La tecnología puede ser un puente y no un muro. Pau García-Milà, experto en innovación y divulgador tecnológico, lo demuestra con ejemplos reales a través de la serie Tecnología en 1 Minuto, proyecto impulsado por Movistar del cual es embajador. Inspirado por Ramón, de 91 años, que usa la IA con una soltura que ya quisiéramos muchos, García-Milà brinda una serie de consejos en sus redes para acercar herramientas como ChatGPT o Copilot a los mayores.
El primer paso: hablar con la inteligencia artificial
La propuesta de García-Milà es simple y efectiva: instalar estas apps en sus teléfonos y activar el modo de voz. Así no tienen que escribir, y pueden hablar con la inteligencia artificial en su propio idioma, de manera natural. No se trata de convertirlos en programadores, sino de facilitar su día a día. Preguntar por el tiempo, pedir recetas, recordar medicamentos o simplemente conversar… Todo eso se puede hacer ya con la voz. Sin pantallas táctiles complejas ni menús infinitos.
En una sociedad cada vez más digital, este tipo de accesibilidad puede marcar una gran diferencia. Sobre todo, para quienes, por razones de edad o dependencia, necesitan herramientas que respeten sus ritmos y capacidades.
Segundo paso: la seguridad

La IA puede ayudar a los mayores si se les orienta bien sobre ella.
Además de facilitar tareas cotidianas, la IA puede convertirse en un escudo de protección. Pau García-Milà propone enseñarles a usarla para que les evite disgustos. Si reciben una llamada sospechosa o un mensaje que les pide datos bancarios, pueden preguntarle a la IA si parece una estafa. Y la IA les dirá si deben preocuparse.
Herramientas como ChatGPT, desarrolladas por OpenAI, o Copilot de Microsoft, ya tienen integrados modelos capaces de analizar patrones de fraude. Y lo hacen con un enfoque conservador: ante la mínima sospecha, avisan. Esa precaución puede salvar a muchas personas mayores de caer en engaños que, por desgracia, van en aumento.
La protección, sin embargo, no debe limitarse al terreno digital. Desde organizaciones como HelpAge International España insisten en que el bienestar de los mayores depende también del entorno emocional y social en el que se desenvuelven. “La IA no sustituye el cariño ni las relaciones humanas, pero puede complementar los cuidados”, señala García-Milà, recordando que la tecnología debe ser aliada, no reemplazo.
Soluciones como el robot social ARI, desarrollado por PAL Robotics, pueden acompañar a mayores con soledad no deseada. Ofrecen conversación, gestos empáticos y una presencia constante que, sin ser humana, puede aliviar la sensación de abandono. La clave está en diseñar tecnologías centradas en la funcionalidad, no en la complejidad. La IA debe adaptarse a las personas, no al revés.