John McAfee, el genio loco del antivirus que guionizó su muerte en Barcelona: “Si alguna vez informan que me he suicidado, no lo crean”

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De pionero del antivirus a fugitivo internacional, su vida fue un calculado espectáculo mediático que culminó con una muerte profetizada por él mismo

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John McAfee, emprendedor mediático fallecido en 2021.

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Terceros

El 23 de junio de 2021, John McAfee, padrino del software antivirus, fue hallado muerto en su celda de una prisión de Barcelona. La causa oficial fue suicidio, un final predecible para un hombre acorralado por la justicia estadounidense. Sin embargo, años antes McAfee se había tatuado la palabra ”$WHACKD” (liquidado) y había advertido en Twitter: “Si alguna vez informan que me he suicidado, no lo crean”. 

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Su muerte no fue tanto un punto final como la apertura de su último acto: la consagración de su propia leyenda. La vida de McAfee, según se desprende de biografías y documentales como Running With the Devil, no fue una espiral de caos incontrolado, sino una performance orquestada por un genio de la autopromoción que entendió que el mayor poder reside en controlar tu propia narrativa. Incluso más allá de la tumba.

Su historia comenzó como el arquetipo del éxito de Silicon Valley. Tras toparse con “Brain”, el primer virus para PC, en 1986, fundó McAfee Associates y creó un imperio multimillonario. Pero al McAfee creador también le gustaba destruir su propia obra. En 1994, vendió su participación por 100 millones de dólares y se desvinculó para siempre. 

John McAffee, pionero del antivirus que acabó huyendo de la justicia de EE UU

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John McAfee no solo inventó un antivirus: inventó un personaje que desafiaba los límites de la realidad y la ficción

McAfee habló públicamente de su consumo de drogas y de su infancia se supo que su padre lo golpeaba sin piedad y que se suicidó cuando tenía 15 años, según declaró Steve Morgan, que había pasado tiempo con el fundador para elaborar una biografía que le habían pedido escribir. Contaba Morgan que McAfee solo lloró al evocar la muerte de su padre.

El desprecio de McAfee por su legado se volvió legendario, llegando a declarar públicamente su gratitud hacia Intel, que compró la compañía años después, por “liberarme de esta terrible asociación con el peor software del planeta”. Este acto de aniquilación simbólica fue el primer indicio de un patrón que definiría su vida: la necesidad de quemar su pasado para reinventarse. No le bastaba con el éxito; necesitaba ser el rebelde que renegaba de él, el profeta que sentenciaba que “el software antivirus está muerto”.

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La verdadera metamorfosis llegó tras la crisis financiera de 2008, que diezmó su fortuna y lo empujó a Belice. Allí, el magnate tecnológico se transformó en un forajido de película: un personaje excéntrico y paranoico rodeado de un harén (allí convivió con una joven de 17 años), guardias armados y drogas sintéticas. Su descenso culminó en 2012 con el asesinato de su vecino, Gregory Faull. Declarado “persona de interés”, McAfee no cooperó. 

En su lugar, protagonizó una fuga que él mismo convirtió en un espectáculo global, narrando cada paso en su blog. Comprendió que ser un fugitivo era mucho más rentable, mediáticamente, que ser un millonario retirado. Como resumió el entonces primer ministro de Belice, Dean Barrow, McAfee era “extremadamente paranoico, yo iría tan lejos como para decir que está chiflado”. Lo que parecía locura era, en realidad, la construcción de una nueva y potente marca personal.

McAfee entendió antes que nadie que, en la era de internet, vivir y morir podían ser performances virales

De vuelta en Estados Unidos, McAfee capitalizó su nueva fama de proscrito. Se presentó dos veces a las elecciones presidenciales por el Partido Libertario y se erigió como gurú de las criptomonedas, un espacio anárquico perfecto para su discurso antisistema. Sus predicciones eran tan audaces como vulgares, prometiendo actos humillantes en televisión si el Bitcoin no alcanzaba cifras astronómicas, algo que más tarde admitió que no era más que “una artimaña para atraer a nuevos usuarios”. 

La estrategia de McAfee era clara y la confesó sin tapujos: “Lo único que he aprendido en la vida es que no existe la mala prensa. No existe. Cuantas más cosas malas se digan de ti, más poder te dan”. Cada acusación de evasión fiscal o fraude criptográfico no era una mancha en su expediente, sino combustible para su narrativa de mártir perseguido por un Estado corrupto.

John McAfee, padrino del antivirus.

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Terceros

Su arresto en Barcelona en 2020 puso en marcha el acto final que llevaba años preparando. Enfrentado a una extradición que nunca aceptaría, activó el mecanismo de la mitología. La noticia de su suicidio, horas después de aprobarse su entrega a EE. UU., fue recibida por sus seguidores no como una tragedia, sino como la confirmación de la profecía del tatuaje «$WHACKD». 

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Janice McAfee, su viuda, se convirtió en la guardiana de esa ambigüedad deliberada al luchar durante años por una segunda autopsia. De esta forma, el legado de John McAfee dejaba de serun software que protege ordenadores a un virus mucho más complejo: una duda implantada en la cultura popular, una historia tan contradictoria que se niega a extinguirse. Su último gran truco no fue escapar de la policía, sino escapar de una única versión de la verdad.

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