La caca de los astronautas es uno de los mayores retos de la NASA: “La conquista del espacio no dependerá solo de la potencia de los cohetes, sino también de saber qué hacer con nuestros excrementos”

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Neil Armstrong, astronauta.

Neil Armstrong, astronauta.

NASA

Cuando Neil Armstrong pisó la Luna, antes de pronunciar aquella frase tan famosa de “un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”, dejó discretamente por allí una bolsa blanca de plástico con los excrementos que habían generado los astronautas durante el viaje de ida. En otras palabras: el primer rastro humano en la Luna no fue una bandera estadounidense, sino un regalito mucho menos patriótico.

Entre 1969 y 1972, las misiones Apolo esparcieron por los distintos lugares de aterrizaje (o, mejor dicho, “alunizaje”) un total de 96 bolsas con heces, orina y vómitos. Lo hicieron para ahorrar peso y así poder traer de vuelta a la Tierra más rocas lunares, un material mucho más interesante desde el punto de vista científico, ¡dónde va a parar!

Y esas bolsas todavía siguen allí arriba, flotando ligeramente en un mundo sin atmósfera, sin viento, sin vida...

Pero, de repente, su destino ha dado un giro radical.

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Michelle Hanlon, profesora de derecho espacial en la Universidad de Misisipi y fundadora de For All Moonkind, una organización que defiende la preservación de los lugares lunares como patrimonio cultural de la humanidad, ha expresado explícitamente que, incluso las bolsas de excrementos, forman parte del valor histórico de aquellas misiones, como documentos simbólicos de la conquista espacial.

Sin embargo, no todo el mundo lo ve como la señora Hanlon. Hay científicos que alertan de que esas bolsas podrían contener microbios terrestres que, en caso de haber sobrevivido, contaminarían futuros estudios sobre vida extraterrestre. Es decir: si un día encontramos señales de vida en la Luna, quizá sean bacterias de nuestro propio intestino grueso haciendo una reentrada triunfal.

Y aquí aparece la gran paradoja: si dejamos las bolsas, ensuciamos la Luna. Si las retiramos, destruimos la historia. ¿Cuál es el protocolo de la UNESCO cuando se trata de excrementos galácticos? Todavía no lo han decidido.

Retrete espacial en el Museo de ciencia e innovación de Tokio (Japón).

Retrete espacial en el Museo de ciencia e innovación de Tokio (Japón).

Chris Jackson / Getty Images

Un problema que viene de lejos

Las primeras misiones espaciales ya tuvieron que enfrentarse a este inconveniente de gestionar los residuos humanos, y las soluciones no eran precisamente cómodas. En las misiones Apolo, los astronautas usaban bolsas adhesivas que se pegaban directamente a la piel. Una vez llenas, debían cerrarlas herméticamente y almacenarlas… pero el proceso era incómodo, lento y, según los testimonios, bastante desagradable.

Como si eso no fuera suficiente, hubo momentos realmente memorables, como el incidente de la “caca voladora” en la misión Apolo 10. Un astronauta dejó escapar accidentalmente una bolita de excremento que empezó a flotar libremente por la nave, causando cierto pánico y no pocas bromas entre la tripulación.

Este tipo de situaciones demuestran que, incluso los problemas más básicos, pueden convertirse en grandes retos cuando estás a cientos de miles de kilómetros de la Tierra.

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El traje espacial: un reto dentro del reto

El problema se vuelve aún más crítico cuando los astronautas están dentro de sus trajes espaciales. Durante los paseos exteriores o en situaciones de emergencia, pueden pasar horas, o incluso días. ¿Cómo resuelven entonces sus necesidades?

La NASA se lo tomó muy en serio y convocó el Space Poop Challenge (literalmente: “Desafío de la Caca Espacial”). Este concurso buscaba encontrar soluciones innovadoras para gestionar los residuos humanos dentro de los trajes espaciales, sin comprometer la salud, la higiene ni la comodidad de los astronautas.

La NASA se lo tomó muy en serio y convocó el 'Space Poop Challenge'

Las propuestas ganadoras combinaban materiales superabsorbentes avanzados con sistemas de succión inteligente que aspiraban los residuos directamente del cuerpo. También incluían flujos de aire para mover esos residuos hacia zonas específicas de recogida dentro del propio traje.

Todo muy ingenioso, pero aún falta mucho para que estos temas tan poco glamourosos, pero tan vitales para nuestro futuro interplanetario, estén completamente resueltos.

Ganadores del 'Space Poop Challenge'.

Ganadores del 'Space Poop Challenge'.

NASA

¿Qué pasará cuando intentemos ir a Marte?

El viaje de la Tierra a la Luna duró 4 días. Pero Elon Musk quiere enviar a Marte naves con 100 personas, viajando un mínimo de seis meses, en cápsulas hipertecnológicas, propulsadas por metano y oxígeno líquido… y con 100 intestinos humanos en plena actividad.

Hagamos números: 200 gramos de heces por persona y día, durante 180 días, son 3,6 toneladas. Y si sumamos la orina, más de 30 toneladas de residuos orgánicos humanos que habrá que gestionar. Eso equivale a 3 camiones de basura repletos.

Ok, parte de esa orina puede reciclarse en agua potable. Esto ya se hace en la Estación Espacial Internacional. Pero las heces… eso ya es más complicado. ¿Qué astronauta querría comerse una pseudo-hamburguesa espacial fabricada con nutrientes provenientes de su propia flora intestinal?

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Porque, al final, la conquista del espacio no dependerá solo de la potencia de los cohetes o de los algoritmos de aterrizaje, sino también de saber qué hacer con nuestra propia mierda (con perdón).

Y hasta que no lo tengamos claro, quizá el gran salto para la humanidad deba esperar a que alguien invente, por ejemplo, un váter interplanetario con un rayo láser que fulmine y desintegre por completo nuestros desechos orgánicos.

(Me parece que le voy a pasar esta idea a la NASA…)

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