En la mayoría de pueblos de España, las casas están completamente encaladas y apenas cuentan con ventanas pequeñas. No es solo cuestión de estética: esa forma de construir ayuda a mantener el interior fresco, evitando que el sol caliente demasiado las paredes. Esta técnica se ha utilizado durante siglos en regiones cálidas como el Mediterráneo y el norte de África.
Pero en otros lugares, como el norte de Europa, parte de Asia o América del Norte, sería extraño ver rascacielos blancos con persianas alicantinas. Por eso, un equipo de investigadores de las universidades de Zhengzhou (China) y del Sur de Australia ha creado un nuevo material que consigue lo mismo: mantener las superficies frescas, reduciendo la temperatura más de nueve grados al repeler el calor del sol. ¿Parece perfecto, no? Bueno… casi.
Los científicos han sido capaces de crear un bioplástico que refleja el 98,7% de la radiación solar y tiene una conductividad térmica ultrabaja, lo cual supone una reducción de unos 9,2 grados en la temperatura de la superficie que cubren, a pleno sol del mediodía. Según los expertos, sería un poder refrigerante equivalente a 136 W por metro cuadrado, con una media de refrigeración sostenida de entre 5 y 6,5 grados a lo largo de los meses: un ahorro de un 20% en el gasto energético de los edificios, según cálculos de los investigadores.
Este novedoso material podría consolidarse como un estándar del revestimiento de fachadas e incluso de otros habitáculos, como los vehículos de pasajeros. Sin embargo, los responsables del hallazgo aseguran que no todo son ventajas, ya que se han encontrado con un inconveniente que podría dejar este estupendo bioplástico en fuera de juego.

El nuevo material refrigerante tiene un grosor de 0,5 mm.
Degradabilidad acelerada
Lo 'bio' siempre dura menos
Este sistema, que los autores llaman “Refrigeración radiante pasiva”, supone una opción muy prometedora en cuanto a ahorro energético, es fácil y barato de producir y se aplica como una película adhesiva sobre las fachadas. No obstante, tiene por delante un importante reto, al que tendrían que encontrar una solución si desean que el invento prospere: la degradación enzimática, hidrolítica y térmica.
Según los investigadores, al tratarse de un plástico biodegradable, no tiene la durabilidad de los materiales tradicionales, aunque parece que el comportamiento demostrado ante problemas como la lluvia ácida ha superado las previsiones más optimistas.
Si bien no es un problema que suponga un riesgo serio de seguridad, ya que no se trata de un material del que dependa la estructura del edificio, sino un simple revestimiento, los beneficios son muy superiores a los inconvenientes de pérdida de eficiencia y degradación a largo plazo.