La presencia generalizada de microplásticos en el aire en diferentes ambientes interiores es hasta 100 veces más de lo que se creía hasta ahora, con la inhalación de hasta 68.000 partículas al día que pueden generar impactos en la salud humana. Así lo revela un trabajo científico que esta semana se da a conocer y vuelve a poner de actualidad una contaminación que cada vez despierta más preocupación, pero que de momento sigue en aumento, según denuncian los científicos y activistas ambientales. En una semana comienzan en Suiza las nuevas negociaciones de un tratado global, auspiciado por la ONU que busca limitar la producción de este material, pero las perspectivas no son buenas.
Algunos análisis recientes ya ponían en evidencia que la concentración de microplásticos (los de menos de cinco milímetros) en suspensión en espacios interiores es hasta ocho veces mayor que en ambientes exteriores. También que son 30 veces más los que hay depositados sobre objetos dentro de una habitación. Dado que en los países desarrollados las personas pasan en recintos interiores el 90 % del tiempo, incluido un 5 % que están en automóviles, científicos de la Universidad de Toulouse quisieron comprobar a qué cantidad estamos expuestos, teniendo en cuenta las partículas que pueden ser inhaladas porque tienen un tamaño entre uno y 10 micrómetros de diámetro.
Para comprobarlo, Nadia Yakovenko y sus colegas analizaron 16 muestras de aire, que fueron recogidas en viviendas, oficinas y cabinas de vehículos, mediante una espectroscopia Raman, que permite comprobar sus componentes. Descubrieron que la concentración media de estas partículas en espacios residenciales era de 528 unidades de media por metro cúbico y que subían hasta 2.238 en los vehículos, sobre todo de polietileno en las primeras (es muy utilizado en textiles y envases) y de poliamida en los segundos. De hecho, estas partículas suponen hasta el 97% del total del polvo analizado y, además, el 94 % tiene un tamaño que puede inhalarse. A continuación, combinaron estos datos con los otros ya conocidos de densidades. La conclusión a la que llegan es que la situación, al buscar partículas más pequeñas, es mucho peor que la que se había detectado: los adultos inhalan cada 24 horas unas 3.200 partículas de entre 10 y 300 micrómetros de diámetro, y hasta 68.000 de las más pequeñas.
Aunque señalan que se precisan más investigaciones para ampliar los resultados, de momento estos hallazgos, publicados en la revista científica PLos One, sugieren que el riesgo para la salud humana no deja de aumentar en relación con este material. De hecho, ya hace dos años que una investigación los había encontrado en el tejido pulmonar humano, pero ahora se pone en evidencia en qué cantidad se inhalan. “Miremos donde miremos, los encontramos y esto es una preocupación porque son completamente invisibles a simple vista y llegan a lo más profundo de nuestros pulmones”, señala Yakovenko en un comunicado.
Estos componentes pueden liberar aditivos tóxicos como isfenol A, ftalatos y compuestos bromados
Jeroen Sonke, director de Investigación del CNRS francés, que ha colaborado en este trabajo, añade a La Vanguardia que, además, “pueden liberar aditivos tóxicos como bisfenol A, ftalatos y compuestos bromados (retardantes de llama) que son aditivos que alteran la función endocrina y aumentan el riesgo de nacimientos prematuros, trastornos del desarrollo neurológico, defectos congénitos reproductivos masculinos, infertilidad, obesidad, enfermedades cardiovasculares, enfermedades renales y cánceres”. Reconoce que no se sabe suficiente sobre cuántos se acumulan en los pulmones o se expulsan al toser o con la mucosidad, pero apunta que “algunos probablemente permanecerán allí durante años y los más pequeños penetrarán en las células pulmonares”.
En el caso de las viviendas o espacios interiores, Sonke apunta que el origen, además de la ropa, son alfombras, tapetes, cortinas, suelos de linóleo o la pintura acrílica. “A menudo vivimos dentro de una caja de plástico tridimensional y con el tiempo, la radiación UV y la abrasión física, todos estos plásticos se fragmentan”. En los vehículos, además, cada vez se usa más plástico para rebajar su peso en aras de la sostenibilidad.
A menudo vivimos dentro de una caja de plástico tridimensional y con el tiempo, la radiación y la abrasión física, todos estos plásticos se fragmentan
La detección de microplásticos en el cuerpo humano va a más en últimos tiempos. Ya se ha encontrado en la sangre, el cerebro, la placenta, el aparato digestivo o la leche materna. Hasta ahora, la vía más conocida por la que llegaban era la ingestión -de ahí que se recomiende no recalentar comida en envases-, pero ahora se sabe que están distribuidos por todos los espacios: en las nubes, las lechugas que se cultivan o en toda la columna de agua del océano, como también han publicado hace unas semanas.
En España, científicos como la química Ethel Eljarrat, directora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC), o Nicolás Olea, de la Universidad de Granada, llevan años alertando del riesgo de los componentes adheridos a los polímeros, que son los que hacen posible que tengan diferentes características según su destino final. Eljarrat comenta que estos resultados franceses cuadran con estudios anteriores del IDAEA y destaca que “cuanto más pequeños son los microplásticos que se buscan, en más cantidad aparecen, pero falta investigar más sobre los impactos en la salud por los muchos tóxicos asociados, cada uno con un efecto”.
Recomendaciones
Ventilar a diario, aspirar el polvo, evitar los sintéticos en la decoración o la ropa y, en general, comprar poco plástico
En la misma línea, el investigador Nicolás Olea hace hincapié en el cóctel de compuestos químicos a los que estamos expuestos: “Se habla mucho del impacto físico, de que causan inflamación y oxidación celular, pero luego están los efectos biológicos, orgánicos, que provocan esos compuestos que los acompañan y que en los suelos de casa respiran bebés o mascotas continuamente”.
Preguntados por recomendaciones para la ciudadanía, los tres científicos coinciden en la importancia de ventilar a diario, aspirar el polvo, evitar los sintéticos en la decoración o la ropa y, en general, comprar poco plástico. Sonke aconseja también “votar a partidos políticos que se toman en serio la ecología y el cambio climático”. A las industrias, “diseñar productos con menos tóxicos”. Son consejos similares a los que recoge una guía de la Asociación de Pacientes con EPOC para quienes tienen problemas respiratorios.
A nivel internacional, ante la urgencia de poner coto a la contaminación plástica, se sigue negociando un tratado global, promovido por la ONU, que ponga límite a la producción, promueva y apoye un reciclaje más efectivo y mejore los diseños. La próxima reunión, del 5 al 15 de agosto en Ginebra (Suiza), la sexta, llega sin que hasta ahora haya habido grandes avances entre el bloque de países petroleros y productores, que se niegan a rebajar la fabricación, y los más proclives a poner un tope, como ha sido hasta ahora el caso de la UE. Pero en este asunto, como en otros ambientales, la Comisión Europea ya ha señalado que está dispuesta a ‘flexibilizar’ su postura en aras de un consenso que, según organizaciones ambientales podría dejarlo en algo muy descafeinado.