El cine siempre ha girado en torno a la figura que aparece frente a la cámara. El sistema de estrellas fue lo que impulsó a Hollywood a la cima y, del mismo modo, también contribuyó a su declive. Los escándalos en los que se vieron envueltas estas figuras las hicieron aún más populares, aunque a costa de innumerables problemas. Y hoy, el cine sigue moviendo enormes cantidades de dinero y talento, pero ya no tiene la dimensión mítica de su época dorada, cuando actores y actrices eran venerados casi como dioses.
¿Es posible regresar a aquella época dorada? Resulta difícil, si no imposible. Lo que sí parece al alcance es contar con una actriz sin “inconvenientes”: que no provoque escándalos, que no protagonice romances inoportunos, que no requiera interminables sesiones de maquillaje o peluquería y que nunca se equivoque al aprender sus frases. Esa actriz perfecta puede fabricarse con inteligencia artificial, y justamente es lo que varias voces en Silicon Valley están intentando impulsar.
Ese es precisamente el caso de Xicoia, un estudio de inteligencia artificial perteneciente a la productora británica Particle6, que ha dado vida a la primera actriz creada íntegramente por IA: Tilly Norwood. Su presentación oficial tuvo lugar en el Festival de Cine de Zúrich, donde su creadora y promotora, la actriz y empresaria Eline Van der Velden, aseguró que numerosos agentes y productores ya han mostrado interés en trabajar con ella. Con Tilly. Con la IA. Y aunque Van der Velden promete que en los próximos meses se conocerán más detalles sobre la agencia que la representará, la reacción de la industria ha sido muy distinta.
La actriz sintética Tilly Norwood.
Tanto actores como directores y productores se han apresurado a dejar claro su escaso interés en respaldar la carrera de Tilly —si es que puede hablarse de “carrera”—. Algunos lo han hecho con cierta diplomacia, como la estrella de televisión Nicholas Alexander Chavez, quien señaló que “en realidad no es una actriz”. Otros, en cambio, han preferido la contundencia, como Ralph Ineson, que se volvió viral tras despachar el asunto con un rotundo “que te jodan”.
La problemática de fondo quizá la haya expresado mejor que nadie Mara Wilson, la actriz que en 1996 dio vida a la inolvidable Matilda. “¿Y qué hay de las cientos de jóvenes mujeres cuyas caras fueron fusionadas para crearla? ¿No podrías contratarlas a ellas?”, se pregunta.
No veo la IA como una forma de reemplazar a las personas, sino como una nueva herramienta, un nuevo pincel
Su reflexión conecta no solo con el debate general sobre la inteligencia artificial, sino también con el caso concreto de Tilly. Porque, para Wilson, Tilly no es una persona real: es el resultado de aprovecharse del trabajo ajeno, sin remunerar a quienes aportaron sus rasgos y, en muchos casos, robando directamente su identidad.
La defensa de Eline Van der Velden es la misma que repiten muchos de los impulsores de esta tecnología: “No veo la IA como una forma de reemplazar a las personas, sino como una nueva herramienta, un nuevo pincel”. Sin embargo, el problema es que, en la práctica, hace exactamente eso: sustituir a la gente. Porque si un productor decide contratar a Tilly para su película, lo que no hará será contratar a una actriz de carne y hueso.
Tilly Norwood, actriz creada con IA.
Pero incluso si aceptamos que se trata de “una herramienta”, queda una incógnita fundamental: ¿cómo reaccionará el público? ¿De verdad les interesará una actriz que no existe, que es perfecta y que siempre ofrece exactamente lo que se espera de ella? Parece improbable.
Si ese fuera el caso, las películas de animación habrían superado en popularidad al cine de imagen real hace ya décadas, y no ha sido así. El espectador sigue anhelando ver a personas de carne y hueso en pantalla. Gran parte de la atracción del cine proviene de la relación parasocial que el público establece con los intérpretes: sentir que son personas reales, seguir sus triunfos y fracasos, sus romances y sus escándalos, y alimentar con ello una conexión emocional que ninguna simulación puede replicar.
Por eso Hollywood se volvió tan popular. Porque hizo posible la fantasía y la idea de idealizar a las personas hasta grados nunca antes vistos. Como si fueran dioses. Algo que la prensa rosa y amarilla llevo hasta sus límites, pero benefició tremendamente a Hollywood. ¿Puede Tilly luchar contra ese impulso humano de idolatrar a los artistas y querer saberlo todo de ellos, consumirlos, poseerlos y adorarlos? Es difícil de saber. Pero parece una tarea difícil de conseguir para alguien que ni siquiera es humana.


