El artista tailandés Lamtharn Hantrakul, más conocido como Yaboi Hanoi, ha pasado por el festival Sónar no solo para mostrar sus últimas composiciones, sino también para impartir una conferencia sobre música creada con Inteligencia Artificial. Este ámbito, de hecho, ha sido uno de los más repetidos en el Sónar+D, espacio de experimentación donde artistas de todas las áreas han puesto a prueba los límites de la tecnología.
En la intervención de Yaboi Hanoi, el artista habló sobre los sonidos que no podrían existir sin la IA, un campo aún por descubrir en el que se erige como pionero. Pero también habló de las diferencias entre oriente y de occidente, y de cómo le impresionó la primera vez que vio castells en la plaza Sant Jaume de Barcelona. Después de la charla, hablamos con él sobre cómo interpreta el futuro de la música ligada a la IA.
Yaboihanoi, en su charla del Sónar.
¿Qué papel juega la Inteligencia Artificial en tu proceso creativo?
Para mí, si solo usas el resultado de un modelo de IA sin añadirle pensamiento ni proceso creativo, eso es contenido, no arte. El arte requiere contexto: conexión con una historia, con una sociedad, con una tradición. Ahora bien, si alguien crea una canción con IA pensando en todo eso, entonces puede ser arte significativo. Pero hay que tener algo detrás. Una intención. Lo importante no es el proceso en sí que utilices, sino la capacidad que tengas como artista de tener un objetivo, una intención, y luchar por lograrlo.
¿Crees que la IA puede llegar a crear arte por sí sola?
No, al menos no con las herramientas actuales. Porque no tienen contexto. Solo procesan datos: píxeles, audio… Pero el arte es más que eso. Es humano, subjetivo. Es una forma de relación. Un artista domina sus herramientas. Si tocas el piano o el violín, puedes adaptarte incluso si el instrumento no es perfecto. Pero, ¿y si mañana Meta o Google cambian el algoritmo y tu herramienta deja de comportarse como antes? ¿Puedes seguir creando? Esa es una gran pregunta. Si no puedes adaptarte, ¿quién tiene el control?
Yaboihanoi, en el espacio SónarÀgora.
Ahora que los mencionas, has trabajado tanto con ByteDance como con Google, que son empresas antagonistas. ¿Cómo gestionas esa dualidad?
Justamente por eso soy ahora artista independiente. Quiero explorar estas cuestiones sin estar atado a narrativas corporativas. Lo que comparto en mis charlas es muy personal, y quiero poder hablar desde ahí, sin filtros. Si bien son estas empresas las que dieron los primeros pasos para desarrollar conceptos como la música con IA, no dejan de ser limitantes como artista, por lo que prefiero ir de por libre y ver hacia adónde me lleva.
Como oyente occidental, a veces me cuesta seguir la lógica rítmica de tu música. ¿Es normal no entender la música tailandesa o es por la implicación de la IA en ella?
Es totalmente normal. Es como un tailandés escuchando a Bach por primera vez. No sabrá lo que es una modulación o una sonata. Es natural no captar los patrones de otra cultura, no tiene tanto que ver con los procesos tecnológicos que hay detrás. Pero eso también forma parte de la belleza de descubrir algo nuevo.
Si solo usas el resultado de un modelo de IA sin añadirle pensamiento ni proceso creativo, eso es contenido, no arte
Entonces, ¿cómo se percibe en Tailandia? ¿Les suena local o también foráneo?
Sí, suena local. Los artistas tailandeses con los que colaboro, como Aján Joey, me lo dicen: “Esta es la primera pieza de electrónica con la que me dan ganas de tocar”. Porque está afinada a la forma en que ellos piensan y tocan, no a cómo suena la música occidental. Y no solo ellos. También los jóvenes. Hay gente de 19 o 20 años en mi equipo que se emociona con esta mezcla. Para ellos es familiar, pero diferente. No es música tradicional, pero hay algo reconocible en ella. Es una forma de acercamiento distinto a la IA. No desde la innovación absoluta, sino desde la familiaridad.
¿Y otros asiáticos también sienten esa cercanía?
Sí. Me pasa mucho. Los filipinos piensan que mi música es filipina, los malayos creen que es de Malasia, los vietnamitas dicen que es vietnamita... Eso es precioso. Habla de las raíces comunes del Sudeste Asiático. Cuando toqué en Vietnam con una melodía tailandesa, el público enloqueció. Esa conexión regional es muy fuerte. Creo que, de algún modo, la música hecha con IA también puede tender puentes entre culturas.
Entonces, ¿tu música tiene una estructura tailandesa, aunque suene electrónica?
Sí. Aunque los sonidos recuerden a la música de club, los ciclos rítmicos que uso siguen estructuras clásicas de la música tailandesa. Por eso muchos profesores y músicos de allá apoyan mi trabajo: reconocen el respeto y la intención. Para quien no conoce esa tradición, la electrónica puede ser el hilo conductor, la puerta de entrada.
Yaboi Hanoi, artista que crea música con IA.
¿Y si mañana Meta o Google cambian el algoritmo y tu herramienta deja de comportarse como antes? ¿Puedes seguir creando? Esa es una gran pregunta
Uno de los peligros que veo a la hora de generar música con IA es que está ligada a softwares que pertenecen a grandes empresas. ¿Eso no puede coartar igualmente la libertad artística?
Un artista domina sus herramientas. Si tocas el piano o el violín, puedes adaptarte incluso si el instrumento no es perfecto. Pero, ¿y si mañana Meta o Google cambian el algoritmo y tu herramienta deja de comportarse como antes? ¿Puedes seguir creando? Esa es una gran pregunta. Si no puedes adaptarte, ¿quién tiene el control? Sin duda, es uno de los grandes debates que nos estamos planteando hoy en día.
Me sorprendió que mencionaras los castellers que viste en Barcelona. ¿Qué conexión viste en ellos con tu música?
Fue lo primero que vi al llegar. Me impactó la estructura sonora de los castellers: ese tambor fuerte que marca el ritmo y une a la comunidad. En Tailandia usamos instrumentos similares a la gralla, como el pi nai, para lo mismo: dar estructura, foco, mantener la energía colectiva. Cuando vi cómo la música empezaba justo cuando el castillo ya estaba estable, me recordó a cómo la música tradicional tailandesa también marca momentos clave. Ese paralelismo me emocionó.
¿Llevas ese espíritu comunitario a tus propias creaciones?
Sí. Por eso colaboro con otros artistas como Pichet Klunchun, en cuyos proyectos yo soy ese músico que sostiene el espacio, el que ayuda a que todo funcione. En festivales como Cyber Subin o en performances de teatro de sombras, buscamos eso: devolver la música a un espacio compartido. Un lugar donde cultura, tecnología y tradición se encuentren.

