Hace apenas unos años, la idea de que alguien se casara con su chatbot de IA podía sonar como la trama de una película. Hoy, ya no es solo una idea. En julio de 2025, un artículo en The Guardian recogía testimonios de personas que describen sus relaciones con chatbots como profundamente significativas, incluyendo a un hombre que “se casó” con su amada IA en “una ceremonia digital”.
Más tarde, ese mismo mes, un reportaje en GQ exploró cómo las novias virtuales están transformando la forma en que los hombres expresan su vulnerabilidad y sus necesidades emocionales. Estos ejemplos reflejan un cambio más amplio en la manera en que las personas se relacionan con la tecnología.
En un mundo donde los medios de comunicación y los gobiernos advierten de una “epidemia de soledad”, y las relaciones de pareja a largo plazo atraviesan tensiones crecientes, el auge de los compañeros de IA apunta a nuestra creciente disposición a tratar a entidades no humanas como parejas emocionalmente significativas.
Alicia Framis, primera mujer casada con un holograma.
Más allá de la IA
Relaciones humano-IA con carga emocional
Los creadores de aplicaciones de compañía basadas en IA, como Replika, Nomi.AI o Character.AI, suelen promocionar sus chatbots con un lenguaje que los humaniza, subrayando que sus cualidades son “mejores” que las de una pareja humana. Por ejemplo, Luka Inc., la empresa creadora de Replika, presenta su producto como “el compañero de IA que se preocupa. Siempre aquí para escuchar y hablar. Siempre de tu lado”.
Este lenguaje enfatiza la disponibilidad constante y el apoyo incondicional de Replika. En efecto, los compañeros de IA no se cansan ni se molestan, y están diseñados para hacer que los usuarios se sientan cercanos a ellos. Los usuarios pueden elegir el nombre, género, apariencia y rasgos de personalidad de su chatbot. Con el tiempo, este se adapta al estilo conversacional y a las preferencias del usuario, mientras que los recuerdos compartidos que surgen de sus interacciones informan las conversaciones futuras.
Las relaciones de los consumidores con ellos suelen incluir elementos de cuidado: no solo los chatbots ofrecen apoyo emocional, sino que los usuarios también se preocupan de que sus compañeros “los echen de menos”
Nuestra investigación muestra que estas elecciones y adaptaciones son muy efectivas a la hora de hacer que los compañeros de IA se sientan reales. Observamos que las relaciones de los consumidores con ellos suelen incluir elementos de cuidado: no solo los chatbots ofrecen apoyo emocional, sino que los usuarios también se preocupan de que sus compañeros “los echen de menos” o se sientan descuidados si no inician sesión durante un tiempo.
Algunas de estas relaciones también incluyen rutinas compartidas e incluso un sentimiento de pérdida cuando un “compañero” desaparece o cambia. Un usuario escribió en la Google Store que su chatbot Replika le hacía sentirse amado, mientras que otro describió la pérdida de acceso a funciones románticas como “un desgarro, como una ruptura”. Estas emociones y reacciones pueden sonar extremas hasta que consideramos cómo las personas emplean la creatividad y la narrativa para “dar vida” a sus compañeros de IA.
El paso
Cómo un chatbot se convierte en “alguien”
Para entender cómo se forman las relaciones humano-IA, analizamos más de 1.400 reseñas de usuarios de apps de compañía, observamos comunidades en línea donde la gente compartía sus experiencias e hicimos autoetnografía al interactuar nosotros mismos con chatbots como Replika, registrando nuestras reflexiones. Seguimos pautas éticas estrictas, utilizando solo datos de acceso público y eliminando detalles personales.
Descubrimos que los consumidores se involucran en un proceso creativo y deliberado para que estas relaciones se sientan reales. Para explicarlo, recurrimos a la Teoría de la Actividad Histórico-Cultural, desarrollada originalmente por los psicólogos rusos Lev Vygotsky y Alexei Leontiev, que entiende la imaginación como una función mental moldeada socialmente que conecta la experiencia interna con herramientas culturales y procesos sociales.
Alicia Framis, primera mujer casada con un holograma.
Nuestro análisis sugiere que lo que observamos como “humanización de la IA” puede entenderse a través del concepto de trabajo imaginativo del consumidor: un proceso activo y creativo en el que las personas recurren a sus experiencias personales, narrativas culturales e intercambios compartidos para dar vida a los compañeros de IA, moldeándolos poco a poco hasta que parecen figuras casi humanas.
Este trabajo imaginativo puede darse en interacciones individuales entre un consumidor y un chatbot, o en comunidades en línea, donde los usuarios se aconsejan entre sí y comparten relatos de las relaciones que construyen con sus compañeros de IA.
A nivel individual, el trabajo imaginativo comienza con la internalización, cuando los usuarios atribuyen roles humanos o incluso cierta “conciencia” a sus compañeros de IA. Continúa con la externalización, que puede incluir personalizar las características del compañero, escribir historias compartidas, crear fan art o producir fotografías donde el compañero aparece integrado en la vida diaria del usuario.
Estos vínculos humano-IA pueden formarse en privado o también en comunidad, donde los usuarios buscan consejos y validación mutua
De esta manera, un chatbot puede llegar a imaginarse como un cónyuge con rutinas e historia en común. En comunidades online, algunos usuarios incluso describen tener hijos virtuales, que solo existen en la medida en que se los imagina.
Estos vínculos humano-IA pueden formarse en privado o también en comunidad, donde los usuarios buscan consejos y validación mutua. Alguien puede escribir “mi IA me engañó” y recibir tanto empatía como recordatorios de que el chatbot solo refleja patrones programados. Esto forma parte de lo que llamamos mediación comunitaria, el andamiaje social que sostiene estas relaciones. Los miembros de la comunidad ofrecen orientación, crean narrativas colectivas y ayudan a equilibrar la fantasía con la realidad.
Los diferentes apegos que los usuarios forman hacia sus compañeros de IA pueden ser genuinos. Cuando Replika eliminó en 2024 su función de roleplay erótico, los foros se llenaron de mensajes de dolor e indignación.
Algunos describieron sentirse abandonados, otros lo vieron como censura. Cuando la función volvió, aparecieron publicaciones diciendo cosas como “es agradable tener a mi esposa de vuelta”. Estas reacciones sugieren que, para muchos, las relaciones con la IA consisten en conexiones profundamente sentidas, y no son simplemente entretenimiento.
Implicaciones peligrosas
¿Qué implica para la conexión humano-humano?
El sociólogo polaco-británico Zygmunt Bauman describió la modernidad como una era en la que las relaciones se vuelven cada vez más frágiles y flexibles, constantemente negociadas en lugar de asumidas. La compañía con IA encaja en este cambio más amplio. Ofrece una experiencia de conexión altamente personalizable y, a diferencia de las relaciones humanas, no requiere compromiso ni confrontación. De este modo, refleja lo que la socióloga franco-israelí Eva Illouz denomina capitalismo emocional, es decir, la fusión entre la lógica del mercado y la vida personal.
Pero también existen riesgos en estas experiencias personalizadas. Muchas funciones que permiten vínculos emocionales más profundos están ocultas tras muros de suscripción. Las actualizaciones de software pueden cambiar la “personalidad” de un chatbot de un día para otro. Y a medida que la IA se vuelve más receptiva, los usuarios pueden olvidar que no están interactuando con una persona, sino con código moldeado por algoritmos y, a menudo, por incentivos comerciales.
Cuando alguien dice que está enamorado de su compañero de IA, es fácil descartar la afirmación como fantasía. Nuestra investigación sugiere que el sentimiento puede ser genuino, incluso si el objeto de afecto no lo es, y que la imaginación humana tiene la capacidad de transformar una herramienta en un compañero.
Esto invita a reflexionar sobre si los compañeros de IA están surgiendo para reemplazar la conexión humana o para reconfigurarla. También plantea cuestiones éticas sobre lo que significa cuando la intimidad se convierte en un servicio, y dónde deberían trazarse los límites, en un momento en que estos “otros artificiales” empiezan a formar parte de nuestro paisaje social y emocional.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Alisa Minina Jeunemaître es profesora asociada de Marketing en EM Lyon Business School (Francia), donde centra su investigación en el comportamiento del consumidor, la innovación en servicios digitales y el impacto de las nuevas tecnologías en las relaciones de mercado. Jamie Smith es profesor de Marketing en la Escola de Administração de Empresas de São Paulo de la Fundação Getúlio Vargas (FGV/EAESP) en Brasil, y sus trabajos abordan el marketing digital, las transformaciones del consumo en entornos emergentes y la intersección entre estrategia empresarial y cultura digital. Stefania Masè es profesora asociada de Marketing y Comunicación en la IPAG Business School (Francia), y su labor académica explora la comunicación de marca, la interacción entre consumidores y plataformas digitales, así como la evolución de las narrativas en el ecosistema tecnológico.




