Puede citar a Einstein y a Yoda en la misma frase. Puede señalar un fallo astronómico en Titanic y, en la misma semana, explicar la física de Interstellar con la pasión de quien te está contando una historia de sobremesa. Neil deGrasse Tyson ha convertido la astronomía en un idioma que entiende cualquiera, no porque la simplifique, sino porque la conecta con lo que ya forma parte de nuestra vida: el cine, los cómics, las series que hemos visto una y otra vez.
Astrofísico, divulgador y director del Planetario Hayden de Nueva York, Tyson, heredero de Carl Sagan lleva décadas recordando que la naturaleza no se adapta a nuestros prejuicios ni a nuestras narrativas. “No es el universo el que debe encajar en nuestras expectativas, somos nosotros quienes debemos adaptarnos a sus leyes”, explicó en una ocasión en su programa StarTalk.
Lo que parece un gesto de frialdad científica es, en realidad, una invitación a explorar: si algo no entendemos, la tarea no es ignorarlo, sino investigar hasta que cobre sentido. Esta perspectiva recorre muchas de sus intervenciones públicas. En televisión, Tyson ha usado escenas de cine para desmontar mitos y acercar la ciencia al gran público.

El presentador de la serie científica 'Cosmos', Neil deGrasse Tyson.
Cuando corrigió a James Cameron por el cielo equivocado en Titanic, no lo hizo por mero detalle: para él, las estrellas son un archivo histórico que cuenta la verdad del pasado. Del mismo modo, ha empleado viajes ficticios a otros mundos para explicar la física de la luz, la gravedad o la imposibilidad de superar la velocidad cósmica límite.
La frase sobre la incomprensibilidad del universo dialoga con otras reflexiones suyas igual de potentes. “Somos polvo de estrellas que cobra vida, y luego el universo nos da poder para que se descubra a sí mismo”, ha dicho en múltiples charlas. O esa otra que parece escrita para grabarse en piedra: “No solo vivimos entre las estrellas; las estrellas viven dentro de nosotros.” Todas comparten un hilo común: el cosmos no es ajeno, es nuestro origen y destino, pero entenderlo requiere esfuerzo, paciencia y, sobre todo, curiosidad.
En tiempos en que la sobreinformación y las certezas rápidas parecen dominar el discurso, Tyson recuerda que la verdad científica no siempre es inmediata ni reconfortante. Pero sí es extraordinaria. Y que, aunque el universo no tenga obligación de ser comprensible para nosotros, siempre tendremos la opción —y quizá el deber— de seguir intentando descifrarlo. Porque en ese intento reside, en gran parte, lo que nos hace humanos.