Nuevos testigos de hielo de glaciares de montaña amenazados por el cambio climático ya están camino del Santuario de la Memoria del Hielo en la Antártida, una cueva artificial construida en el suelo helado de ese continente. Las muestras contienen la historia del clima de la Tierra desde hace millones de años y que se quieren preservar para las futuras generaciones de científicos antes de que puedan desaparecer a consecuencia del calentamiento global. El proyecto, apoyado por la Unesco, tiene como base la estación polar italo-francesa Concordia, en la meseta interior antártica.
Estos días, el barco italiano Laura Bassi navega ya hacia el sur con los primeros núcleos de hielo glaciar que han sido extraídos en el Mont Blanc, en Francia, y en el glaciar de los Alpes Grand Conbim. Está previsto que lleguen en las próximas semanas a la base polar Mario Zucchelli, de donde viajarán en avión hasta el Santuario de la Memoria de Hielo que se prepara en Concordia, un lugar excavado en la nieve con una temperatura contante de entre 50ºC y 58ºC bajo cero, lo que garantizará, apuntan sus promotores, su conservación durante siglos sin necesidad de energía. También viajarán hasta allí los testigos recogidos en las cumbres de Tayikistán, en el Himalaya occidental, en una compleja expedición finalizada hace unos días.
Un registro histórico del clima
Bloques de hielo recogidos en las cumbres de todo el planeta se guardarán en la Antártida
La idea de crear un santuario de testigos de hielo de montaña se ha consolidado con el tiempo. Estos cilindros extraídos del suelo helado se consiguen tras perforar glaciares en Groenlandia, la Antártida o, como los del santuario, en alta montaña. Su valor radica en que contienen un registro histórico del clima y la atmosfera terrestre desde hace cientos, miles e incluso millones de años gracias a las partículas y burbujas de aire que quedaron atrapadas en el interior de la nieve congelada.
Contar con un santuario internacional para estas muestras de glaciares de montaña, que desaparecen cada vez a mayor ritmo, fue lanzada en 2015 por los científicos polares franceses Jerome Chappellaz y Patrick Ginot, cofundadores de la Fundación Memoria de Hielo (FMH) en 2021. Finalmente, en junio pasado, en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos celebrada en Niza, se anunció su existencia, si bien es ahora cuando viajan hasta ese lugar, financiado en parte la Fundación Príncipe Alberto de Mónaco, los primeros núcleos de hielo recogidos en los últimos años en diferentes expediciones y donados para estar allí.
Thomas Stocker, climátologo suizo que preside la FMH, quien fue premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA en 2023, explica a La Vanguardia que son los científicos quienes hacen las perforaciones y se las donan. “Nosotros recibimos su donación o les pedimos dedicar uno de los testigos que consiguen a este santuario,. Tiene que venir con una descripción de su objetivo científico, las características del lugar y del glaciar (ubicación, temperatura, acumulación y espesor del hielo, edad estimada, etcétera). Luego el Comité Ejecutivo de la fundación decide”, comenta Stocker.
La última expedicion ha sido al Himalaya, en concreto al glaciar Kon Chukurbashi del macizo del Parmi (Tayikistán), donde un equipo internacional de 15 investigadores, bajo el paraguas financiero del Instituto Polar Suizo, ha extraído dos núcleos de hielo de unos 105 metros de largo a una altitud de 5.814 metros. Hasta allí tuvieron que subir con 800 kilos de equipamiento y luego bajar con el hielo a la espalda. A espera de su análisis posterior, se cree que estos testigos contienen 700 años de historia del clima en una zona donde están algunos de los glaciares más antiguos del hemisferio norte y se producen fenómenos climáticos aún poco claros. Uno de los dos ya ha sido donado al santuario antártico.
Grandes cumbres
Muestras de Italia, Noruega, Bolivia, Francia y Tayikistán, Rusia y Suiza
Perforación del glaciar en las montañas de Pamir de Tajikistán, a finales de septiembre de 2025
De momento, entre los socios fundadores del santuario hay instituciones científicas francesas, italianas y suizas. Su objetivo es lograr testigos de 20 glaciares de montaña en dos décadas, para lo que esperan recaudar 30 millones de euros entre 2025 y 2030. Desde que comenzó a hablarse del proyecto en 2016 hasta ahora se han realizado nueve perforaciones en montañas que dejaran muestras en esta base de hielo: una de cumbres en Italia, Noruega, los Andes de Bolivia, Francia y Tayikistán y dos en diferentes montañas de Rusia y Suiza. El testigo cilíndrico de más altitud se consiguió en 2017 a 6.300 metros en el nevado Illimani de los Andes. Tiene 137 metros de longitud.
Sobre quien tendrá acceso a este material, Stocker explica que la fundación piensa en el largo plazo y que se prevé que sea un comité científico quien decida sobre el acceso a las muestras, si bien asegura que será para “instituciones de investigación con capacidades analíticas probadas”.
Entre las futuras expediciones que colaborarán con el santuario, destaca una a las cumbres de la isla australiana Heard, un lugar donde los glaciares han perdido ya una cuarta parte del hielo; también está prevista otra a la meseta de los Andes peruanos y al Campo de Hielo Eclipse entre Canadá y Estados Unidos. Por desgracia, la que se programó para el Kilimanjaro (Tanzania) en 2022 tuvo que ser suspendida por problemas burocráticos, pese a ser un lugar prioritario porque desde 1912 ya ha desaparecido el 85% de su hielo. “Era una oportunidad que ya se ha desvanecido”, reconoce Stocker. “Por eso se trata de preservar ese material natural que es valioso”, añade.
Recopilar estos testigos cilíndricos del interior del hielo es actualmente uno de los principales focos científicos también en los polos. El más antiguo recogido, este mismo año en el interior de la Antártida, tiene 1,5 millones de años. Con 2,8 kilómetros de largo, forma parte del proyecto europeo Beyond EPICA y revelará datos de un pasado que pueden ser fundamentales para un presente de cambio climático.
Dentro de 50 o 100 años, las capacidades analíticas superarán nuestra imaginación
Investigadores en busca de muestras en las montañas de Pamir de Tajikistán
Curiosamente, ese hielo ha hecho ya el viaje contrario para su estudio: de la Antártida a Italia. “Ese es uno de los problemas a los que se enfrenta el santuario: en la Antártida no se pueden hacer investigaciones como las que se precisan con esos testigos para descubrir lo que contienen. Además de lo que supone el transporte desde muchos sitios del mundo hasta un lugar como Concordia, tan aislado, es un proceso complicado y muy costoso”, señala el científico Antonio Quesada, responsable del programa polar español.
Para sus promotores, sin embargo, que estén allí es la solución perfecta para que, en el futuro, científicos de todo el mundo puedan tener acceso a estos registros congelados, habida cuenta que desaparecen. Solo en Europa central, por ejemplo, se ha perdido hasta el 40% de la masa de los glaciares en lo que va de siglo XXI y en el Himalaya se calcula que hasta tres cuartas partes podría derretirse antes de que acabe.
Stocker no duda en calificar de “fundamental” conservarlos. “Dentro de 50 o 100 años, las capacidades analíticas superarán nuestra imaginación, como hace cien años se desconocía que se podría reconstruir la historia completa de las concentraciones de gases de efecto invernadero de la Tierra a lo largo de 800.000 año y ahora se hace. Dado que la ciencia avanza constantemente, las futuras generaciones de investigadores de núcleos de hielo podrán extraer mucha más información ambiental si los guardamos porque entonces todo indica que estos archivos se habrán perdido para siempre”, afirma. En su opinión, “es más complicado y costoso, si no imposible, garantizar el almacenamiento durante un siglo en una institución en Europa que mantenerlo en la Antártida, donde la temperatura se mantendrá estable por debajo de 0 °C durante siglos. Por cierto, que tampoco ocurriría en Groenlandia”, apunta.
Está previsto que en diciembre de este año, ya estén bajo el desierto de hielo antártico las primeras muestras de un santuario que se levanta sin un límite de volumen debido a las favorables condiciones climáticas del Domo C donde está la base Concordia. “Construir otra bóveda bajo el hielo es una operación relativamente sencilla”, recuerda el climatólogo suizo.



