El insulto como arte

FUTUROS IMPERFECTOS

El insulto como arte
Consejero editorial

No tengo claro que el insulto sea una de las bellas artes, pero no es menos cierto que existen personas con una capacidad para convertir un ataque personal en una figura retórica de cierto nivel. Claro que no todo el mundo tiene la misma capacidad dialéctica de George Bernard Shaw o de Oscar Wilde, personajes de palabra certera y de respuestas sarcásticas. De Shaw se cuenta que no soportaba a Winston Churchill, así que envió al primer ministro dos entradas para el estreno de una de sus obras teatrales, con una nota en la que le decía: “Para que venga con un amigo (si es que lo tiene)”. Churchill le respondió con otra misiva: “Me es imposible asistir la noche de la apertura, pero iré a la segunda (si es que la hay)”.

Esteban González Pons, Cuca Gamarra y Alberto Núñez Feijóo

Esteban González Pons, Cuca Gamarra y Alberto Núñez Feijóo

DANI DUCH

En nuestro país, cuesta encontrar gente tan sofisticada a la hora de insultar. Según un estudio de la Universidad de Nebrija, los tres insultos más usados por los españoles son, por este orden, gilipollas, imbécil y cabrón. Ni siquiera la política, donde el insulto está sobrevalorado, ofrece demasiados momentos de gloria a la retórica. Feijóo, que aterrizó como líder del PP con la frase “no vengo a insultar a Pedro Sánchez, sino a ganarle”, de momento solo le ha vencido en el número de improperios que le ha dedicado en el Congreso.

González Pons dedica improperios por escrito a Trump, y Feijóo le desautoriza

Un filósofo de la entidad del alemán Schopenhauer escribió un libro en el siglo XIX, que tituló El arte de insultar, que era un complemento de su obra El arte de tener razón. Se trata de un libro póstumo, que no se publicó hasta finales del siglo pasado. En él, Schopenhauer considera el insulto como un último recurso cuando todos los otros argumentos han fracasado.

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Esta larga introducción es para justificar los insultos del eurodiputado popular Esteban González Pons a Donald Trump, publicados en un artículo en Las Provincias. Pons le tachó de “ogro naranja” y de “macho de una manada de gorilas”. El presidente del PP le ha desautorizado, pero me parece que ante la catarata de improperios, disparates y animaladas que oímos a diario de Trump, se entiende que alguien del mundo conservador se permita un desahogo. Aunque solo sea para que pensemos que hay gente que no está dispuesta a tragar con todo.

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