Vivir en ciudades calurosas como Sevilla, Córdoba o Badajoz podría tener consecuencias graves más allá del sudor. Los españoles que están expuestos al calor extremo podrían estar experimentando un envejecimiento biológico.
Así lo sugieren diversas investigaciones recientes, las cuales aseguran que la exposición prolongada a altas temperaturas puede afectar el cuerpo a nivel celular, generando un envejecimiento interno comparable al causado por el tabaquismo o el consumo excesivo de alcohol.

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Un estudio publicado en Science Advances ha descubierto que aquellas personas que residen en zonas de calor extremo presentan edades biológicas hasta 14 meses mayores que quienes viven en climas más fríos, considerando también factores como ingresos, estilo de vida y salud general.
Según Eun Young Choi, gerontóloga de la Universidad del Sur de California, esto se debe a un fenómeno conocido como envejecimiento epigenético, donde el estrés térmico deja una huella duradera en el ADN.
Es como mantener el motor de un coche funcionando a toda velocidad. Eventualmente, se desgasta”
Los expertos aseguran que el calor activa respuestas fisiológicas que en pequeñas dosis son protectores, pero que se vuelven perjudiciales si son constantes. El sistema cardiovascular trabaja más para regular la temperatura, los riñones se esfuerzan por conservar agua, el sistema nervioso puede verse sobreestimulado y el sistema inmunológico reacciona con inflamación crónica.
A nivel molecular, el calor crónico puede alterar la metilación del ADN, un marcador clave del envejecimiento, modificando el comportamiento de genes relacionados con inflamación, metabolismo y reparación celular. Según Choi, esto puede afectar la respuesta del cuerpo ante futuras infecciones o enfermedades relacionadas con la edad, como demencia o problemas cardiovasculares.
Sin embargo, los investigadores aclaran que se trata de estudios observacionales, lo que significa que no pueden demostrar causalidad directa. Además, se debe tener en cuenta que no todos los cuerpos reaccionan igual: aquellos que han vivido durante generaciones en climas cálidos y secos tienden a desarrollar adaptaciones fisiológicas, como mejor regulación del flujo sanguíneo o una sudoración más eficiente.