Fred Astaire y Gimferrer

Fred Astaire y Gimferrer
Staff Writer

Àngel Casas utilizó un chiste de posguerra para titular su primera novela: Fred als peus (Quaderns Crema, 2002). Trata de un hombre que llega a una parada de autobús y ve a otro que da saltitos como si bailara. “¿Fred Astaire?”, le pregunta aludiendo al bailarín que triunfaba en Hollywood. “No, fred als peus!”, le responde el saltarín. Hoy, si aciertan las predicciones meteorológicas que han anunciado un Armagedón térmico, hace un frío que pela, las castañeras ya no solo venden boniatos, los profesionales de las estaciones de esquí reciben la nieve con los brazos abiertos y en los ascensores no solo se habla de fútbol­.

Snowstorm in Finland.

  

Getty Images/iStockphoto

¡Pero si ya es 9 de diciembre! En la zapatería que regentaba mi madre en la plaza Virrei Amat, el escaparate de invierno empezaba a prepararse después de la Mercè y debía estar completo para Todos los Santos. Hubo años en que las primeras botas aparecían durante octubre, como el humo de las castañeras, y en diciembre el género de invierno ya era lo único que se vendía desde hacía semanas. Eso en Barcelona, una ciudad de clima templado. En Vic, Olot, Puigcerdà o Vielha El desembre congelat no era solo el título de un villancico.

Echo de menos los cambios de indumentaria del poeta Gimferrer

En el paseo de Gràcia preturístico se había popularizado una entrañable tradición barcelonesa: el día en que el poeta Pere Gimferrer sacaba a pasear el abrigo. En tiempos pasados, independientemente de la temperatura exterior, el cambio de estación en el calendario implicaba un cambio de indumentaria del poeta, que en invierno lucía abrigo, bufanda y sombrero. Hoy, enfundarse un abrigo el 22 de septiembre para celebrar la llegada del otoño sería asfixiante. El cambio climático alarga la temporada de manga corta, trastoca el refranero y nos aboca a un futuro incierto.

A pesar de los evidentes problemas que una bajada brusca de temperaturas provoca entre la población que sufre pobreza energética, echo de menos aquellos cambios de estación perfectamente delimitados por los cambios de indumentaria del poeta Gimferrer. En catalán, tenir fred de peus significa ponerse celoso, sentir envidia. Pues qué envidia no tener que estar pendientes de los meteorólogos para saber si viene el frío.

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