Al zunzuncito los cubanos le pusieron un nombre acorde con el tamaño y el imperceptible zumbido que emite. Es un colibrí y también el ave más pequeña del mundo. Pesa menos de dos gramos y mide entre cinco y seis centímetros del pico a la cola. Los cubanos, que lo conocen también como pájaro mosca, lo ven como un signo de identidad y en los años heroicos de la nueva trova cubana, Silvio Rodríguez le dedicó una canción de cuna. Para los que enloquecen con la observación de las aves, es un endemismo localizable solo en algunas partes de la isla.

Los que han tenido la suerte de ver un colibrí, saben que lo que más sorprende de estas aves es su capacidad para agitar las alas varias veces por segundo sin cambiar de posición y sin la necesidad de posarse sobre una rama. Da la impresión de que están suspendidos en el aire. Los colibríes realizan unos 50 aleteos por segundo (al zunzuncito le acreditan ochenta, lo que no está contrastado).
El cómo los colibríes protagonizan esas acrobacias es un misterio que ahora los militares quieren desentrañar. Quieren saber cómo mueven esas alas sin apenas sistema nervioso ni músculos, pero capaces de resistir al viento. Su objetivo es aprender de ellos para crear una división de drones diminutos. Y utilizarlos en tareas de espionaje u observación. Para ello financian el Flight Lab de Montana, que depende del ejército estadounidense.
Los militares quieren aprender de los colibríes para crear una división de drones diminutos
Hay a quien le puede resultar chocante que una criatura tan angélica sea fuente de inspiración para la guerra. Pero así son las cosas. Y el colibrí no es el único que despierta interés. Para los que no puedan o quieran viajar a América para verlo, siempre les quedará el recurso de observar a las libélulas.
Vuelan a gran rapidez, con grandes loops, hacia arriba, hacia el suelo, de lado a lado, hacia atrás e incluso cabeza abajo. Son ágiles y, como cazadoras, son letales. Aciertan en el 95% de los ataques que lanzan contra sus presas. Tienen un cuerpo aerodinámico repleto de músculos y esos ojos compuestos que escrutan al observador si uno tiene la suerte de que le vengan de cara.
Los británicos (que tienen más agua y más oportunidades que nosotros) son muy aficionados a su observación. Y destacan a especies como la emperatriz azul (Anax imperator), una especie de color verde y azul irisado que puede recordar a un black hawk en pleno combate. La emperatriz es una belleza. Pero eso sí, no liba el néctar de las flores, como el zunzuncito. Va directa a la proteína. Y es difícil que inspire una canción de cuna.