Hay personas que aprovechan el verano para comprarse ventiladores o cambiar el aire acondicionado. No es para menos con el calor que suele hacer, y sobre todo este año. Según datos de los registros del Servei Meteorològic de Catalunya, el pasado junio ha sido el más caluroso desde que existen registros, con cuatro grados más de lo que se esperaba por estas fechas. Se supera así el 2003, que hasta ahora ostentaba el récord absoluto. Sin embargo, yo este año he decidido afrontar el calor de otra forma: con un nuevo frigorífico.
Puede parecer exagerado, pero después de varios años viendo cómo la fruta se ponía blanda en cuestión de horas, o que las espinacas se descomponían antes de que me diera tiempo a probarlas, me di cuenta de que necesitaba algo más fiable. En el verano es muy fácil descuidar la alimentación; y no solo por las cosas que comes, sino en qué estado las comes. Así que decidí probar con un modelo moderno que me asegurara que el congelador no era el Ártico mientras el resto de la nevera apenas aguantaba el frío.
Después de una investigación a fondo, me decidí por el modelo B5XRCNE366HXB, de la serie bPRO 500. No, no se trata de un hijo de Elon Musk, sino de uno de los frigoríficos de gama medio más interesante del mercado. Porque, por poco más de 500 euros, esta nevera hace algo que muy pocas logran: algo así como la fotosíntesis.
Para que nos entendamos, el frigorífico cuenta con tecnología inspirada en el sol para cuidar de tu comida. Lo llaman HarvestFresh, y consiste en un sistema de tres luces LED que simulan el ciclo solar (azul, verde y roja) que se integra en el cajón de frutas y verduras. El objetivo es que los alimentos sigan recibiendo los estímulos de la luz natural incluso después de ser enfriados, conservando sus vitaminas durante más tiempo. Y aunque parezca insustancial, en apenas unos días te puedes dar cuenta de que funciona. Y muy bien.

Harvest Fresh, la tecnología que permite que tu frigorífico “haga la fotosíntesis”.
Gracias a este sistema, las frutas y verduras reciben menos oxidación y más nutrientes. De este modo, aguantan mejor tanto fuera como dentro de la nevera, y cuando te la comes —a pesar del calor— no parece que la hayas preparado la semana pasada.
Otro punto fuerte de este modelo es que aguanta el frío sin que importe en absoluto lo que hay fuera. He de reconocer que soy de esos que ponen el aire acondicionado lo mínimo posible —tanto por sostenibilidad como por ahorro— y no es difícil que mi casa llegue a los más de los treinta grados durante gran parte del día en verano. Así que, si hay algo que agradezca a esta nevera, es que aguanta la frescura sin variaciones.

Frigorífico Beko en una cocina.
Para conseguirlo utiliza la tecnología AeroFlow, que distribuye el frío de forma homogénea por todo el compartimento, sin esos típicos puntos gélidos que queman los tomates ni esas zonas tibias donde la lechuga se marchita. Todo está como debe estar, con una autorregulación climática perfecta. Además, el sistema NeoFrost evita que se forme escarcha. Aquí no hay ni capas de hielo en los laterales ni frutas pegadas como fósiles.
Pero el verano es también, para la mayoría, época de vacaciones. Y aunque todavía no he tenido la suerte de probarlo, algo bueno de esta Beko es que cuenta con “Modo Vacaciones”, ideal si pasas días fuera. Cuando lo programas, la nevera reduce al mínimo el consumo sin comprometer la conservación, y evita volver a casa con olores o sorpresas desagradables. Se puede activar desde su display interior digital, accesible y sin complicaciones. Ah, y si eres de los que se olvida la puerta abierta (como yo), el frigorífico también te avisa. Eso sí que lo he podido probar...
Con un silencio casi absoluto (35 dBA) y la promesa de una eficiencia energética ideal, que solo consume al año unos 165 kWh—menos de lo que gasta una televisión encendida todo el día—, sin duda se trata de una opción muy interesante si lo que quieres es pasar un verano en el que, a pesar del terrible calor, puedas comer frío y fresco.