¿Quiénes son los nuestros?

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¿Quiénes son los nuestros?
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El desorden generado por Trump ha conseguido que los europeos no sepamos quiénes son los nuestros. Estados Unidos ha pasado de ser nuestro aliado a abandonarnos a nuestra suerte, retirando tropas de Europa, exigiendo aranceles impagables y considerándonos unos ladrones que les hemos robado durante décadas. El loco del pelo rojo (y no me refiero a Vincent van Gogh) ha llegado a proclamar que la UE se fundó para perjudicar a Estados Unidos, tras recibir a este otro artista de la democracia que es el salvadoreño Nayib Bukele. Es lo que tiene leer poco y hablar mucho.

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Nayib Bukele con el presidente Trump en el despacho oval 

Kevin Lamarque / Reuters

Las autoridades europeas están siendo extremadamente prudentes con esos ataques por tierra, mar y aire de los discursos (y decisiones) del presidente norteamericano. Tienen la íntima sensación de que la música y el tiempo amansan las fieras. Pero lo que valía para el Tío Sam no vale para el Tío Trump. Veremos cómo acaba esa partida de ajedrez, cuando uno de los jugadores amenaza con dar un manotazo a las fichas antes de la siguiente jugada.

La UE equipa a sus funcionarios con móviles desechables cuando viajan a EE.UU.

Así que ya no sabemos quiénes son los nuestros. Lo había advertido Churchill cuando le dijo a un joven diputado que no mirara delante, donde tenía a la oposición, sino detrás, donde se sentaban sus correligionarios, que eran los más peligrosos. También lo avisó el ministro Pío Cabanillas, que, viendo cómo actuaban sus colegas franquistas, proclamó aquello de “todos al suelo, que vienen los nuestros”.

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Bruselas se fía tan poco de los estadounidenses que la Comisión está equipando con móviles desechables a todos los funcionarios que viajan a EE.UU por temor a ser objeto de espionaje, al tiempo que abogan por ordenadores simplificados, como ya es práctica habitual en sus viajes a Ucrania y a China. La obligación incluye también a los propios comisarios. John le Carré, diplomático y espía británico durante la guerra fría, antes de pasarse a la novela, ya dijo a las puertas de la invasión de Irak que Estados Unidos entra cada equis tiempo en uno de sus periodos de locura histórica que, a largo plazo, resultan un desastre que pagamos entre todos. Y así estamos, sin saber quiénes son de los nuestros y qué nos va a costar la fiesta del chivo.

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