China lleva años trabajando para convertirse en un rival estratégico de Estados Unidos en lo que a innovación, ciencia y tecnología se refiere. Esto tiene que ver con ciudades inteligentes que ya llevan la delantera al país norteamericano en muchos sentidos, aparatos electrónicos que logran avances increíbles en todos los aspectos y una economía que no deja de ir en alza.
Pero China está yendo mucho más allá en un campo que ha alertado a la NASA: la modificación climática. Desde hace décadas, el país está invirtiendo en tecnologías que tienen que ver con alterar el clima, como es la siembra de nubes mediante yoduro de plata, con el objetivo de inducir lluvias, mitigar sequías y prevenir granizadas.
Estas técnicas llevan aplicándose desde hace mucho. De hecho, en los Juegos Olímpicos de Beijing de 2008 permitieron que el cielo estuviera despejado. Y en 2015 la cosa fue a más, con el ambicioso proyecto “Tianhe” (Río Celestial), que busca aumentar las precipitaciones en regiones áridas del norte del país mediante una vasta red de cámaras de combustión que liberan agentes de siembra de nubes en la meseta tibetana.
Este programa cubre aproximadamente 1,6 millones de km² y tiene el potencial de afectar los patrones de precipitación de ríos cruciales para Asia, como el Yangtsé, el Mekong y el Brahmaputra. Además, China no deja de crecer en su tecnología meteorológica. Para este año, se plantea una expansión climática que cubra 5,5 millones de kilómetros cuadrados.
Rescatadores en China.
Estamos viendo alteraciones en patrones de precipitación que no responden únicamente al cambio climático
Esto último no ha pasado desapercibido a la NASA. Según fuentes internas del Goddard Institute for Space Studies, la división de la agencia que monitorea los cambios atmosféricos globales, el alcance de las operaciones chinas podría estar modificando microclimas regionales con consecuencias imprevisibles a gran escala
”Estamos viendo alteraciones en patrones de precipitación que no responden únicamente al cambio climático”, han señalado desde el programa de observación de la Tierra. “Si estas modificaciones no se comparten con la comunidad científica internacional, es difícil anticipar sus efectos colaterales, especialmente en sistemas hídricos interconectados”.
“China no está infringiendo ninguna ley, pero eso no significa que lo que hace sea inocuo”, subrayan desde el Comité de Observación del Clima de la ONU. La posibilidad de que una nación pueda alterar precipitaciones más allá de sus fronteras plantea dilemas similares a los de la carrera armamentística o la militarización del espacio.
Desde Washington, algunos legisladores han comenzado a pedir un debate global sobre el control climático, y han instado a la NASA y a la NOAA a cooperar con organismos multilaterales como la OMM para establecer estándares científicos y diplomáticos.
Sea como sea, mientras China avanza en sus capacidades para alterar el clima, la comunidad internacional enfrenta el desafío de establecer marcos legales y éticos que regulen estas tecnologías emergentes y sus posibles implicaciones globales. La preocupación de la NASA, más allá de lo técnico, es también un llamado político: si el clima se convierte en una herramienta de poder, ¿quién decide cómo y para qué se utiliza?



