En 1894, Nikola Tesla iluminó la Exposición Mundial de Chicago con un sistema de corriente alterna que marcaría el futuro de la electricidad. Más de un siglo después, Elon Musk revolucionó la movilidad eléctrica con Tesla Motors, una empresa que lleva su nombre en homenaje a su trabajo... pero no necesariamente su ideario.
Si bien la idea de poner el nombre “Tesla” a la empresa que se ha convertido en un referente del motor eléctrico tiene todo el sentido, como homenaje al inventor del primer motor eléctrico y reivindicación de una figura olvidada —y pisada por Thomas Alva Edison—, lo cierto es que la figura de Musk se parece más a la de Edison que a la de Tesla.
De hecho, no fue Musk quien le puso el nombre a la compañía. Tesla Motors (ahora rebautizada como Tesla Inc.) es una empresa fundada en 2004 por Martin Eberhard y Marc Tarpenning. Musk solo entró en ella una vez sopesó el potencial que tenía, y aunque fue de los primeros empleados, no fue el ideario principal.
Ahora, Musk es el dueño y señor tanto de Tesla como de tantas otras compañías... pero, realmente, parece estar en las Antípodas de Edison. Y para ello solo tenemos que retrotraernos en la historia. ¿Quién fue Tesla en realidad y qué filosofía tenía?
Las grandes diferencias
La visión de Tesla era universalista, la de Musk simplemente capitalista
Nacido en 1856 y fallecido en 1943, el inventor serbio-americano fue mucho más que el rival de Thomas Edison en vida. Sus contribuciones al desarrollo del motor de inducción, la corriente alterna, la radio o los sistemas de transmisión inalámbrica fueron fundamentales para el desarrollo tecnológico del siglo XX. Y sin él hoy no seríamos capaces ni de encender una bombilla.
Uno de sus mayores proyectos fue la construcción de la Torre Wardenclyffe, un ambicioso proyecto para transmitir energía sin cables. Su visión era claramente universalista: una red de comunicación y energía accesible globalmente, sin restricciones. Este sistema —según sus palabras recogidas en el libro Tesla: Inventor of the Electrical Age— debía “servir a la humanidad sin restricciones económicas”. Sin embargo, el magnate J.P. Morgan, que había financiado inicialmente la torre, retiró su apoyo al conocer que el servicio pretendía ser gratuito.
Su visión utópica de la tecnología, alejada de los estándares capitalistas de la época —y mucho más de los actuales— provocaron que acabara muriendo en soledad, sin recursos y con sus méritos robados por personajes, entre otros, como Edison. Pero ¿se parece en algo su historia a la de Musk? Realmente, parece la contraria.
El enfoque de Musk se sitúa en una lógica empresarial muy distinta. Mientras que Nikola Tesla concebía la energía como un bien común, Musk opera dentro de un mercado global altamente competitivo, donde el acceso a la tecnología depende por completo del bolsillo del comprador. De hecho, los coches Tesla son vistos como Premium y solo accesibles para unos pocos. Y, si bien Musk tiene una visión clara en reducir el coste de todo lo que hace —desde sus cohetes hasta su proyecto DOGE en el gobierno de EEUU—, parece una estrategia enfocada mucho más en masificar sus productos que en hacer más accesible la tecnología.
Su reciente acuerdo con Donald Trump, si bien ha llegado a su fin hace poco, no ha hecho más que enturbiar más la comparación entre Musk y Tesla. Las ideas de Trump son completamente proteccionistas, capitalistas e incluso calificadas por muchos como xenófobas, algo que haría que Tesla se llevara las manos a la cabeza.
Sin embargo, sí que hay algo que une a ambos personajes: la voluntad de pensar en sistemas globales. Tesla imaginó redes energéticas planetarias mientras Musk propone internet satelital, colonización de Marte y soluciones energéticas descentralizadas. Ambos entienden la tecnología como herramienta de transformación estructural, si bien el enfoque es muy distinto en ambos casos.
Ya nos va quedando claro que Elon Musk está en las Antípodas de ser el nuevo Tesla, lo que parece ser su sueño más húmedo. No obstante, es cierto que todo lo bueno que tiene el magnate dueño de SpaceX —o lo poco bueno— se lo debe a la visión del hombre que un día nos trajo la electricidad global.



