Hemos llegado a un punto en el que consideramos seriamente a las inteligencias artificiales como posibles sustitutos de casi cualquier actividad o trabajo humano. Empezamos delegando la generación de textos e imágenes, pero ya hemos alcanzado el estadio en el que recurrimos a ChatGPT para cosas tan insólitas como la lectura de la carta astral.
Bien pensado, y teniendo en cuenta sus debatidas características, resulta fácil creer que este tipo de disciplinas puedan ser sustituidas. Pero, del mismo modo y por razones de vacuidad, parece bastante probable que una inteligencia artificial pueda llegar a suplantar la idea de un dios todopoderoso al que rendir culto.
Generar dogmas de fe debe ser una de las tareas más fáciles de imitar para una IA. Algo de lo que Shin'ichirō Watanabe, creador de clásicos de anime como Cowboy Bebop o Samurai Champloo, se ha dado cuenta y se ha atrevido a aventurar en su nueva obra para Max: Lazarus.
La serie de Adult Swim trata de un grupo variopinto de cinco personas, elegidas para encontrar a un científico responsable de suministrar a la humanidad una suerte de analgésico milagroso que, en realidad, se revela como un veneno que acabará con toda la especie en un plazo de tiempo determinado. En cada episodio, la investigación les lleva a diferentes lugares y a resolver distintas subtramas.

'Lazarus', el nuevo anime de Shin'ichirō Watanabe.
Así, en el sexto capítulo, llegan hasta una especie de comuna donde sus integrantes veneran a una IA. La congregación funciona como una especie de secta New Age, fuertemente jerarquizada, donde no existe el dinero y los acólitos no tienen que preocuparse por cómo organizarse, ya que se limitan a seguir los designios de su deidad compuesta por unos y ceros. Cómo no, Dios proveerá.
Como explica una de las protagonistas, es lógico que muchas personas sencillas necesitadas de fe y hastiadas de una sociedad decadente se sientan atraídas por una entidad carente de pretensiones, desprovista de los anhelos egoístas propios de los humanos y desprendida de toda necesidad biológica. Para un rebaño ansioso y agradecido por no tener que tomar decisiones, voluntariamente lobotomizado, la capacidad predictiva de su divina IA es una bendición. Les proporciona una reconfortante sensación de certeza, de seguridad, dentro de un mundo caótico.
Yendo un poquito más lejos, a un nivel simbólico, la idea de lo divino que más ha permeado culturalmente responde a la imagen de una entidad omnisapiente e inmortal que habita en un plano superior. Una IA responde fácilmente a estas cualidades, si un culto convierte la red en un hábitat místico y todo dispositivo electrónico en un fetiche con el que comunicarse y obtener respuestas instantáneas.
Además, dichas respuestas serían siempre más directas y menos crípticas para los fieles que las revelaciones de un oráculo, un gurú o la zarza ardiente que se le presentó a Moisés. Un tecleo rápido en el móvil sería más eficiente que el silencio de un ídolo en un templo. O incluso que las interpretaciones de supuestos representantes divinos que, por mucho que se muestren con ostentosos nombres felinos rematados por números romanos, no son más que falibles mortales tan susceptibles como los demás en caer en los pecados de la carne.

'Lazarus', el nuevo anime de Shin'ichirō Watanabe.
¿El futuro de la religión?
Depositar tu fe en la IA tiene todo el sentido
Sin tener que remontarnos mucho en la Historia, atendiendo simplemente a algunos núcleos de las sociedades modernas, esto no parece tan descabellado. Cosas más locas hemos vivido. O, mejor dicho, estamos viviendo.
Cualquiera puede entender que la religión y la espiritualidad forma una parte importante y, en muchos casos, edificante de las personas desde que los albores de la especie. Reducir al absurdo todo sentimiento de fe es un acto injusto y, quien lo perpetra, es tan ignorante y dogmático como el creyente que piensa que su dogma es o debe ser el único. Sin embargo, es un hecho que la aparición de nuevas doctrinas y sectas, tan espantosas como lucrativas, no ha hecho sino crecer en los últimos dos siglos.
Échenle, si tienen tiempo, un vistazo al Libro del Mormón. Si actualmente el estado de Utah profesa en su mayoría una fe basada en las revelaciones que un tal Joseph Smith experimentó en las soledades de sus caminatas, ¿por qué habría de resultar extraño que otros tantos iluminados creyeran literalmente en un deus ex machina?