No está en mi ánimo cuestionar la elección de la revista Time, pues sería un atrevimiento excesivo por mi parte. Pero el término persona del año referido a Donald Trump me resulta equívoco, seguramente sería más oportuno escogerlo como personaje del año. Sí, ya sé que el galardón –que comporta la portada de la revista– lleva este título desde 1927 y hacer una excepción sería una temeridad. E incluso soy consciente de que la primera definición de todos los diccionarios alude a la condición de individuo de la especie humana, y hasta aquí Trump cumpliría. Pero el término persona, como mínimo desde Immanuel Kant, constituye una categoría moral, y ahí es cuando me asaltan las dudas. Trump es un gran personaje, pero no una gran persona.

En cualquier caso, en casi cien años de personas del año, al lado de figuras de un especial valor ético, como Juan XXIII (1962) y Martin Luther King (1963), han sido elegidos individuos del lado oscuro de la historia como Hitler (1938) –que venció a la candidatura de Einstein– o Jomeini (1979). Incluso Stalin lo fue dos veces (1939 y 1942). En el 2001, Time dudó en escoger a Bin Laden tras el atentado a las Torres Gemelas: al final se decantaron por el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, por considerar que había devuelto la moral a la ciudad de los rascacielos.
‘Time’ elige a Trump como ‘persona del 2024’, prescindiendo de la consideración moral
Ciertamente, tras arrollar en las urnas en noviembre, incluso los enemigos de Trump son capaces de verle virtudes que antes no veían. Desde Macron hasta Zelenski le ponen la alfombra a su paso. El presidente de la República Francesa le dio trato de presidente de Estados Unidos cuando aún no ha jurado el cargo en la reapertura de Notre Dame, y el presidente de Ucrania se ha deshecho en elogios hacia el próximo inquilino de la Casa Blanca. Todo lo que antes eran recelos ahora son parabienes.
El escritor Elias Canetti hizo la mejor definición de persona, hablando de sí mismo: “Quiero ser tolerante, sin pasar nada por alto; no perseguir a nadie aunque todos me persigan; llegar a ser mejor, sin darme cuenta; llegar a ser más triste, pero vivir a gusto; ser más alegre, ser feliz en los demás; no pertenecer a nadie, crecer en todos; amar lo mejor, soportar lo peor. Y ya no odiarme”.