Fui a ver auroras boreales a Terschelling y me impactaron tanto que quise saber cómo se formaban: esto es lo que aprendí
Auroras boreales
Un fenómeno que ilumina el cielo… y también las grietas de nuestra infraestructura digital
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Auroras boreales en Terschelling.
No estaba en Islandia ni en Noruega. Estaba en Terschelling, una isla de los Países Bajos en mitad del mar del Norte, cuando el cielo se tiñó de verde y rosa. Era una noche cualquiera en Europa cuando, en este lugar tan poco habitual para un fenómeno climático de estas características, aparecieron las auroras boreales.
Fue una noche mágica que aproveché para hacer fotos y dejarme llevar por el momento; pero lo que vi allí no fue un capricho del clima, sino un efecto directo de uno de los picos de actividad solar más intensos de las últimas décadas.
Desde 2023, el sol está en la fase más alta de su ciclo solar de 11 años: un periodo en el que su campo magnético cambia de polaridad y libera enormes cantidades de partículas cargadas. Esto tiene muchos efectos que pueden ser adversos, pero también genera pequeños milagros como las auroras boreales.
Aurora boreal sobre las islas Lofoten
¿Qué son realmente las auroras boreales?
Las Northern Lights, como dice su nombre en inglés, son un fenómeno que provienen de un proceso físico muy concreto. Estos son los pasos que se siguen para llegar a generar esta variación en la atmósfera:
1. El Sol actúa como un reactor de fusión. En su núcleo, protones chocan a una presión extrema. En ese choque, parte de la masa se transforma en energía según la ecuación de Einstein, E = mc².
2. Ese exceso de energía escapa en forma de viento solar, una corriente de electrones y protones que viaja a más de un millón de kilómetros por hora.
3. En años de actividad intensa, el Sol produce tormentas especialmente fuertes, incluidas las llamadas “eyecciones de masa coronal”. En mayo de 2024 hubo tres seguidas, responsables de las auroras más visibles en medio siglo.
4. Cuando el viento solar llega a la Tierra, se mezcla con la magnetosfera, la capa que nos protege de estas partículas. El campo magnético se distorsiona, vibra, cambia de forma.
5. Las partículas terminan chocando con los gases de la atmósfera. El oxígeno emite verde y rojo; el nitrógeno, azul y violeta.
El resultado de todo lo anterior es lo que vemos: luces que parecen decorativas, pero que son señales de actividad solar extrema. Esto, que normalmente ocurre en latitudes altas, se desplaza hacia el sur cuando el viento solar es especialmente violento. Por eso, en estos dos últimos años las auroras se han visto desde Texas, Hawái, Italia… y desde la isla en la que estuve y donde no debería haber aparecido.
«Cosmic Explosion».
Tormentas solares
Más allá del milagro
Ver estas auroras boreales dice mucho más sobre el presente en el que estamos viviendo que sobre el propio paisaje. Y es que, detrás de ese cielo teñido de rosa y verde se esconde un fenómeno con impacto real en nuestras infraestructuras: las tormentas solares.
Por eso, más allá de ser un espectáculo visual, hay que tener cuidado. Las tormentas solares pueden afectar a satélites, redes eléctricas y sistemas de navegación, incrementar la radiación que reciben los aviones en rutas polares o generar corrientes inducidas capaces, en casos extremos, de dañar transformadores.
Por eso, aunque la experiencia haya sido increíble y me haya servido para sacar algunas de las fotos más bonitas que he retratado nunca, también me ha servido para reflexionar sobre el impacto de la naturaleza sobre el mundo y el nuestro propio en el mismo.