La Conferencia sobre el Océano de Naciones Unidas celebrada esta semana en Niza (Francia), la UNOC3, que ha reunido a representantes de 95 países, ha dado un primer impulso a la alianza de los países que rechazan la minería submarina en aguas internacionales, una modalidad de explotación que encuentra cada vez opositores.
De esta cumbre no se esperaban grandes acuerdos, pero sí que sirviera de impulso para frenar las grandes amenazas que se ciernen sobre él, como la sobrepesca o la contaminación. Entre los avances figuran el aumento de 26 a 37 en el número de países que se comprometen a prohibir la minería en aguas profundas internacionales, un asunto que se va a dirimir en julio en una reunión de la International Seabead Authority, organismo multilateral que tiene las competencias en este asunto. Hay que recordar que Donald Trump ya ha autorizado unilateralmente esa explotación en aguas internaciones aprovechando el vacío legal de la ley del Mar, que este país no reconoce.
El compromiso de España es llegar a conservar el 27% de sus aguas con nuevas áreas marinas protegidas
Pese a los esfuerzos diplomáticos del presidente Emmanuelle Macron, la cumbre finaliza sin que se pueda anunciar la entrada en vigor del Tratado de Alta mar, que requiere la ratificación de 60 países. Al final, se ha logrado alcanzar 50 documentos de ratificación y el compromiso de que, para septiembre, serán ya 67. Se dará así luz verde a un tratado que permitirá, entre otros asuntos, proteger el 30% de los océanos y crear grandes áreas protegidas en aguas internacionales e impedir su explotación que haya unos informes ambientales previos. “Habrá que ver qué pasa al final con esos compromisos”, afirma Remi Parmentier, que ha seguido de cerca el evento en Niza.
También se anuncia que ya son 97 países los países partidarios de limitar la producción de plástico en un futuro tratado sobre esta contaminación. Es un avance menor, pues ya se contabilizaban 95 en la negociación previa, en la que las presiones se han centrado en basar la respuesta en el reciclaje.
La extracción de hidrocarburos
Acabada la conferencia en Niza, en las declaraciones se ha echado en falta las referencias a la explotación creciente de hidrocarburos en el océano, si bien se ha reconocido los graves impactos que genera el cambio climático en la vida marina, las corrientes oceánicas, la acidificación del agua o la subida de nivel del mar. Salvo una referencia a una paulatina reducción de esta actividad por parte del brasileño Lula da Silva y Macron, en la iniciativa llamada “Challenger Blue NDC”, y pese a los argumentos científicos y la campaña de 200 oenegés para conseguir una moratoria, la realidad es que el asunto ha sido, en palabras de los portavoces de esta campaña “el elefante en la habitación del que nadie quiere hablar”. Por el contrario, si ha habido un mensaje repetido hasta la saciedad ha sido la necesidad de confiar en el diagnóstico científico. Un mensaje que parecía dirigido al gran país ausente de esta conferencia: Estados Unidos, al que Trump solo envío a dos observadores.
Por primera vez se ha puesto sobre la mesa la necesidad de que el océano sea más silencioso, tras probarse el impacto que genera en la vida marina el ruido de cientos de miles de trayectos marítimos de grandes buques. Tras la campaña de oenegés ha nacido una coalición de 37 países, liderada por Panamá y Canadá, que se comprometen a poner en marcha medidas para evitarlo, ya sea disminuyendo la velocidad de los barcos o mejorando los diseños. “Es un paso importante porque ese grupo puede promover cambios en las normas del transporte marítimo mundial”, apunta Carlos Bravo, de Ocean Care, una de las implicadas en la campaña.
También muchos países han hecho anuncios de que van a aumentar sus áreas marinas protegidas, como la Polinesia Francesa, que va a proteger el 100% de su zona económica exclusiva. España, como anunció el presidente Pedro Sánchez, llegará al 25,7% con cinco nuevas áreas marinas protegidas, entre ellas la costa central catalana frente al Maresme.