El mundo está perdiendo a sus mariposas. En Estados Unidos, las poblaciones se han reducido 22% en solo dos décadas, según un estudio publicado hace pocos meses. En Europa, la tasa de disminución alcanza el 36%. El clima extremo, que se extiende a lo largo del planeta producto del calentamiento global, asoma como una de las principales causas de esta alarmante disminución. Así lo ha documentado una científica catalana que ha estudiado el impacto de las altas temperaturas y de la sequía en las mariposas que habitan en dos paisajes protegidos de la región. Su trabajo de campo y de laboratorio revela que bastan dos días al mes con temperaturas superiores a 40°C para provocar un descenso de la especie, impacto que puede ser más brusco con la combinación de un periodo de sequía y que puede replicarse a otros insectos.
Maria Vives Ingla es graduada en Biología por la Universidad de Barcelona, máster en Gestión de la Biodiversidad, doctora en Ecología Terrestre e investigadora de CREAF. Lleva desde hace más de diez años siguiendo de cerca a las mariposas que habitan en el Parque Natural de los Aiguamolls de l’Empordà y en el bosque de Can Jordà, en el Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa. La observación -combinada con sensores ambientales y modelos matemático- ha permitido certificar que los “microclimas” de estos paisajes, zonas con una temperatura, sombra o humedad diferente al ambiente, pueden “aliviar” los crecientes impactos del cambio climático, proporcionando, por ejemplo, condiciones de menor temperatura y mayor humedad.
Una breve combinación de sequía con olas de calor, como se dio en 2024, ya es suficiente para que un insecto no acabe su desarrollo correctamente
Escena primaveral en los Aiguamolls del Empordàm uno de los espacios estudiados por Maria Vives Ingla.
Sin embargo, en paralelo, Vives y su equipo de trabajo han descubierto un hallazgo preocupante: si se cumplen los peores escenarios futuros de calentamiento y aumenta la frecuencia de los fenómenos meteorológicos más raros e intensos, como olas de calor superiores a 40 °C combinadas con sequía, las “reglas del juego” cambian.
En este escenario, los bosques pierden su “efecto protector” y se produce un “alarmante descenso generalizado” de las poblaciones de mariposas, independientemente del microhábitat que elijan para reproducirse. “Estas proyecciones ponen de manifiesto que los refugios microclimáticos pueden ofrecer una protección temporal, pero no garantizan la resiliencia a largo plazo frente a los fenómenos más extremos e imprevisibles”, explica la experta.
Los hallazgos, extrapolables a muchas otras zonas del mundo, son un “toque de atención” sobre la rápida pérdida de adaptación de las mariposas y muchos insectos a la nueva realidad climática. Una breve combinación de sequía con olas de calor, como ocurrió en Catalunya en 2024, “ya es suficiente para que un insecto no acabe su desarrollo correctamente”. “Si no paramos el cambio climático, el colapso de muchas especies ocurrirá”, advierte Vives.
Dónde poner los huevos marca la diferencia
La especie de mariposa blanca verdinervada (Pieris napi) pone sus huevos en zonas sombreadas
La investigación confirma que la elección del microhábitat por parte de las mariposas puede determinar su supervivencia frente a olas de calor. El estudio se llevó a cabo con dos especies de mariposas comunes en Catalunya, la blanca verdinervada (Pieris napi) y la blanquita de la col (Pieris rapae), que, a pesar de usar las mismas plantas para alimentarse y poner huevos, seleccionan microambientes muy diferentes: zonas sombreadas en el caso de la blanca verdinervada y áreas abiertas y soleadas en el caso de la blanquita de la col, que pueden experimentar una diferencia de temperatura de entre 3 y 10 °C entre las zonas sombreadas y las soleadas.
El resultado es que las mariposas P. napi, que eligen zonas más sombreadas, reducen drásticamente la mortalidad por calor extremo, “a pesar de ser más sensibles al calor en términos fisiológicos”, explica Jofre Carnicer, investigador del Instituto de Investigación en Biodiversidad (IRBio-UB) y profesor de Ecología en la Universidad de Barcelona (UB), coautor del trabajo.
Sin embargo, este refugio térmico no es imbatible. En las sequías estivales, las plantas huéspedes en zonas sombreadas suelen escasear, poniendo en peligro la disponibilidad de alimento para las larvas. “Por lo tanto, vemos que estudiar el impacto del cambio climático a nivel de microhábitat es clave”, destaca el investigador.
Cuando un refugio deja de proteger
Un objetivo de la investigación fue analizar cómo responde una de las especies, la blanca verdinervada, en un escenario climático sin una reducción drástica de emisiones de CO2, donde la temperatura media del planeta aumenta entre 2 y 4 °C y donde los fenómenos extremos que combinan sequías y olas de calor son más frecuentes e intensos. Para eso, los científicos simularon 10.000 escenarios con distintos niveles de calentamiento y frecuencias de episodios extremos.
Bajo el escenario actual, con un calentamiento rozando un aumento de 1,5º respecto a la era preindustrial, las mariposas que habitan el Parque Natural de los Aiguamolls de l’Empordà -mosaico agroforestal- sufren un 3% de disminución anual, mientras que las del bosque de Can Jordà, microclima que actúa como refugio climático, experimentan un crecimiento del 6%.
Pero en escenario de “eventos combinados o múltiples”, los modelos indican que este efecto protector desaparece y “se produce un alarmante descenso de mariposas”. “Las simulaciones matemáticas hechas en microambientes sombreados indican que solo dos días al mes con temperaturas superiores a 40 °C en verano serían suficientes para provocar tasas de crecimiento negativas. Y si esta temperatura coincide con sequía estival, el descenso sería aún peor”, alertan los investigadores.
El impacto ecosistémico y en los seres humanos
Si esta tendencia de un mayor impacto de los fenómenos extremos se hace realidad, podrían verse afectadas funciones naturales esenciales, como la polinización de las plantas o el alimento para otros animales que dependen de estos insectos para sobrevivir, agregan los científicos. Es decir, la desaparición de las mariposas podría tener implicaciones de gran alcance en distintos ecosistemas y afectar diversas cadenas productivas que benefician a los seres humanos.
“Los insectos son el grupo de animales más abundante y más diverso que hay en la Tierra. Juegan un papel fundamental en los ecosistemas y en la vida de los seres humanos. Son parte fundamental de la dieta de muchos animales vertebrados, como los pájaros y mamíferos. Polinizan a las plantas, una función ecosistémica imprescindible. Ayudan a descomponer también la materia orgánica, un reciclaje continuo de materia y energía que al final nos da vida. A veces puede generar cierto rechazo, pero son importantísimos, más de lo que pensamos”, señala Vives.
Coincide Elise Zipkin, profesora de ecología cuantitativa de la Universidad Estatal de Michigan y una de las autoras del artículo sobre la desaparición de mariposas en Estados Unidos: “El ser humano dependemos de las plantas, los microbios y los animales para el aire que respiramos, el agua que bebemos y los alimentos que consumimos. Sin embargo, estamos perdiendo especies a un ritmo que rivaliza con los principales eventos de extinción masiva en nuestro planeta”.



