En medio de una carrera tecnológica que avanza más rápido que nuestra capacidad para comprenderla, la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en el epicentro de un debate global. Fascinación, urgencia y preocupación son algunas de las sensaciones que emanan de esta realidad; y, mientras que los gobiernos, empresas y ciudadanos adoptan herramientas cada vez más potentes, una pregunta sobrevuela el complejo escenario actual: ¿estamos haciendo un buen uso de ellas?
Sasha Luccioni, científica e investigadora canadiense, asegura en una conferencia impartida recientemente en el seno de la organización Tecnología, Entretenimiento y Diseño (TED) que “Meta (empresa matriz de Facebook, Instagram y WhatsApp) tiene previsto construir un centro de datos del tamaño de Manhattan en los próximos años”. Algo que, en palabras de esta experta en sostenibilidad de la IA, “emitirá 3,7 millones de toneladas equivalentes de CO2 al año”. Es decir, “tanto como toda Islandia”.
¿Estamos haciendo un buen uso de la inteligencia artificial?
Problemas de los centros de datos
El buen uso de la IA es fundamental para el bienestar del planeta
Muchos hablan de una revolución imparable, pero pocos se detienen a calibrar el impacto real que supone, ya sea a nivel social, económico o ambiental. En este sentido, la responsabilidad, la transparencia o los límites éticos son aspectos clave para el correcto desarrollo de estas herramientas, pero tienden a difuminarse. Por ello, son muchos los expertos que alzan la voz y, en el caso de Luccioni, la científica se ha convertido en una de las figuras más activas en cuanto a la evaluación de los riesgos climáticos que presentan estos sistemas.
“Estamos haciendo un mal uso de la IA a costa de las personas y el planeta”, advierte. “Durante años, activistas y científicos como yo hemos estado alertando sobre la creciente insostenibilidad de la IA. ¿Recuerdan a las gigantes petroleras? Ahora tenemos a las gigantes IA siguiendo exactamente el mismo manual: usar más y más recursos, construir estructuras de datos cada vez más grandes y vendernos la narrativa de que esto es, de alguna manera, inevitable”.
Equilibrio entre sostenibilidad y avance
¿Dónde está el futuro?
“Hay grandes esperanzas de que la inteligencia artificial pueda ayudar a abordar algunas de las mayores emergencias ambientales del mundo”, afirman desde el sitio web del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). “Sin embargo, también hay un lado negativo en la explosión de tecnologías de IA y su infraestructura asociada”. En línea con lo que explica Luccioni, “la proliferación de centros de datos produce desechos de equipos técnicos eléctricos y electrónicos. Además, consumen grandes cantidades de agua, cada vez más escasa en muchos lugares”.
“Necesitamos asegurarnos de que el efecto neto de la IA en el planeta sea positivo antes de implementar la tecnología a gran escala”, puntualiza Golestan ‘Sally’ Radwan, directora de transformación digital del PNUMA. De acuerdo con el informe Navigating New Horizons, los microchips que alimentan estas tecnologías necesitan “elementos de tierras raras” que, a menudo, se extraen de maneras destructivas para nuestro entorno natural.
Teniendo todo esto en cuenta, Sasha Luccioni aboga por “un futuro con modelos de IA pequeños pero poderosos, con un mejor rendimiento y más sostenibles”. La clave está en hallar un equilibrio a la hora de plantear los futuros avances y su inevitable relación con el planeta que los sostiene. “Hoy usamos la IA como si encendiéramos todas las luces de un estadio solo para encontrar un par de llaves. Usamos enormes modelos entrenados con la demanda energética de una ciudad pequeña solo para contarnos chistes o ayudarnos a decidir qué preparar para la cena”, concluye la experta.


