Hoy hace cuatro años, una turba de partidarios de Donald Trump, instigados por el discurso del aún entonces presidente en el que hablaba de fraude y no aceptaba su derrota en las elecciones de noviembre del 2020, asaltó el Capitolio de Washington, donde los congresistas estaban reunidos para certificar los resultados electorales. Fue un ataque frontal a la democracia, un intento de golpe de Estado para “salvar a América”.
Hoy, cuatro años después, el 119.º Congreso de EE.UU., formado por los representantes y senadores elegidos el pasado noviembre, se reunirán en el mismo lugar para validar unos resultados que otorgan de nuevo la presidencia a un hombre que desprecia la democracia, tiene como único objetivo alcanzar el poder y se apresta a desmantelar aquellas estructuras de gobierno que impidan sus objetivos. Pese a todo ello, la sesión de hoy tendrá lugar con normalidad no solo por el despliegue policial para evitar incidentes sino porque los perdedores, el Partido Demócrata y sus líderes, han aceptado su derrota democráticamente y defienden una transición de poder pacífica y consensuada. Por ello no piensan obstaculizar la investidura del republicano, aunque lo consideran incapacitado para ejercer el cargo.
Se abrirá así una nueva etapa cuyo primer acto destacable será la toma de posesión de Donald Trump, el próximo día 20. El aún presidente electo ha delineado una serie de propuestas que pueden redefinir áreas clave de la política estadounidense, y su enfoque en temas como la economía, la seguridad, la inmigración, la crisis climática y las relaciones exteriores augura un completo cambio respecto de la administración demócrata saliente y de consecuencias imprevisibles.
Cuatro años después del asalto al Capitolio, el Congreso certifica hoy la victoria del republicano
Para llevar a cabo su agenda política, Trump se ha rodeado de personas totalmente fieles, halcones que comulgan a ciegas con el ideario trumpista y cuya capacidad para llevar a cabo la actividad para la que han sido propuestos dista, en muchos casos, de ser la más adecuada y profesional. Caso aparte es el papel que desempeñará Elon Musk, el hombre más rico del mundo y con una clara deriva derechista y populista. No son pocos los que ya lo ven como el verdadero “presidente” y auguran una lucha de egos de incierto futuro. Los pasos dados hasta ahora por el propietario de X adelantan que se está forjando un protagonismo sin precedentes que puede causar conflictos de intereses para la nueva administración republicana porque sus empresas se benefician de miles de millones de dólares en contratos gubernamentales.
Trump ha prometido la mayor deportación de migrantes indocumentados de la historia de EE.UU., que podría afectar a 11 millones de personas. Se ha comprometido a acabar con la inflación, y a recortes fiscales y nuevos aranceles de al menos un 10% sobre la mayoría de los productos extranjeros para reducir el déficit comercial. De la mano de Musk, quiere recortar el gasto público en dos billones de dólares. Ha anunciado que recortará las regulaciones climáticas e impulsará el fracking para elevar la producción de combustibles fósiles.
También ha dicho que acabará con la guerra de Ucrania gracias a su buena relación con Putin y quiere que EE.UU. se desmarque de los conflictos exteriores. Sobre la guerra de Gaza, apoyará aún más a Israel y se desentenderá del aspecto humanitario del conflicto. En cuanto a la OTAN, su compromiso con la Alianza en este segundo mandato sigue siendo un misterio, pero no es descartable una paulatina desvinculación de esta organización. Y en política interior, su propósito manifestado es el despido masivo de los “burócratas deshonestos”, los funcionarios y fiscales que se opusieron a su intento de seguir en el poder tras los comicios del 2020, así como indultar a los condenados por asaltar el Capitolio.
La división republicana en la Cámara Baja es un obstáculo para la agenda legislativa trumpista
Habrá que ver cuántas de estas promesas se acabarán materializando y con qué timing . La división mostrada el pasado viernes en las filas republicanas para elegir al presidente de la Cámara de Representantes, donde al final se impuso la autoridad y el candidato de Trump, evidencia que moderados, conservadores y ultraderechistas se reparten una bancada que tiene una mínima mayoría, mientras que en el Senado Trump dispone de un control ajustado. Todo ello hace prever problemas para el próximo inquilino de la Casa Blanca para implementar su agenda legislativa.
Donald Trump será el primer presidente en la historia con una condena criminal, y el próximo día 10 conocerá la sentencia, aunque el juez le aplicará la liberación incondicional durante su mandato, lo que garantiza su regreso a la Casa Blanca el día 20. Una segunda era Trump que EE.UU. y el mundo aguardan entre la expectación y el temor.