El líder histórico de la extrema derecha francesa, Jean-Marie Le Pen, fallecido el martes pasado a los 96 años, fue enterrado ayer en su pueblo natal, La Trinité-sur-Mer, en Bretaña, donde su padre era pescador. El clan familiar, que ha protagonizado durante decenios graves disputas internas, por razones sentimentales y políticas, se reunió para despedir al polémico patriarca. Allí estaban las tres hijas –Yann, Marie-Caroline y Marine– y también la nieta, Marion Maréchal. Bastantes vecinos del pueblo, de 1.700 habitantes, se sumaron al duelo.
Según unas declaraciones que recogió el diario Le Parisien y que publicó después de su muerte, el propio Le Pen explicó hace unos años que su lápida, en la tumba familiar, llevaría simplemente su nombre de pila, Jean-Marie. “Será suficiente, se sabrá quién es”, añadió, con su proverbial socarronería. Al parecer, le convenció escoger esta fórmula tan sencilla la visita a la tumba de José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange, en la basílica del Valle de los Caídos.