Ya no se trata de que los políticos de izquierda o derecha se opongan, contrasten o combatan la visión del mundo de sus oponentes políticos, sino que se muestren capaces de tener una infinita maleabilidad política que les permita llegar a gobernar y lograr mantenerse en el poder. Los constantes equilibrios que realiza el Gobierno central para seguir gobernando con alianzas con partidos a su izquierda y con nacionalistas e independentistas de centroderecha se suele interpretar como un signo de debilidad política.
La plasticidad política de Pedro Sánchez es parecida a la de Emmanuel Macron en Francia, a la de Keir Starmer en el Reino Unido y a la de Ursula von der Leyen en la Unión Europea. Los tres dirigentes políticos señalados basan su acción política en su flexibilidad para negociar y modificar posturas, para reformular estrategias sin adherirse a principios inamovibles.

Todos ellos han demostrado una gran capacidad de adaptación y conciliación, siendo capaces de encontrar puntos de encuentro, incluso en las diferencias, con sus oponentes políticos. La opinión pública los tilda de oportunistas o faltos de principios cuando en muchas ocasiones lo que buscan es un complejo equilibrio para poder impulsar sus políticas. Si en el pasado solo era posible gobernar fijando con nitidez la posición política, ahora solo es posible lograrlo oscilando hacia muchas posiciones contrarias, como un péndulo.
La rigidez de la derecha supone limitar el campo de acción en un momento en que hay que adaptarse a los cambios
Frente a la plasticidad política de la izquierda española se opone como modelo de intervención la rigidez política de la derecha. Una rigidez política basada en intensificar, en contraste con sus oponentes, que se está dispuesto a defender sin fisuras las convicciones y a renunciar a cualquier pacto con otras fuerzas políticas que pueda alterar sus principios.
Una rigidez que supone en la práctica limitar el campo de acción en un momento en que debido a la fuerte fragmentación política es necesario mostrarse capaz de ser versátiles y adaptarse a los cambios.
La rigidez política del PP que no les permite pactar con partidos nacionalistas, independentistas, de izquierda e incluso tener dificultades para llegar a acuerdos con Vox aunque estos pactos jueguen a favor de su agenda política consiguiendo con ello asimilar el espacio electoral de la extrema derecha y por lo tanto a sus votantes que no hace mucho los votaban a ellos.
Más allá de la estrategia por parte del PP de hacer caer a Pedro Sánchez, la derecha se debe preguntar qué tipo de gobierno serían capaces de construir si llegado el momento no tuvieran mayoría absoluta para hacerlo en solitario.