebrada.