“No podemos caminar dormidos hacia esto”, dijo Dario Amodei en declaraciones a Business Insider a finales del pasado mayo. El cofundador y consejero delegado de Anthropic no buscaba avivar la histeria tecnológica que tanto se está propagando en los últimos años, sino señalar la principal paradoja que quienes están construyendo las inteligencias artificiales más avanzadas: la destrucción de millones de empleos.
Amodei dirige Anthropic, una de las startups más valiosas del sector de la IA. Nació en 2021 como escisión directa de OpenAI, cuando él y su hermana Daniela —ambos piezas clave en el desarrollo de GPT— decidieron seguir otro camino: desarrollar modelos conversacionales de alto rendimiento, pero con principios éticos integrados desde la base.
El resultado fue Claude, un asistente entrenado bajo lo que denominan “IA constitucional”, diseñada para ser útil, inofensiva y honesta. Una suerte de mayordomo digital ilustrado… que, como admite su propio creador, también podría dejar sin trabajo a muchos de sus usuarios.
Pero, aunque la IA de Amodei ha demostrado ser superior al resto en muchas cosas, también puede ser peligrosa. En la misma entrevista con Business Insider, Amodei lanzó una de las frases más crudas del año en materia de empleo y tecnología: “Aproximadamente la mitad de los trabajos de oficina podrían desaparecer en los próximos cinco años”.

Dario Amodei es el CEO de Anthropic
La paradoja es evidente. Una empresa que defiende la creación de IA “segura” admite que su uso masivo puede desestabilizar el mercado laboral, empezando por quienes menos margen tienen para adaptarse.
En el debate público, gobiernos y corporaciones insisten en la narrativa de la IA como copiloto que complementará, no sustituirá, el trabajo humano. Pero Amodei fue tajante: no hay que endulzar la realidad. El futuro no se limitará a la colaboración, sino que implicará un reemplazo silencioso, una optimización radical de procesos y una reducción progresiva del trabajo humano en tareas rutinarias.