Parece un fragmento de un cuento de Julio Cortázar: 29 de octubre del 2024, los barrancos están a punto de desbordarse. El número dos de Emergencias, Emilio Argüeso, avisa al Gobierno valenciano. “Jope, si necesitas algo nos dices”. Esa fue la respuesta de la vicepresidenta Susana Camarero. Eran las 16.11 h y la vicepresidenta no alteró su agenda. Murieron 228 personas. La filtración de su desidia no ha sido motivo para dimitir. Seguro que a ustedes, como a mí, la vergüenza y la culpabilidad les asfixiarían hasta el punto de no poder salir de casa. Pero esa señora sigue como si nada en el cargo. Cierto es que mientras no dimita el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, ella no renunciará.

El president Carlos Mazón
Ambos han preferido parapetarse tras los votos de Vox y resistir. Eso me recuerda al “Luis, sé fuerte” que le dijo Mariano Rajoy a Luis Bárcenas en pleno escándalo por la caja B del PP. Toda una cultura política de impunidad en la que, pese a los escándalos y los muertos, pese al bochorno, se aferran al cargo.
En los gobiernos del PP nacionales y regionales son habituales la soberbia y la impunidad
Hace unos meses les hablaba de la tesis del “gobierno humilde” articulada por el think tank finlandés Demos Helsinki: “Cuanto más complejo e incierto es el tema político, más útil es abordarlo desde la humildad”. En los gobiernos del PP nacionales y regionales son habituales la soberbia y la impunidad. Recuerden los bulos del 11-M o los “hilitos de plastilina” de Rajoy a propósito del naufragio del Prestige, causante del mayor desastre ecológico de la historia de España. No se disculpó y llegó a presidente del gobierno.
Es precisamente por esta cultura política que la exconsejera de Interior valenciana, Salomé Pradas, para excusar su negligencia ha alegado sin vergüenza que era una “ignorante en emergencias”. Una ignorancia que, sin embargo, no le impidió aceptar en su momento el encargo de Mazón de ser la máxima responsable de una cartera crítica en cualquier gobierno que se tome en serio su trabajo.
De un gobernante se espera liderazgo, responsabilidad, sentido común, humildad y saber escuchar. El Gobierno Mazón carecía y carece de estas cualidades. Pero allí sigue, convirtiéndose en un lastre cada día más pesado para Feijóo, incapaz de deshacerse de él. Los valencianos y los españoles deben tenerlo bien presente en el próximo ciclo electoral. Ya basta de impunidad.