El 27 de enero de 1945, ayer hizo 80 años, las tropas soviéticas liberaron el campo nazi de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau, en Polonia, en el que en cinco años murieron más de 1,1 millones de personas, la gran mayoría judíos, víctimas de las cámaras de gas, torturas y enfermedades. Unos cincuenta supervivientes, líderes mundiales y representantes de más de 50 países honraron ayer a las víctimas del Holocausto, en un acto en que sobrevoló un mensaje de advertencia sobre el peligro de banalizar barbaries como la allí ocurrida y el resurgir de ideologías de extrema derecha, racistas, xenófobas, antisemitas y llenas de odio.
El aniversario de la liberación de Auschwitz llega en un momento en que ideologías similares a aquellas que perpetraron horrores como los vividos en ese campo van ganando terreno, desde EE.UU. hasta numerosos países europeos. La extrema derecha alemana y austriaca ha ninguneado sin el menor rubor el aniversario de Auschwitz. Ha habido líderes ultraderechistas europeos, como Jean-Marie Le Pen en su día, que llegaron a reducir las cámaras de gas y el Holocausto a un “detalle” de la historia.
El cambio de valores en las sociedades occidentales es una realidad. Alentada y espoleada por ideologías excluyentes, y con el apoyo de las empresas tecnológicas globales (Elon Musk pidió el sábado en un mitin de la ultraderechista Alternativa para Alemania un ejercicio de desmemoria y que los alemanes no piensen tanto en su pasado), parte de la población prefiere primar objetivos que satisfagan su prosperidad personal y dejar de lado, e incluso olvidar, valores como la solidaridad, la empatía, la memoria histórica y el recuerdo de tragedias y catástrofes de un pasado que contemplan como algo muy lejano y de las que solo se habla de paso en los libros escolares.
Es necesario mantener el recuerdo de la barbarie y el horror para evitar que la historia se repita
Diversas encuestas hechas públicas estos días coincidiendo con el aniversario de Auschwitz revelan el peligroso desconocimiento de muchos jóvenes europeos de lo que supuso aquella etapa de la historia. La mitad de los franceses menores de 30 años no ha oído hablar del Holocausto. Para otros, es simplemente un concepto que se estudia en los colegios y por eso llegan a comparar a Hitler con Napoleón. Es decir, es solo una página más en los libros de historia.
Desconocer e ignorar el pasado conduce a trivializarlo y banalizarlo. El reportaje que publicamos ayer sobre Auschwitz explicaba la cada vez mayor masificación de las visitas turísticas al campo, donde imperan las fotos frívolas, las selfies para colgar en las redes sociales, mientras el esfuerzo de los guías por explicar el horror, la barbarie, el genocidio que se vivió en aquellos barracones queda en un segundo plano.
Por eso, cuando cada vez son menos las voces que pueden explicar en primera persona qué supuso lo que vivieron en lugares como Auschwitz y tantos otros, es sumamente importante que ese recuerdo y esa memoria no se pierdan ni se olviden. Esos lugares deben seguir siendo un signo indeleble de la barbarie, de la deshumanización, de una ideología radical a la que hay que seguir combatiendo. Y hay que hacerlo porque partidos que trivializan y banalizan el Holocausto y la memoria histórica están cada vez más presentes en nuestras instituciones políticas, no solo en España, sino en numerosos países europeos, alcanzando cada vez mayores cotas de influencia. Si estas formaciones políticas llegan al poder –ya sucede en algún Estado de la UE–, corremos el riesgo de que la memoria histórica se vaya desvaneciendo y se acabe perdiendo definitivamente.
El riesgo de banalizar el Holocausto sobrevuela el 80.º aniversario de la liberación del campo
Es imprescindible mantener la lucha contra el olvido, las posverdades y las realidades alternativas que intentan ocultar y ningunear el horror que supuso una ideología política radical basada en la creencia en una supuesta superioridad moral y étnica que le daba la excusa perfecta para manipular a la ciudadanía y utilizar todos los medios, incluido el genocidio, para eliminar a los que consideraba inferiores o diferentes. Una práctica que, en mayor o menor medida, volvemos a ver hoy en varios lugares del mundo.
Es obligado echar la mirada atrás para mantener viva la historia y la memoria de un horror que nos enfrenta al rostro más despreciable e infame de la condición humana. Hay que recordar Auschwitz, el Holocausto y todas las barbaries vividas no solo para proteger nuestro pasado, sino, y quizá más importante, nuestro futuro. Y, para ello, la mejor herramienta debe ser una educación en pensamiento crítico que fomente la conciencia histórica y el respeto a la memoria para forjar sociedades democráticas. Recordar Auschwitz es recordar que la lucha contra el odio, el antisemitismo, el racismo y toda forma de intolerancia –religiosa, étnica o de género– es más necesaria que nunca y debe continuar.