Siempre que viajo para cubrir algún evento o presentación, en el desayuno del hotel cae alguna que otra loncha de bacon crujientito. Y es que la grasa del cerdo, bien dorada, es tan sabrosa que difícilmente podemos resistirnos.
Ese sabor intenso que te impregna la boca es tan genuino que es imposible sustituirlo por un alimento alternativo, de modo que mucha gente se lo come con un cierto remordimiento, debido al maltrato y muerte del animal. En muchos otros casos, eso es motivo de sobra para evitar comértelo: se escapa de cualquier ideología animalista o vegana.
Pero ¿qué pasaría si esas apetitosas lonchas no implicaran el más mínimo sufrimiento animal? ¿Qué pasaría si ni siquiera fuera necesario más que un animal para obtener unas cuantas células de muestra, que después se podrán reproducir hasta el infinito? Pues pasa que una empresa como Mission Barns se ha convertido en la primera empresa que fabrica grasa de cerdo sin molestar a ningún cerdo, es decir, multiplicando las células externamente. El resultado es de lo más conseguido.
Productos de Mission Barns, con grasa cultivada.
El punto flaco de todo
La fábrica produce grasa, pero sus responsables se han metido en el negocio de la carnicería y charcutería, con productos que, para ir bien, necesitan tener algo de carne. Pues bien, aquí viene donde podría surgir la controversia. La parte de proteína está compuesta de orígenes vegetales, como los guisantes, las habas o el trigo.
Uno podría pensar: “¿Si han cultivado grasa, por qué no cultivan células de carne, como hacen (muchos) otros cultivadores de carne?” Por varios motivos. El primero es el coste. Si producir la grasa exógenamente ya es un proceso que encarece el producto, hacerlo con proteína cárnica cultivada multiplicaría el precio y lo convertiría en un producto inviable.
Dawn, la cerdita que ha donado sus células de grasa para cultivar.
El otro motivo es reforzar su viabilidad como opción vegana y animalista, con una base proteica vegetal, a la que se añade la grasa animal sin sufrimiento ni maltrato, para hacerla compatible con la ideología animalista y darle ese toque sabroso que tanto nos gusta.
De hecho, la cerda Dawn, de donde han salido las células, vive como una princesa en un santuario al norte del estado de Nueva York.


