Este verano las llamas han escrito uno de los episodios más tristes de la historia reciente de nuestro país. En lo que va de año, los incendios forestales han devorado más de 400.000 hectáreas, según datos provisionales del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS). Una cifra que multiplica por cinco la media de los últimos veinte años. Para hacerse una idea: es como si se hubiera quemado de golpe la mitad de la Comunidad de Madrid.
Miles de personas han sido evacuadas en Galicia, Castilla y León o Extremadura, cientos de pueblos han visto dañadas sus viviendas y medios de vida, y ecosistemas únicos han sufrido daños irreparables. Lo más trágico: 8 personas han perdido la vida.
Los estudios que analizan la evolución de los incendios forestales constatan que el cambio climático ha aumentado su peligrosidad. El incremento de las temperaturas extremas, las sequías persistentes, la despoblación rural y la acumulación de biomasa en los montes configuran un escenario de riesgo, en el que los servicios de extinción se ven frecuentemente desbordados.
No es casualidad que la mayoría de la superficie quemada haya ocurrido durante la ola de calor más intensa registrada hasta ahora por Aemet y que se prolongó dieciséis días consecutivos. La ciencia del clima lleva décadas advirtiéndonos: los eventos extremos —olas de calor, incendios, sequías o danas— serán cada vez más frecuentes e intensos a medida que aumente la temperatura global. El sur de Europa es, además, una de las regiones más expuestas porque el ritmo de calentamiento es mayor.
La última ola de calor dejó 1.431 muertes atribuibles al calor extremo, en su mayoría personas mayores y otros grupos vulnerables
El impacto del cambio climático no se limita solo a los bosques y a nuestras ciudades. Nuestra salud también está siendo gravemente afectada. Según el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III, la última ola de calor dejó 1.431 muertes atribuibles al calor extremo, en su mayoría personas mayores y otros grupos vulnerables. La emergencia climática no es solo el mayor desafío ambiental, es también un reto de seguridad, salud pública, economía y justicia social.
Ante un desafío de esta magnitud, no hay soluciones mágicas ni atajos fáciles. Pero sí una certeza: nadie puede afrontarlo en solitario. La emergencia climática interpela a todas las instituciones, independientemente de su ámbito competencial y de su color político; a todos los agentes económicos y sociales y preocupa a toda la ciudadanía. Según el último Eurobarómetro el 88% de los españoles considera el cambio climático un problema grave. Existe un consenso social muy amplio sobre la importancia de conservar nuestro patrimonio natural.
Por eso, apoyamos un pacto de Estado en materia de adaptación al cambio climático, tal y como había sido propuesto por distintos agentes económicos y sociales, y también por quienes firmamos este artículo.
La voluntad de acuerdo transversal a todos los niveles existe: ahora toca transformarla en hechos
En 2020, durante la pandemia, impulsamos el Manifiesto por una Recuperación Sostenible, respaldado ampliamente por sindicatos, empresarios, ONG, partidos políticos, periodistas, científicos y muy diversas organizaciones de la sociedad civil. En 2022, tras otra ola de calor e incendios devastadores, promovimos el Pacto País por la Adaptación, apoyado de nuevo de forma muy transversal.
Responsables de la mayoría de partidos políticos, incluidos PSOE, PP, Sumar, Podemos o ERC, firmaron a título individual estas iniciativas. También se contó con el respaldo de las empresas, en concreto del Grupo Español para el Crecimiento Verde, que representa cerca del 70% del IBEX-35. En este sentido, también se ha expresado la Asamblea Ciudadana para el Clima. La voluntad de acuerdo a todos los niveles, por tanto, existe: ahora toca transformarla en hechos.
Este pacto será exitoso si es capaz de sumar voluntades y mantener su vigencia más allá de las legislaturas y de los ciclos políticos. Para ello, debe traducirse, en primer lugar, en un compromiso político de cooperación y entendimiento, que dé confianza y esperanza a la ciudadanía.
Además, debe establecer metas concretas, con recursos suficientes y acordes al ritmo acelerado de los impactos. Finalmente, debería ser más que un pacto político: es también la oportunidad de alcanzar un gran acuerdo, un pacto de país, que involucre al sector público y al sector privado e incluya a entidades sociales y agentes económicos.
La alternativa, desgraciadamente, ya la conocemos. Cuando la política fracasa en construir consensos en torno a cuestiones vitales, se abre la puerta a la antipolítica: a quienes niegan la evidencia científica, se alimentan del desencanto y siembran división. Los consensos, por tanto, no son solo herramientas contra la emergencia climática: son también un muro de contención frente a la desafección y puentes por donde pueden transitar los mejores valores de nuestra sociedad, además de constituir una oportunidad para demostrar que la política y el bien público importan.
No somos ingenuos: este pacto no se construirá de la noche a la mañana y exigirá un proceso arduo. Pero creemos firmemente que es posible y que merece la pena. Por eso proponemos un primer paso inmediato: la creación de una comisión mixta específica en el Congreso y en el Senado, o el aprovechamiento de las comisiones ya existentes, para debatir y concretar su contenido.
Esta comisión, coordinada y compatible con el trabajo de la Conferencia de Presidentes, debería abrirse a una participación amplia que incluya a personas expertas, agentes sociales y económicos, representantes del mundo rural, ONG, administraciones locales y asociaciones profesionales, entre otros. Estamos convencidos de que se evidenciará un deseo mayoritario de alcanzar grandes acuerdos.
Cuando la política fracasa en construir consensos en torno a cuestiones vitales, se abre la puerta a la antipolítica: a quienes niegan la evidencia científica
Las proyecciones científicas señalan que los impactos del cambio climático serán cada vez más intensos. Pero también sabemos que, unidos, podremos afrontarlos en mejores condiciones. Un pacto por la adaptación es una manera efectiva de salvar vidas, proteger territorios y multiplicar esperanzas. No esperemos a que otra catástrofe nos lo recuerde: la mejor forma de prevenir los incendios de mañana es avivar los consensos desde hoy.
Mikel González-Eguino, investigador Ikerbasque en BC3
Lara Lázaro, investigadora principal del Real Instituto Elcano y profesora del Centro de Enseñanza Superior Cardenal Cisneros
Carlos Mataix, director del Centro de Innovación en Tecnología para el Desarrollo Humano (itdUPM) de la Universidad Politécnica de Madrid
Joaquín Nieto, ex director de la OIT para España y presidente de la APDHE
Asunción Ruiz, directora ejecutiva de SEO/BirdLife
Gonzalo Sáenz de Miera, presidente del Grupo Español para el Crecimiento Verde
Alicia Torrego, directora de la Fundación Conama
Víctor Viñuales, cofundador y ex director ejecutivo de ECODES.