“Yo soy esclavo digital, tú eres esclavo digital”: cómo hemos llegado hasta aquí y por qué dependemos tanto de la tecnología

Atrapados en la Red

Desde que Microsoft arrasó con MS-DOS y Windows, los usuarios se han convertido en consumidores que no controlan lo que compran y dependen absolutamente de las grandes tecnológicas para subsistir en el mundo digital

La caída de los servicios web de Amazon es solo un primer aviso: ¿hay que confiar nuestros datos a las nubes americanas, teniendo opciones en Europa?

Cada vez somos más dependientes de los proveedores digitales.

Cada vez somos más dependientes de los proveedores digitales.

Getty Images

Empezó de forma relativamente inocente. A comienzos de los años ochenta, IBM compró un sistema operativo para su primer PC, que se llamaba MS‑DOS y había sido desarrollado por una pequeña empresa llamada Microsoft. El software era sencillo, funcional, y el código fuente quedó bajo llave. Al fin y al cabo, quería protegerse frente a la imitación, el robo de ideas y la competencia.

Ese principio terminó imponiéndose cada vez más. Mientras algunos pioneros del software defendían el código abierto, Microsoft veía en el sigilo un modelo de negocio. Quienes usaban MS‑DOS —o, más tarde, Windows—, sí podían trabajar con el sistema, pero no tenían control sobre lo que hacía ni cómo funcionaba: los usuarios se convirtieron en consumidores. Quienes querían modificar algo tenían que tener paciencia y esperar: parches, actualizaciones y decisiones desde Redmond.

Lee también

¿Y si Donald Trump decidiera desconectarnos? Silicon Valley sigue controlándonos, pero la UE está poniendo medidas para lograr la independencia digital

Tillmann Braun
El presidente de los EE.UU., Donald Trump, este jueves en la Casa Blanca

Comprar era cosa del pasado: el ascenso de los modelos de licencia

Durante mucho tiempo se dio por sentado: quien compraba software, se convertía en su propietario. Una vez adquirido, una versión podía usarse indefinidamente. Pero ese modelo cambió cuando compañías como Adobe comenzaron a limitar temporalmente las licencias. La Creative Suite se transformó en Creative Cloud. De pronto, el software se convirtió en una suscripción. Quien no paga, pierde el acceso —incluso sobre sus proyectos antiguos.

Lo que al principio sonaba a servicio cómodo, resultó pronto ser una estrategia inteligente de fidelización. Sin pago continuado, no hay acceso. Así, el usuario quedó definitivamente dependiente del proveedor. Y esto no solo al adquirir el software, sino durante todo el ciclo de su trabajo digital.

Los usuarios se sienten atados a los servicios digitales.

Los usuarios se sienten atados a los servicios digitales.

Getty Images/iStockphoto

El sueño de la nube: centralizado, cómodo, controlado

Con el auge de internet, el modelo de software volvió a cambiar. Aplicaciones, almacenamiento o potencia de cálculo: todo migró hacia la nube. Los gigantes prometían disponibilidad, seguridad y velocidad, dejando para la letra pequeña que el control también migraba. Quien utiliza Google Docs no solo guarda textos, sino también metadatos, patrones de uso e historiales. Y lo hace, por lo general, en servidores ajenos, sujetos a las reglas de estados extranjeros como Estados Unidos.

Al mismo tiempo, abandonar ese sistema se volvió cada vez más complejo. Porque, desde los sistemas operativos hasta las tiendas de apps, pasando por servicios de correo electrónico y videoconferencias, casi todo procede ya de un solo proveedor. Quien se adentra en ese entorno queda atrapado técnica, organizativa e incluso económicamente. Cambiar de proveedor ya no es solo un trámite, sino una pérdida de control sobre datos y procesos.

Quien se adentra en ese entorno queda atrapado técnica, organizativa e incluso económicamente

Lee también

Alejandro Villena, psicólogo: “Los creadores de tecnología saben perfectamente que está diseñada no para ayudar, sino para generar adicción”

Nuria Virginia Martín
Alejandro Villena es psicólogo

Esta dependencia es especialmente drástica en el mercado de los smartphones. Allí dominan dos proveedores casi absolutos: Android (Google) e iOS (Apple). Juntos controlan el mercado mundial, porque sin sus plataformas ningún teléfono moderno funciona.

Y sin su aprobación, ninguna app. Apple administra su App Store como una plataforma cerrada. Quien quiere distribuir apps, necesita autorización. Google, por su parte, controla no solo el sistema Android, sino también servicios clave como Maps, Mail o Play Store. Sin esos servicios, para muchos usuarios un smartphone deja de tener utilidad.

Difícilmente podríamos sobrevivir socialmente sin el mundo digital.

Difícilmente podríamos sobrevivir socialmente sin el mundo digital.

Getty Images

Código abierto

La lucha contra el 'open source'

Y eso que sí ha habido alternativas. El software de código abierto —programas accesibles con fuente abierta— demuestra desde hace años que calidad y apertura no tienen por qué excluirse mutuamente. Empresas como Red Hat, GitLab o Nextcloud muestran que con software abierto también se puede ganar dinero y al mismo tiempo dejar libertad al usuario.

Pero las grandes tecnológicas frenaron esas soluciones abiertas de forma deliberada: por incompatibilidad, por empuje de mercado, por condiciones de licencia. En los años noventa Microsoft intentó, por ejemplo, con su programa WISE, frenar la difusión de Linux vinculando desarrolladores a Windows con interfaces exclusivas y descuentos. Quien se quedaba al margen, perdía.

Las grandes tecnológicas frenaron esas soluciones abiertas de forma deliberada: por incompatibilidad, por empuje de mercado, por condiciones de licencia

La política como herramienta de presión

La dependencia del usuario es hoy tan grande que se puede utilizar políticamente. Cuando el presidente de los EEUU, Donald Trump, amenazó en 2020 con prohibiciones de exportaciones a empresas tecnológicas chinas, no se trató de un caso aislado. Especialmente afectada resultó Huawei. La compañía no pudo ofrecer en sus smartphones Android los servicios Google. Sin Play Store, Maps o YouTube, el mercado europeo dejó de ser accesible para el gigante chino. Como consecuencia, la empresa se retiró en gran medida.

La administración estadounidense puede exigir, mediante leyes como el CLOUD Act, que las empresas americanas entreguen datos incluso si están en servidores europeos. Y puede obligar de facto a compañías como Microsoft o Apple a suspender sus servicios a ciertos usuarios. Esto ya no es un escenario hipotético.

Cada vez somos más dependientes de los servicios digitales.

Cada vez somos más dependientes de los servicios digitales.

Getty Images

También a nivel de hardware se ejerció presión política. En la era Trump se impidió que empresas estadounidenses como Qualcomm o Intel suministraran componentes a fabricantes chinos. Así que, aunque una empresa desarrolle su propio software, sin semiconductores no puede operar. Y de nada sirve el mejor smartphone si no hay sistema operativo o no se permiten actualizaciones.

Dependencia digital

Una mirada al futuro: lo que deberíamos cambiar

La soberanía digital no es un deseo nostálgico. Es más bien una condición previa para la democracia, la innovación y la seguridad. Pero el camino hacia ella es arduo.

Lee también

Esteve Almirall, genio de la IA: “Solo hay dos tipos de empresas: las que han sabido adaptarse y las que ya están muertas”

Víctor Endrino Cuesta
Esteve Almirall, profesor de ESADE.

Para que los sistemas sean realmente intercambiables, los estándares abiertos deberían fomentarse por ley. Además, el open source debería tratarse como infraestructura estratégica por parte de la administración pública: desde la financiación hasta el funcionamiento y la evolución. También debe evitarse que las alternativas europeas queden relegadas a nichos. Necesitan visibilidad, respaldo y estrategias a largo plazo.

Para que los sistemas sean realmente intercambiables, los estándares abiertos deberían fomentarse por ley

Igual de imprescindible es un cambio de mentalidad de los usuarios a la hora de elegir hardware. Un ejemplo: un iPad de 2014 que técnicamente sigue funcionando, pero que sin actualizaciones de Apple muchas apps dejan de funcionar. Incluso navegar se vuelve difícil. Un equipo funcional se convierte así en residuo electrónico, no por desgaste, sino por abandono del soporte.

La soberanía digital es una decisión consciente

Lo que comenzó como un pequeño capítulo en la historia del software se ha convertido en una red global de dependencia digital. Estamos en un punto en el que o bien actuamos —o bien dejamos que otros lo hagan por nosotros. La soberanía digital empieza en nuestras decisiones: a favor de la apertura, la diversidad y el control del usuario. Esa decisión no debe retrasarse más, debe tomarse ahora. Porque no se va a resolver sola.

Lee también

Tu próximo compañero de trabajo será una IA y debes prepararte para ello: “El 15 % de las decisiones profesionales diarias serán tomadas por agentes de IA de aquí a 2028”

Stéphanie Gauttier
Humano = Robot.
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...