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Practica el 'mindful eating', escoge una comida al día sin pantallas y pon siempre la mesa, aunque comas solo

Bienestar digital

“Las pantallas convierten la comida en multitarea y disminuyen la conexión familiar”, advierten los expertos

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Adolescente desayunando mientras mira el móvil.

IStock / Getty Images

Tradicionalmente, en nuestro país las comidas han sido siempre espacios de socialización familiar y comunitaria; un lugar fundacional de convivencia. Sin embargo, en los últimos años, pantallas y alimentos conviven con absoluta naturalidad. Vemos una serie mientras comemos, consultamos el email, encadenamos vídeos en TikTok o nos dejamos llevar por un episodio más en Netflix. Comer se ha transformado en una experiencia multimedia y multitarea.

Durante los últimos años se han realizado múltiples estudios en el ámbito de la nutrición, así como de la psicología, que han demostrado que comer ante una pantalla tiene efectos sobre la calidad de los alimentos que comemos y también sobre la cantidad.

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Esta tendencia se explica, en parte, por nuestro estilo de vida acelerado y la práctica constante del “multitasking”. La dietista-nutricionista oncológica Adriana Alcaraz Soler señala: “muchas personas aprovechan el momento de la comida para mirar el móvil, responder correos o ver una serie. Además, el hecho de tener pantallas siempre a mano ha hecho que se conviertan en compañeros habituales en la mesa. Se pierde el ritual tradicional de sentarse y comer sin prisas, sobre todo en las casas donde ya no se comparte la hora de comer”.

Un estudio reciente de la Universitat Oberta de Catalunya, Screen Time Use and Ultra-Processed Food Consumption in Adolescents, da respuesta a cómo y por qué los adolescentes consumen alimentos ultraprocesados mientras usan pantallas. Según el estudio, dirigido por la investigadora y médica de familia Mònica Rodríguez-Barniol, el consumo de ultraprocesados se incrementa especialmente en momentos de soledad o cuando los adolescentes están en grupo frente a móviles u otros dispositivos.

Mirar el móvil a la hora de comer puede alterar nuestros hábitos alimenticios.

IStock / Cristina Villar Martin

Los resultados muestran que la ingesta de estos productos es especialmente elevada en desayunos y meriendas, y que el entorno digital actúa como desencadenante de un consumo más compulsivo y difícil de controlar. “Observamos que algunos adolescentes podían tener sensación de culpa por haber consumido más productos de los que querían, y que incluso adoptaban actitudes falsamente compensadoras, como hacer más ejercicio”, explica Rodríguez-Barniol.

Desde el punto de vista de la salud pública, esto preocupa porque el consumo habitual de estos productos se asocia con un mayor riesgo de sobrepeso, enfermedades cardiovasculares, diabetes y problemas de salud mental.

Se pierde el ritual tradicional de sentarse y comer sin prisas, sobre todo en las casas donde ya no se comparte la hora de comer

Staff Writerdietista-nutricionista oncológica

Aunque a veces sigamos achacando los males de la tecnología al uso por parte de los adolescentes y los jóvenes adultos, este fenómeno no se limita a este rango de edad. El uso de pantallas durante las comidas no solo transforma los hábitos alimenticios de los más jóvenes, sino que también influye en los adultos, mostrando que se trata de un cambio cultural más amplio en la manera de relacionarnos con la comida.

Un estudio reciente con 600 adultos en China analizó el uso de diferentes pantallas durante las comidas y su relación con distintos tipos de conductas alimentarias, incluyendo el comer intuitivo y comportamientos desordenados orientados a la delgadez o la musculatura. 

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Según el informe, un mayor uso de pantallas mientras se come se asocia significativamente con un menor comer intuitivo y un mayor riesgo de conductas alimentarias insanas. Tanto en hombres como en mujeres e independientemente del tiempo de uso de las pantallas, según los autores, la presencia de las pantallas puede afectar no solo qué comemos, sino también cómo nos relacionamos con la comida, reforzando malos patrones alimenticios.

La evidencia es clara. Según Alcaraz Soler “cuando comemos distraídos, tendemos a comer más cantidad y con menos conciencia. Prestamos menos atención a las sensaciones de hambre y saciedad, y esto hace que sea más fácil pasarnos de calorías. Además, las comidas con pantallas suelen estar asociadas a alimentos más palatables (placenteros y apetitosos al paladar) y menos saludables. Por eso, en estas situaciones comemos snacks, dulces, refrescos o comida rápida”.

Jóvenes mirando el móvil en una cafetería.

IStock

Pero el impacto de la tecnología en la alimentación va más allá de la cantidad y calidad de los alimentos y redefine la propia experiencia de comer. Desde hace años, la comida se ha convertido en un acto multitarea. Esto genera hábitos más individualizados, dispersos y, en ocasiones, compulsivos, debilitando la dimensión social del ritual de la comida.

Reconocer estas transformaciones permite que podamos ponerle remedio. Alcaraz Soler propone estrategias realistas. “No hace falta hacer cambios radicales. Por ejemplo, escoger una comida al día sin pantallas y mantenerla con cierta regularidad, convirtiéndolo en un momento de calma y en familia”, propone. 

Escoger una comida al día sin pantallas y mantenerla con cierta regularidad, convirtiéndolo en un momento de calma y en familia

Staff Writerdietista-nutricionista oncológica

“Recuperar el ritual de poner la mesa, aunque comas solo: plato, vaso y unos minutos de pausa. O como tercera opción, buscar alternativas para no depender del móvil, como música o radio de fondo o simplemente, dedicar unos minutos a comer sin distracciones”, añade. 

En definitiva, lo importante, según la dietista-nutricionista, es recuperar el control sobre nuestros propios actos, sin dejarnos llevar por la inmediatez a la que nos lleva las pantallas: “No se trata de prohibir las pantallas, sino de recuperar algunas comidas con pausa, conciencia y compartir. Esos ratos ayudan a comer con más sensación de presencia, a escuchar mejor el hambre que tenemos y a vivir la comida como un espacio para cuidarnos y conectar con los demás”.

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Este acto es la práctica del “mindful eating” o atención plena al comer. Estudios psicológicos indican que comer con plena consciencia, prestando atención a las señales de hambre y saciedad, a los sabores, texturas y olores de los alimentos reduce el comer impulsivo y emocional, y favorece la autorregulación del apetito. Por eso, es clave recuperar momentos de pausa y atención plena para volver a disfrutar la comida como un espacio de conexión, cuidado y disfrute.