Perder para intentar ganar

El canciller alemán, Olaf Scholz, se sometió ayer a una moción de confianza ante el Bundestag con la intención deliberada de perderla y poner así en marcha el mecanismo constitucional para la convocatoria de elecciones anticipadas el 23 de febrero, que el político socialdemócrata aspira a poder ganar.

Parece una paradoja someterse voluntariamente a una moción de confianza sabiendo que se perderá, pero uno de los pocos mecanismos que permite la Ley Fundamental (Constitución) alemana para convocar elecciones anticipadas es que el Parlamento retire su confianza al canciller. Y eso es lo que sucedió ayer, en un guion que estaba escrito desde hacía días y que ya ha puesto el reloj en marcha para que los alemanes acudan a las urnas. Solo 207 de los 717 diputados presentes (de un total de 733) dieron su confianza al canciller, mientras que 394 se la retiraron y 116 votaron en blanco. El presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, aceptó la disolución del Bundestag y tiene 21 días para oficializarla, pero se ajustará al calendario pactado, y las elecciones serán el 23 de febrero.

El debate previo a la votación se convirtió de facto en el primer acto de la campaña electoral, con una sesión tensa y ataques frontales. Scholz lanzó un duro ataque a la CDU, acusándola de querer aplazar la edad de jubilación hasta los 70 años con un plan para ajustarla a la esperanza de vida, y abogó por inversiones masivas para relanzar la economía alemana, mejores salarios y pensiones estables. Acusó a los liberales de dinamitar la coalición tripartita y aseguró a Ucrania que seguirá teniendo el apoyo firme alemán. Friedrich Merz, líder y candidato de la CDU, le acusó de dejar el país “en una de las peores crisis económicas desde la posguerra”.

La moción de confianza era la consecuencia de la ruptura de la coalición entre socialdemócratas, verdes y liberales que ha dirigido el país desde diciembre del 2001. La llamada coalición semáforo saltó por los aires después de que, el mes pasado, la abandonaran los liberales tras duras discusiones sobre cómo relanzar la economía del país, que lleva dos años bordeando la recesión. El choque entre el SPD y el FDP llegó al límite, y los liberales dejaron la coalición, que desde entonces ha gobernado en minoría.

Olaf Scholz no supera la moción de confianza y Alemania celebrará elecciones el 23 de febrero

El bloque conservador formado por la Unión Cristiana Demócrata (CDU) y la Unión Social Cristiana (CSU), la principal fuerza de oposición, encabeza las encuestas, con valores sobre el 31%. El SPD de Scholz ocupa la tercera posición con el 17%, superado por la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), con el 20%. No obstante, todo apunta a que, si vence en febrero, la CDU tendrá que pactar o con el SPD o con Los Verdes –que tienen el 11%– para poder gobernar, ya que los democristianos están decididos a que se mantenga el cordón sanitario a AfD y no pactarían con la ultraderecha.

Scholz no lo tiene nada fácil para ganar en febrero, pero hay que recordar que ya logró una remontada en las elecciones del 2021, confía en volver a revertir los sondeos y en que la popularidad del líder de la CDU, Merz, no es especialmente alta. Ucrania, la gestión de la crisis económica y la justicia social van a ser los tres ejes de la campaña electoral, como ya se vio ayer en el Bundestag.

Scholz ha esbozado una lista de medidas urgentes que busca sacar adelante con el apoyo de la oposición antes de los comicios, incluidos 11.000 millones de euros de recortes fiscales y un aumen­to de las prestaciones por hijos a cargo ya acordado por los antiguos socios de coalición. Otras medidas con las que busca evitar que los ciudadanos “tengan que soportar más cargas fiscales” y hacer frente a los elevados precios de la energía parecen menos seguras. La CDU ya ha adelantado que solo debatirá las propuestas “que deban tratarse de manera urgente”. Obviamente, la oposición no dará argumentos a Scholz para que se presente ante el electorado habiendo aprobado medidas para mejorar su calidad de vida.

La inestabilidad política que vive Alemania, sumida en una tremenda polarización, ha hecho casi imposible gobernar una economía completamente paralizada en un momento en el que Europa más la necesita. Alemania lleva cinco años estancada. Primero, con la pandemia, y luego, con la crisis energética provocada por la invasión de Rusia a Ucrania, que provocó un aumento de la inflación al subir los ­precios de la energía y que ha lastrado sobremanera la industria germana.

La crisis económica, la justicia social y Ucrania serán los grandes temas de la campaña electoral

Todo ello ha afectado enormemente a la economía europea. Sorprende que en estos momentos sean los países del sur los que estén sosteniendo Europa, mientras el histórico motor Francia-Alemania está sumido en una gravísima crisis política y económica. Y con Trump y sus aranceles asomando tras la puerta.

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