He pasado unos días en Shenzhen, el Silicon Valley chino. Allí he podido conocer los secretos mejor guardados de Oppo, la marca de móviles que se abre paso entre las más grandes y que invierte cantidades ingentes de dinero, tanto en sus procesos de fabricación como en procurar que, una vez en la tienda, sus dispositivos tengan la resistencia, durabilidad, fluidez y construcción que esperamos encontrar.
Durante la estancia pude acceder a una de sus cadenas de montaje, donde vi cómo se ensambla uno de sus últimos modelos de principio a fin. Tan secreto es el proceso que no me permitieron hacer ninguna foto ni grabar vídeo del lugar. Hasta me miraron mal y sospecharon de mí por entrar con las Ray-Ban Meta puestas y, al final, me preguntaron si había grabado algo. Pues no, no grabé nada. Total, para no poderlo publicar, habría sido absurdo.
En este edificio de Shenzhen se fabrican los móviles Oppo.
Un smartphone Oppo tarda algo más de 40 minutos en construirse, desde que se empieza a imprimir la placa base hasta que sale listo para empaquetar. “Cada 9 segundos sale una nueva unidad de la cadena de producción”, comenta uno de los responsables. Una cadena que, por cierto, está automatizada en un 85%.
Desde la firma ven como un orgullo poder prescindir al máximo de la mano de obra humana, sustituyéndola por brazos robóticos, inteligencia artificial y automatismos, tanto de hardware como de software.
Cada 9 segundos sale una nueva unidad de la cadena de producción
Pruebas de calidad
En el testeo está la clave
Seguro que alguna vez has comprado un producto electrónico de precio asequible y te has encontrado con fallos, ralentizaciones, cuelgues y carencias que acaban por indignarte, lo que te lleva a preguntarte preguntas si alguien debe de haber probado algún prototipo antes de ponerlo a la venta. Aunque a veces no lo parezca, las marcas suelen hacer uso de probadores (betatesters) que reportan fallos y ayudan a que las máquinas lleguen al usuario final con las máximas garantías.
Estos fallos iniciales los suelen sufrir aquellos que se conocen como early adopters, aquellos usuarios que compran el producto el primer día que pueden. En estos casos se da la circunstancia de que “el firmware está muy verde”, es decir, que el sistema operativo, sus funciones o sus aplicaciones no son perfectas desde el principio.
Un brazo mecánico coloca un busto que simula hablar por teléfono en una cámara anecoica para probar interferencias de sonido.
Todo esto se evita probando, probando y volviendo a probar. ¿Y qué tests se le hacen a un smartphone para asegurar que todo marche como debe? Pues si quieres que funcione todo, debes probarlo todo. Y esto es precisamente lo que hace Oppo en otra de sus instalaciones, esta vez en Dongguan, a unos 40 minutos de Shenzhen. Allí tienen un campus con unas naves descomunales donde técnicos de Oppo me enseñaron todas las comprobaciones a que someten sus modelos antes de salir al mercado y durante muchos meses. Hay que tener en cuenta que una actualización posterior puede provocar malos funcionamientos, así que el proceso no termina con el lanzamiento del producto.
Esta máquina comprueba la resistencia del metal aplicando tensión hasta que se rompe.
Las pruebas de resistencia y durabilidad son las más conocidas. En el caso del ultimo modelo, la serie Find X9, el chasis está hecho de una aleación especial de aluminio que tiene una dureza sin precedentes. Bueno, pues esto hay que probarlo, claro. Y lo hacen estrellando muchas unidades contra superficies distintas, incluido suelo de mármol. Tienen máquinas que lo hacen automáticamente, como también una especie de lavadoras de bombo cuadrado, donde el móvil se va dando golpes y más golpes durante horas.
A estas se le suman decenas de máquinas que prueban lo inimaginable. Por mencionar algunas, una cámara de rayos ultravioleta para comprobar el efecto prolongado de exposición al sol sobre el panel trasero; máquinas hidráulicas para comprobar la deformación de los materiales, incluyendo una que simulaba la fuerza que aplicamos al teléfono cuando nos lo ponemos en el bolsillo trasero y nos sentamos sobre él; otra que verifica la resistencia a fracturas; e incluso presencié cómo se fabrican las pantallas a partir del vidrio incandescente en estado líquido, que se vierte en moldes para hacer bloques. De esta especie de ladrillos de cristal saldrán múltiples láminas, a la que se les dará la forma adecuada para aplicarlas como cobertura exterior de protección adicional sobre el vidrio de la pantalla.
Los técnicos de Oppo investigan la mejor composición de materiales del vidrio de la pantalla.
Fluidez, consumo, errores...
Máquinas que prueban el software
Paseando por los pasillos blancos, infinitos y laberínticos de la sede, que inevitablemente recordaban a la serie Severance, ascensor para arriba y ascensor para abajo, llegamos a una sala llena de armarios metálicos negros, llenos de compartimentos. Aquel espacio tenía todo el aspecto de un macrocentro de datos. En cada uno de aquellos cajones había entre 15 y 20 smartphones Oppo conectados por el puerto USB y con las pantallas encendidas a pleno rendimiento, sometiéndose a pruebas de sistema operativo, de aplicaciones propias y de utilidades de terceros. Todo lo hacían los ordenadores, sin intervención humana, que también se encargaban de informar de cualquier incompatibilidad, retardo o fallo que pudieran encontrar.
En otra sala cercana, nuevamente decenas de enormes cajas metálicas que parecían impresoras 3D de tamaño descomunal. En su interior, un mecanismo que manipula una especie de lápiz táctil y va ejerciendo toques programados sobre móviles Oppo con la pantalla encendida, simulando los gestos que hacemos con el dedo. Ellos solos se bastan. Estos digitadores electrónicos son capaces de realizar las operaciones más comunes de los usuarios y poner a prueba el consumo que hace cada una de las utilidades: ponerse a grabar vídeo en 4K, usar un navegador, escribir mensajes de texto e incluso scroll infinito de vídeos de Instagram. Lo que haga falta, y todo con un palito con punta de goma magistralmente dirigido por una máquina. Y si te preguntas quién se encarga de ponerlos y sacarlos de esas máquinas probadoras, la respuesta es… otro robot. Al término de cada prueba, la misma máquina se encarga de reportar los resultados a los técnicos, esta vez sí, de carne y hueso.
Donde sí vi que se necesitaban personas fue en las pruebas de calentamiento. Allí, dos jóvenes metían los brazos en una urna de metacrilato que parecía una incubadora climatizada a 39 grados, para simular un entorno caluroso. Dentro, había móviles Oppo con un juego cargado, y los probadores pasaban horas jugando así para testear la capacidad de los dispositivos de mantenerse a una temperatura decente, conservando el rendimiento y la tasa de fluidez de los juegos, medida en fotogramas por segundo.
Un joven técnico prueba el calentamiento del móvil durante el uso intenso en una cabina a 39 ºC.
A todo esto hay que sumarle los hornos de calentamiento a altas temperaturas, los congeladores y las cabinas de agua a presión donde se pone a prueba la resistencia de los móviles a los principales maltratos ambientales.
Después de ver todo esto, entiendo mejor por qué hay marcas que se consideran más prémium que otras y por qué unos smartphones funcionan mejor que otros. También me di cuenta de por qué hay marcas que tienen unos precios más elevados que otras: no todas las inversiones se ven al ojo del consumidor, pero están ahí. El coste de un móvil no reside solo en materiales, fabricación y desarrollo, sino que hay un importante segmento del presupuesto que se destina a las pruebas de calidad, y eso es lo que marca la diferencia a la hora de confiar en el producto.


