La profesora Elisa Guerra advierte: “La cuestión no es si la tecnología va a sustituir a los maestros; la pregunta que todo el mundo debería hacerse es si va a sustituir a los alumnos o a sus cerebros”

Futuro de la educación

La docente mexicana Elisa Guerra habla sobre el futuro de la educación

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Elisa Guerra

La educadora mexicana Elisa Guerra lanzó una pregunta al auditorio: “¿Usan inteligencia artificial todos los días?”. La mayoría de los estudiantes levantó la mano. El uso cotidiano de sistemas como ChatGPT se ha colado con naturalidad en la vida académica. Ante este panorama, Guerra, con una trayectoria respaldada por Harvard y más de 25 libros publicados, lanza una advertencia: “La cuestión no es si la tecnología va a sustituir a los maestros; la pregunta que todo el mundo debería hacerse es si va a sustituir a los alumnos o a sus cerebros”, tal como recogen desde el medio Wired.

Su teoría no busca oponerse al avance tecnológico, sino más bien encender las alertas sobre cómo se integra esta revolución en el aprendizaje. Porque no se trata sólo de usar tecnología, sino de repensar qué significa aprender en la era de la inteligencia artificial.

La alfabetización tecnológica como nueva solución educativa

La IA en educación tiene pros y contras

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En diciembre del año pasado, Elisa Guerra fue invitada a Corea del Sur como parte del grupo de expertos de la UNESCO que visitaron instituciones educativas pioneras en el uso de inteligencia artificial. Allí, la integración tecnológica empieza desde el tercer año de primaria y cuenta con un presupuesto estatal de 70 millones de dólares.

“Ellos lo ven como un modelo que ayuda a dividir labores. La tecnología no viene a sustituir al docente, sino a apoyarlo como su asistente de enseñanza”, explicó Guerra, como señalan desde CostaFM. Según este método, el conocimiento básico se delega en sistemas automatizados, liberando al profesorado para centrarse en el pensamiento crítico, la creatividad y el acompañamiento emocional.

Pero el modelo surcoreano no es sólo tecnológicamente ambicioso: es también una respuesta a una crisis social. Según Statistics Korea, como apuntan desde Wired, el suicidio es la principal causa de muerte entre jóvenes de 10 a 49 años. La presión académica es brutal: muchos niños comienzan a prepararse para exámenes desde los 4 años y cerca del 48% está inscrito en academias extracurriculares. Se supone que con la inteligencia artificial van a liberarlos, dejándoles más tiempo para el ocio.

En palabras de Guerra, la clave está en construir una auténtica “alfabetización tecnológica”, algo más técnico que saber usar una app o escribir prompts. “Si pedimos algo que la inteligencia artificial ya puede hacer, ahí nos quedamos. Estamos desaprovechando los cerebros y la capacidad de los estudiantes”, advierte.

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Más que demonizar la IA, Guerra propone integrarla en el sistema educativo: “Tenemos que reinventar las escuelas. Se necesita un nuevo contrato social para la educación, se protege, pero se reinventa, no se puede seguir con un solo modelo de enseñanza”. La inteligencia artificial no es el enemigo. Lo peligroso sería delegar en ella lo que da sentido a la educación: la formación de seres humanos críticos, creativos y libres. Como señala Guerra, “las escuelas juegan un papel trascendental en su misión de formar personas no sólo capaces, sino humanas”.

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