Entre las innovaciones tecnológicas, la de las tarjetas gráficas no parece una muy importante. Al menos no de entrada. Hacer que los videojuegos puedan tener mejores gráficos no es que sea algo que tenga mucho recorrido, ¿verdad? Salvo que es la industria cultural que más ingresos genera del mundo. Y que las tarjetas gráficas sirven para mucho más que para mover videojuegos.
También sirven para hacer trabajo de diseño gráfico y de vídeo. Superordenadores de universidades y de instituciones como la NASA las necesitan para cálculos imposibles de otra manera. Sin ellas, la explosión del minado de criptomonedas de hace unos años hubiera sido imposible. Y el actual auge de las IA tampoco habría existido.
Las tarjetas gráficas, o para ser exactos, los semiconductores, definen nuestro mundo de un modo que ni siquiera imaginamos. Tanto que el CEO de la compañía de semiconductores más grande del mundo se ha convertido en el sexto hombre más rico del mundo. Su nombre es Jensen Huang.

Jensen Huang, CEO de Nvidia.
La historia de Jensen Huang
El taiwanés que emigró a Estados Unidos
Nacido el 17 de febrero de 1963 en Taipéi, Jensen Huang es el menor de dos hermanos. Su padre, ingeniero químico en una refinería, y su madre, profesora, se trasladaban con frecuencia debido al trabajo, lo que marcó su infancia viajera. Sin embargo, a los diez años, Jensen y su hermano se mudaron a Estados Unidos para vivir con sus tíos. Pese a la barrera del idioma, Huang pronto destacó: se saltó dos cursos y se graduó a los 16, mientras competía a nivel nacional en tenis de mesa y participaba en los clubes de matemáticas, informática y ciencias.
Estudió ingeniería eléctrica en la Universidad Estatal de Oregón, y se graduó en 1984 con solo 20 años. Poco después, comenzó a trabajar como diseñador de microchips en Silicon Valley, aunque no fue un camino directo: tuvo que elegir entre varios destinos posibles para iniciar su carrera.
Estudió ingeniería eléctrica en la Universidad Estatal de Oregón, y se graduó en 1984 con solo 20 años
Aunque realizó entrevistas en Texas Instruments, LSI Logic y AMD (Advanced Micro Devices), se decantó por esta última simplemente porque era la única que conocía. Así, mientras diseñaba microprocesadores en AMD, asistía por las noches a clases en Stanford, donde obtuvo un máster en ingeniería eléctrica en 1992.
Mientras trabajaba en AMD, Huang recibió una oferta para incorporarse a LSI Logic como oficial técnico, puesto que aceptó. Desde allí colaboró con una startup externa: Sun Microsystems. Fue en ese entorno donde conoció a dos ingenieros clave en su trayectoria, Chris Malachowsky y Curtis Priem. Ambos trabajaban en el desarrollo de una nueva tarjeta gráfica, un proyecto al que Huang se sumó. En 1989, lo culminaron bajo el nombre de GX Graphics Engine, con un éxito rotundo: los beneficios pasaron de 262 millones en 1987 a 656 millones de dólares en 1990. Gracias a ese logro, Huang fue ascendido a director de CoreWare, una división de LSI especializada en diseñar chips para fabricantes de hardware.
Pero en 1990 ocurriría algo decisivo. Las ventas de Sun Microsystems comenzaron a caer, y tanto Malachowsky como Priem decidieron dejar sus puestos para dedicarse al desarrollo de chips gráficos para PC. Huang no dudó en unirse con ellos al proyecto. En un principio, llamaron a la nueva compañía NVision, pero fue Huang quien propuso el nombre definitivo: Nvidia, inspirado en la palabra latina invidia, ya que Priem quería que las empresas rivales “se pusieran verdes de envidia”, según cuenta en New Yorker.
El proyecto no vio la luz de forma rápida ni sin problemas. Durante meses, los tres compañeros se reunían constantemente en un restaurante Denny's a las afueras del este de San José, en busca de dar forma a su plan de negocio. Según recordaría Huang, lo eligieron porque “era más silencioso que nuestras casas y tenían café barato”.
Además, carecían de capital. Así que, ¿cómo iban a poder fundar la empresa? La respuesta estuvo en el propio Huang. Aunque LSI, mantenía una buena relación con la compañía. Gracias a ello, consiguió que su CEO, Wilfred Corrigan, lo presentara al inversor Don Valentine, fundador de Sequoia Capital. Tanto Sequoia como Sutter Hill Ventures decidieron apostar por Nvidia, lo que les permitió comenzar de inmediato la producción de sus primeros chips. Y, dado que Malachowsky y Priem confiaban plenamente en Huang —a pesar de ser más joven que ambos—, acordaron que él debía ocupar el cargo de CEO.
Nvidia se fundó en 1993, pero tuvo varios traspiés antes de convertirse en una de las empresas más ricas del mundo
Nvidia se fundó en 1993, pero eso no significó un éxito inmediato. En 1995 lanzaron su primera tarjeta gráfica, la NV1, que apostaba por el uso de primitivos cuadriláteros, en contraste con el estándar de la industria, que ya trabajaba con triángulos. El problema llegó cuando Microsoft presentó DirectX, la plataforma que se convertiría en el referente para el desarrollo multimedia en Windows, y que solo ofrecía soporte para triángulos. Como resultado, la NV1 fue un fracaso comercial.
Otro gran revés para la compañía llegó casi al mismo tiempo. Huang había cerrado un acuerdo con SEGA para suministrar la tarjeta gráfica de su próxima consola, la Dreamcast. Sin embargo, en un giro inesperado, el presidente de SEGA, Shoichiro Irimajiri, decidió cancelar el contrato y optar por la tecnología de una empresa rival: PowerVR, una división de Imagination Technologies.

Jensen Huang, CEO de Nvidia.
Esto fue un enorme varapalo para Nvidia. El fracaso de estos dos proyectos colocó a la empresa en una situación muy precaria que podría haber sido mucho peor de no haber sido por la generosidad de Irimajiri. A pesar de haber cancelado el proyecto, el presidente de SEGA convenció a su empresa de invertir 5 millones de dólares en Nvidia. Gracias a ese capital, según Huang, “tuvimos seis meses más de vida”, sin los cuales habrían tenido que cerrar. Y aprovecharon para darle la vuelta a la tortilla.
En 1996, Nvidia se vio obligada a despedir a más de la mitad de su plantilla, reduciendo su equipo de 100 a solo 40 empleados. Durante ese periodo crítico, centraron todos sus esfuerzos en desarrollar una nueva tarjeta gráfica optimizada para procesar primitivos triangulares: la RIVA 128. Cuando salió al mercado, el 25 de agosto de 1997, la situación era límite: la compañía apenas tenía fondos para cubrir un mes de salarios.
En 1996, Nvidia se vio obligada a despedir a más de la mitad de su plantilla
La RIVA 128 ofrecía un rendimiento prometedor y una buena calidad visual, pero fue duramente criticada por su baja estabilidad y numerosos errores, especialmente en comparación con el estándar dominante de la época: la 3Dfx Voodoo Graphics. Sin embargo, tenía una característica a su favor que acabaría marcando la diferencia: era la solución de alto rendimiento más asequible del mercado, y la mayoría de sus fallos podían corregirse mediante actualizaciones de drivers. Gracias a ello, la RIVA 128 se convirtió en un éxito rotundo.
Vendiendo un millón de piezas en apenas cuatro meses, las ganancias permitieron a Nvidia invertir el dinero en la producción de la siguiente generación de tarjetas gráficas. Esta sería la RIVA TNT, que saldría al mercado el 31 de agosto en 1998, como respuesta a la Voodoo2 de 3Dfx. Y aunque en términos de ventas la Voodoo2 arrasó y superó con creces a la RIVA TNT, esta última consolidó a Nvidia como uno de los grandes fabricantes del sector, al nivel de gigantes como 3Dfx y ATI.

Jensen Huang, CEO de Nvidia.
El triunfo de Nvidia
El éxito tras estar al borde de la bancarrota
Nvidia salió a bolsa el 22 de enero de 1999, en una operación que resultó ser un tremendo éxito, impulsada en parte por la participación que SEGA mantenía en la compañía. A partir de ese momento, la empresa comenzó a encadenar una serie de hitos clave, fruto de decisiones estratégicas cuidadosamente planificadas.
Quizás el mayor acierto estratégico en la historia de Nvidia fue ganar, en el año 2000, el contrato para desarrollar el hardware gráfico de la primera consola de Microsoft: la Xbox. El acuerdo les proporcionó 200 millones de dólares para llevar a cabo el proyecto, además de abrirles la puerta al competitivo mercado de las videoconsolas.
El mayor acierto estratégico en la historia de Nvidia fue ganar, en el año 2000, el contrato para desarrollar el hardware gráfico de la primera consola de Microsoft: la Xbox
Redoblaron esa apuesta en 2004, al colaborar con Sony en el desarrollo del chipset gráfico de la PlayStation 3. Desde entonces, Nvidia ha mantenido una presencia constante —en mayor o menor grado— en la industria de consolas. Hoy en día, tanto la Nintendo Switch como su sucesora, la Nintendo Switch 2, utilizan los chipsets Tegra de Nvidia.
A partir de este punto, Nvidia comenzó también una agresiva estrategia de adquisiciones para consolidar su posición en el mercado. En 2000 compró a su principal rival, 3dfx; en 2002 adquirió Exluna; en 2003, MediaQ; en 2005, ULi Electronics; y en 2006, Hybrid Graphics. Estas operaciones contribuyeron a moldear el panorama actual de las tarjetas gráficas, en el que actualmente solo quedan dos grandes actores: AMD —tras la compra de ATI— y Nvidia. Algo menos que ideal, que ha llevado a la situación actual: la falta de competencia que ha permitido un precio abusivo en las tarjetas gráficas.

El director ejecutivo Jensen Huang habla sobre la IA y el clima durante el discurso de apertura de Nvidia GTC en San José, California.
Un perfil bajo
Nadie sabía quién es Jensen Huang
Pero durante todo este tiempo, ¿qué hacía Jensen Huang? En realidad, mantenía un perfil sorprendentemente bajo. Tras el fiasco con SEGA, adoptó como lema no oficial de la compañía la frase “estamos a un mes de cerrar”, una mentalidad que perduró durante años y que marcó su enfoque prudente.
Aunque era una figura omnipresente dentro de Nvidia, hacia el exterior se mostraba casi como una sombra. Sin oficina fija en la sede central, solía recorrer los pasillos, instalándose en salas de reuniones según le convenía. Esta forma de operar se reflejaba también en la estructura interna de la compañía: una organización notablemente horizontal, con muy pocas capas jerárquicas entre los empleados y la dirección.
Aunque Huang era relativamente conocido entre los entusiastas del hardware y algunos jugadores de videojuegos, incluso en ese ámbito seguía siendo una figura casi anónima. Pero todo eso cambió con el auge de la inteligencia artificial y las criptomonedas, que catapultaron tanto a Nvidia como a su CEO al centro del escenario tecnológico mundial.
Como afirma el periodista James Surowiecki, una de las grandes fortalezas de Huang como CEO es “su capacidad para tomar grandes apuestas cuando se presentan las oportunidades”. Esto se hizo evidente alrededor de 2016, cuando el mundo enloqueció con las criptomonedas. La promesa de un dinero digital no rastreable y ajeno a cualquier institución política sedujo tanto a pensadores libertarios como a quienes vieron en ello una forma rápida y accesible de ganar dinero.
Y de esa fiebre surgió un nuevo oficio hasta entonces inexistente: el criptominado. Consistía, básicamente, en hacer que los ordenadores resolvieran complejos cálculos matemáticos sin descanso a cambio de recompensas en criptomonedas. Y en esa tarea, los chips gráficos de Nvidia resultaban ser excepcionalmente eficaces.
En 2017, la demanda de tarjetas gráficas —especialmente las de Nvidia— se disparó de forma desproporcionada a causa de las criptomonedas
De este modo, en 2017 la demanda de tarjetas gráficas —especialmente las de Nvidia— se disparó de forma desproporcionada. Modelos especialmente apreciados por los mineros de criptomonedas, como la GTX 1060 y la 1070, junto con alternativas populares como la RX 570 y la RX 580, duplicaron e incluso triplicaron su precio. Incluso algunas desaparecieron por completo del mercado.
La escasez se fue extendiendo poco a poco a las nuevas tarjetas que iban llegando, que comenzaban a venderse al triple o incluso al cuádruple de su precio recomendado antes incluso de llegar a las estanterías. Esta situación que se mantuvo durante casi cinco años, generando enormes dificultades para quienes querían actualizar su ordenador para jugar o trabajar en diseño gráfico.
¿Cuál fue la respuesta de Nvidia? No hacer nada. A ojos de Huang, las criptomonedas están aquí para quedarse, razón suficiente para no tomar partido durante años. Al menos hasta 2021, cuando sacaron versiones de sus tarjetas gráficas distintas. Unas pensadas para minar criptomonedas y otras con las capacidades de minería capadas, para evitar así la inflación de precios. Pero el experimento fracasó, ya que quitar esas limitaciones era extremadamente sencillo por diseño.
Si las tarjetas gráficas bajaron de precio, fue en gran parte por el desplome del criptominado. Con las criptomonedas y la tecnología blockchain atravesando horas bajas, la demanda masiva de GPUs se redujo drásticamente en los últimos dos años. Esto provocó una leve caída de precios, aunque sin llegar a los niveles anteriores al auge de la criptominería.
Entonces, ¿por qué Nvidia permitió que esta situación se prolongara? La respuesta parece evidente: la compañía llegó a un acuerdo civil con la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos, pagando 5,5 millones de dólares por no haber informado adecuadamente sobre los beneficios obtenidos de la venta de chips destinados a la minería de criptomonedas.
La razón por la que las tarjetas gráficas no han vuelto a sus precios anteriores no es solo la caída del criptominado, sino que Nvidia sigue aplicando precios abusivos sin ofrecer a cambio un salto tecnológico equivalente. Y buena parte de esa estrategia responde directamente a la visión de Jensen Huang.

Jensen Huang, CEO de Nvidia, durante un partido de béisbol.
Nvidia no tiene límites
IA: la siguiente frontera
Gran defensor de la inteligencia artificial, Huang la considera el futuro absoluto de la tecnología. Exactamente igual que en su día apostó por el blockchain —hoy claramente en declive—, ahora confía ciegamente en la IA. De hecho, está convencido de que el avance de las GPU, debido a esta tecnología, será exponencial. Incluso tiene un nombre para esta tendencia: la Ley de Huang. Aunque hoy esa ley carece de base real, su impacto sigue marcando el rumbo de Nvidia y contribuye directamente al sobreprecio que todavía arrastran sus tarjetas gráficas.
No solo eso. Huang se ha alineado públicamente con Donald Trump para garantizar la posición dominante de Nvidia en el mercado de chips de inteligencia artificial. El expresidente ha declarado que Huang “necesita más electricidad que nadie en el mundo” y que eso “es algo bueno, y se le va a dar”. Lejos de distanciarse, Huang ha elogiado a Trump, agradeciéndole que haya facilitado el aumento del consumo energético necesario para sus centros de datos y granjas de entrenamiento de IA. Una postura que refuerza la estrategia expansiva de Nvidia, incluso a costa de cuestiones clave como el impacto medioambiental.
Huang se ha convertido en uno de los mayores defensores de la inteligencia artificial. En cada oportunidad que tiene, la promueve con entusiasmo
Por eso, Huang se ha convertido en uno de los mayores defensores de la inteligencia artificial. En cada oportunidad que tiene, la promueve con entusiasmo. Hoy aparece en público más que nunca, y en todas sus intervenciones reitera el mismo mensaje: la IA es el futuro de la humanidad. Ha llegado a afirmar que “todo adulto, toda persona trabajadora, incluso los niños, deberían abordar y usar la IA de inmediato (...). La razón es que la IA es la mayor fuerza igualadora”.
Lo que Huang no suele mencionar es su evidente interés en esta narrativa. Nvidia es hoy la mayor productora de semiconductores con sede en Estados Unidos, y como tal, es la empresa que más tiene que ganar con el auge de la inteligencia artificial. Si la IA se consolida como el motor central de la economía digital, y si Estados Unidos logra imponerse en la carrera global por su control, no solo Nvidia saldrá beneficiada, sino también Huang a título personal, con un potencial de crecimiento casi ilimitado en las próximas décadas.

Jensen Huang, CEO de Nvidia.
Como todo multimillonario, Huang también cultiva su faceta filantrópica, aunque sus donaciones suelen estar alineadas con sus propios intereses. Y, por supuesto, no faltan las excentricidades. Además de su ya mencionada costumbre de no tener despacho y de deambular por las oficinas de Nvidia, es famoso por vestir siempre la misma chaqueta de cuero negro de Tom Ford, valorada en más de 10.000 dólares.
Tanto con el criptominado como ahora con la inteligencia artificial, Huang ha mostrado sus verdaderos colores. Está dispuesto a sumarse a cualquier causa que impulse el crecimiento de su empresa y, sobre todo, que aumente su fortuna personal, incluso si eso se hace a costa del resto. Una lógica difícil de cuestionar cuando, en julio de este mismo año, Nvidia se convirtió en la primera empresa de la historia en alcanzar una capitalización bursátil de 4 billones de dólares gracias al auge de la IA.
Es posible simpatizar con el Huang de los orígenes de Nvidia. Pero es muy difícil hacerlo con el Huang actual. El hombre discreto y un poco apocalíptico que se tomaba en serio su trabajo ha dado paso a un hombre que vende cualquier idea con tal de ganar más dinero. Quizás siempre fue ese hombre y no lo sabíamos. Pero lo que queda claro es que el Huang actual nos hace levantar una ceja. O las dos.