Ha llovido cerca de un siglo desde que Pilar Careaga se convirtiera en la primera mujer titulada como ingeniera en España. También fue la primera mujer en conducir un ferrocarril. Y la primera mujer alcaldesa… en pleno franquismo. Una mujer tan brillante como fascista hasta la médula. Una de cal y diez de arena.
Cabe preguntarse si Careaga hubiera llegado a ser lo que fue sin mostrar una filia sin fisuras hacia el régimen y, previo al mismo, si su padre no hubiera sido el conde de Cadagua. No está de más cuestionarse si la casta que precedía a la galga fue lo que le hizo driblar un destino que, de haber pertenecido a un más humilde abolengo, la hubiera condenado a usar la fregona y la escoba en lugar de las matemáticas y el compás.
De cualquier modo, este caso fue en su momento un hecho excepcional. Hoy día, aunque cada vez sea más común encontrar a mujeres persiguiendo esta vocación gracias los frutos de la democracia que Careaga detestara, la mayoría sigue teniendo que abrirse camino en un mundo eminentemente masculino. Así lo corrobora la ingeniera Antía Míguez, coordinadora de sostenibilidad en Genesal Energy: “Las mujeres ocupan solo alrededor del 27 % de los empleos en el sector energético en España, y ese porcentaje disminuye considerablemente cuando hablamos de puestos ligados a la ingeniería o a la dirección técnica”.

Antía Míguez.
Según Míguez, ya en la misma universidad notaba este sesgo, donde algunos profesores llegaban a afirmar que las mujeres no servían para la investigación por culpa de su reloj biológico. “Era un entorno claramente masculinizado, donde el machismo se expresaba sin pudor”, relata Antía con rabia.
Begoña Vega, responsable de modelos y aplicaciones de inteligencia artificial de Innova-tsn también asegura que, en su sector, la presencia masculina sigue siendo abrumadora y que, a lo largo de su trayectoria, ha tenido la sensación de que su género frenaba su progresión profesional. “Conozco casos cercanos donde las opiniones de mujeres no han sido valoradas de la misma manera que las de sus colegas masculinos”, afirma.

Begoña Vega, de Innova-tsn.
Conozco casos cercanos donde las opiniones de mujeres no han sido valoradas
No resulta difícil imaginar a Pilar Careaga, si aún viviera, quitándole hierro al asunto, posicionándose una vez más del lado de quien la hubiera condenado a las tareas del hogar de haber sido la hija de un cualquiera. Desde su conservadurismo alegaría, como todavía hoy muchos hacen, que la falta de representación femenina en las carreras STEM se debe a que su género demanda otros intereses más relacionados con los cuidados. Diría que ella sería la excepción que confirmaría la regla y que su posición, en cualquier caso, demostraría que quien tiene talento al final llega a donde se lo proponga.
Se habría encontrado entonces con la réplica contundente de Antía Míguez: “No es solo cuestión de voluntad individual o de tener talento. Las mujeres —y muy especialmente aquellas que no parten de posiciones privilegiadas— seguimos enfrentándonos a barreras estructurales: techos de cristal, sesgos inconscientes, dificultades para conciliar, ausencia de referentes”. Una situación que, según Míguez, se agrava si se trata de una mujer racializada o LGTB. “Para estas compañeras, las barreras son aún mayores”, nos cuenta. “El sistema no solo las invisibiliza, sino que las expulsa directamente. Además, no basta con ser buena: tienes que ser brillante. A los hombres se les concede el derecho a la mediocridad, a nosotras se nos exige excelencia constante”.
Elena Collado, ingeniera industrial y directora de operaciones en su empresa, comparte la misma opinión. “Tras años de insistencia, las ingenieras al menos hemos logrado la equiparación salarial. Cobramos lo mismo que un hombre, pero no tenemos la misma autoridad. En mi caso, tuve que luchar mucho para que me tomaran en serio porque no sólo era una mujer, sino una mujer joven”. Y añade: “afortunadamente, cada vez hay más representación femenina en ciencias como Química o Biología, pero las ingenieras seguimos siendo escasas”.

Nuria Aires, Analytics Engineer en Dojo.
Siguiendo esta línea, Nuria Aires, ingeniera de análisis de datos en Dojo, reconoce que le gustaría ver más mujeres en posiciones de perfil técnico ya que es un mundo donde todavía predomina una imagen masculina que “puede ser un poco intimidante”. Sin embargo, también comenta que desde que empezó en el mundo tecnológico, en Reino Unido, todo han sido oportunidades y crecimiento. “No me he encontrado ningún obstáculo por quien soy, ya que lo que valoran en este mercado es lo que sabes hacer y lo que puedes aportar”, afirma.
Hoy en día hay muchas más mujeres en todas las especialidades, ya no existe esa percepción de que las ingenierías son solo cosa de hombres
Dentro de esta perspectiva más positiva, nos encontramos con Mercedes Espárrago, responsable del Departamento PAR —proyectos de arranques, transformación y migración— de SGA. Mercedes asegura no haberse encontrado con barreras por ser mujer a lo largo de su carrera “más allá de las que han podido vivir otras compañeras en puestos más operativos”. Considera que, afortunadamente, cada vez cada vez tiene menos sentido hablar de limitaciones por género y que “hoy en día hay muchas más mujeres en todas las especialidades, ya no existe esa percepción de que las ingenierías son solo cosa de hombres”.

Mercedes Espárrago, de ID Logistics.
Del mismo modo, Lucía Álvarez, vicepresidenta de ventas y marketing en Odigo, tampoco ha sentido barreras de ningún tipo. “Es cierto que éramos menos chicas en clase y que tradicionalmente se ha vinculado esta carrera a un mundo más masculino, pero en mi caso siempre me he sentido apoyada”. Además, se considera afortunada, puesto que en su sector “es habitual ver a mujeres ingenieras liderando proyectos, en los consejos de administración, resolviendo incidencias complejas o diseñando soluciones para mejorar la experiencia del cliente”.
No obstante, llama la atención que Lucía “se considere afortunada”. Del mismo modo, resulta sospechoso que Mercedes Espárrago se considere “una privilegiada” en su empresa porque se la valore por sus capacidades y habilidades, sin importar el género. O que resalte que, cuando fue madre y decidió priorizar esa etapa de su vida frente a su desarrollo profesional, se le ofrecieran dos oportunidades de promoción que, en ese momento, decidió no asumir. “A pesar de ello, ID Logistics nunca me apartó. De hecho, el año pasado se me volvió a brindar una nueva oportunidad de promoción, esta vez sí aceptada”, concluye.

Lucía Álvarez, de Odigo.
Que ambas resalten estos hechos, más allá de un elogio obvio a sus respectivas empresas, nos viene a confirmar que la desigualdad sigue siendo algo común. Las palabras elegidas delatan la situación. Se sienten afortunadas y privilegiadas por ser tratadas con la dignidad que se merecen. ¿Pero acaso ese trato no debería de ser el estándar en lugar de un lujo? Sin embargo, Lucía y Mercedes hablan desde la sensación de haber tenido suerte, como si el respeto y las oportunidades fueran un favor y no un derecho.
La igualdad llegará cuando dejemos de ser “la única”, “la primera”, o “la excepción”, y empecemos a ser, simplemente, parte
De nuevo, Antía Míguez se muestra incisiva al respecto. “La igualdad llegará cuando dejemos de ser “la única”, “la primera”, o “la excepción”, y empecemos a ser, simplemente, parte”, reflexiona. Y añade: “nadie debería verse obligado a sacrificar su bienestar o su dignidad para poder ejercer una profesión”.
Todas estas profesionales coinciden en se encontraron con una sonora falta de modelos femeninos cuando empezaron a interesarse por sus carreras; apenas un par de ellas nombraron a algún familiar. Quizá por eso es tan importante que cada vez más surjan referentes. No tanto para que las nuevas generaciones aspiren a ser la excepción, pues ya hemos visto que el caso de la “primera mujer ingeniera de España” no es precisamente inspirador. Más bien, los referentes son necesarios para no tener que sentir que estás haciendo algo vetado. Mientras haya que destacar a las pocas que alcanzan sus objetivos, seguirá quedando en evidencia lo que aún falta para que lleguen muchas más.
Nadie debería verse obligado a sacrificar su bienestar o su dignidad para poder ejercer una profesión
Tal como apuntaba Elena Collado, las ingenieras siguen siendo escasas, y precisamente por eso urge visibilizar a quienes hoy ocupan esos puestos, no como excepciones heroicas, sino como muestra de una normalidad plausible que está por construir. Por eso hoy, en el Día Internacional de la Mujer Ingeniera, cerramos este artículo no rindiendo homenaje a la primera de ellas, sino a una batería de seis mujeres que componen nuestra actual intrahistoria. Seis profesionales que animan a todas las niñas interesadas en la ingeniería a lanzarse sin miedo a dedicarse a aquello que les apasiona.