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Pequeño bastardo: así llamaba James Dean al Porsche maldito que hace 70 años acabó con su vida y lo convirtió en una leyenda inmortal

Efeméride

El pequeño deportivo alemán, de 110 CV de potencia, era todo un peso pluma; pesaba solo 550 kilos, por lo que podría alcanzar una punta de 230 km/h

Con el dorsal 130 listo para competir, Dean se accidentó fatalmente cuando se dirigía al circuito de Salinas para participar en la primera carrera al volante de su nueva adquisición

Con el dorsal 130 listo para competir, Dean se accidentó fatalmente cuando se dirigía al circuito de Salinas para participar en la primera carrera al volante de su nueva adquisición

Bettmann / Getty

Un joven inconformista de mirada melancólica y modales rudos, comportamiento desafiante y, a la vez, apasionado y reservado que vivió deprisa y falleció prematuramente de forma trágica. James Dean tenía todos los condicionantes para convertirse en una leyenda eterna. Sucedió poco antes de las 6 de la tarde del 30 de septiembre de 1955 cuando llegó al cruce donde la autopista 41 se bifurcaba hacia Fresno. Allí se vio envuelto en un accidente fatal que le costó la vida, pero que le valió la gloria.

Los inicios de Dean como actor no fueron fáciles, tuvo que luchar para hacerse un hueco, tanto en su profesión como en la vida. Su breve carrera como actor en Broadway llegó tras unos hambrientos años de sequía laboral. No sería hasta 1955 cuando, con 24 años, conseguiría sus primeros papeles protagonistas en películas de Hollywood.

James Dean, al volante, junto a Rolf Wütherich, el mecánico de Porsche que le acompañaba en el accidente con el 550 Spyder
James Dean, al volante, junto a Rolf Wütherich, el mecánico de Porsche que le acompañaba en el accidente con el 550 SpyderPorsche

Su recordado personaje de Caleb Trask, de la película “Al este del Edén” (1955) le encajaba a la perfección. El director del filme, Elia Kazan, tuvo claro en su momento que era el actor ideal para interpretar aquel papel. Dean era un tipo conflictivo que se movía entre la intensidad agresiva y la fría ecuanimidad. Era cínico y vulnerable a la vez; una manera de ser y comportarse, dentro y fuera de los rodajes, que marcó su forma de actuar.

Para entender su comportamiento hay que conocer sus raíces. Cuando contaba con apenas 9 años, su madre murió de cáncer y su insensible padre lo envió entonces al hogar de su tía, donde se sintió incomprendido y abandonado. Su viaje para salir de la oscuridad fue una lucha contra la angustia adolescente. De todo aquello nació una fragilidad bajo una delgada capa de frialdad, que fue precisamente la que le permitió convertirse en un héroe para su público. El actor era un espejo en el que se miraba la juventud de los años cincuenta.

James Dean y Lew Bracker, junto al 356 Speedster, hablando con el piloto Dale Johnson antes de unos entrenamientos
James Dean y Lew Bracker, junto al 356 Speedster, hablando con el piloto Dale Johnson antes de unos entrenamientosPorsche

Tras sólo tres películas –Rebelde sin Causa (1955), Al este del Edén (1955) y Gigante (1956)–, su popularidad se disparó y los grandes estudios de Hollywood se peleaban por él. Trataron de domesticar a esa “fiera salvaje”, que se enfrentaba a las encorsetadas costumbres del mundo del cine con resistencia, escepticismo e incluso condescendencia, empeñándose en vivir deprisa y siguiendo de forma obstinada sus propias reglas. Y aunque se le prohibió practicar deportes de riesgo, James Dean entró a formar parte de la competición automovilística –una de sus pasiones–, participando en las carreras de la Costa Oeste y en otras pruebas locales con su Porsche 356 Speedster.

Vivir a toda velocidad

Los vehículos deportivos más aerodinámicos de Stuttgart ejercían una atracción especial sobre James Dean. Eran rápidos y estilizados, emocionales y pragmáticos. Aquellos modelos se adaptaban a la perfección a su estilo de vida inconformista. En septiembre de 1955, cuando Dean cambió su 356 por un 550 Spyder, mucho más rápido por su extrema ligereza, Porsche era ya un símbolo de estatus en Norteamérica. La marca era aún muy joven y sus coches eran espartanos, pero auténticos y con una deportividad sin concesiones que enamoró a Dean.

James Dean junto a su Porsche 550 Spyder
James Dean junto a su Porsche 550 SpyderPorsche

Aquel otoño disfrutaba de su nuevo juguete consciente de haber dado un gran paso adelante en el negocio del cine gracias a que su agente negociaba honorarios cada vez más elevados. El 30 de septiembre emprendió un viaje al circuito de Salinas por la Ruta 46 de California, adentrándose en el valle de Cholame Creek, donde apenas unos pocos coches circulaban en la inmensidad del desierto. Dean tenía previsto participar en una carrera, por lo que viajaba junto con el mecánico alemán Rolf Wütherich, que le había recomendado hacer un cuidadoso rodaje al 550 Spyder, que apenas tenía unos días, antes de su primera experiencia en circuito.

Los 515 kilómetros que separaban Hollywood de Salinas eran perfectos para preparar el deportivo de motor central antes de su gran estreno en competición. El pequeño 550 Spyder, con su motor bóxer de cuatro cilindros y 110 CV, pesaba sólo 550 kg y era capaz de alcanzar los 230 km/h cuando se pisaba a fondo el acelerador, por lo que la diversión y la competitividad estaba garantizada frente a sus otros rivales.

El Porsche accidentado de James Dean fue expuesto en algunas escuelas californianas para sensibilizar sobre la seguridad vial
El Porsche accidentado de James Dean fue expuesto en algunas escuelas californianas para sensibilizar sobre la seguridad vialYoutube / cbzdepetroleo

Pero el destino tenía otro final reservado para el biplaza plateado con el número 130 pintado en su carrocería y apodado por Dean como “Little Bastard” (pequeño bastardo) por su genio y sus reacciones violentas. Aquel joven rebelde de corazón salvaje murió de camino al hospital tras chocar contra un Ford. Setenta años después, su leyenda sigue viva y envuelta en lo que algunos consideran una maldición.

Tras el siniestro, William Eschrich compró lo que quedaba del Porsche y cedió parte de los componentes aprovechables del coche al piloto aficionado Troy McHenry, que acabaría muriendo en un accidente. George Barris, reconocido creador de coches para cine y televisión, compró los restos del 550, posteriormente desaparecidos, y difundió la idea de que el coche estaba maldito.