Orson Wells proclamaba en Ciudadano Kane que al entrar en la redacción del Chronicle se había sentido como un niño ante una confitería y es posible que en mi caso hubiera experimentado una emoción parecida ante el escaparate de La Vanguardia, cuando en mi adolescencia veía de reojo a los periodistas entrar por la puerta giratoria, mientras contemplaba extasiado las fotografías de la semana expuestas en la calle Pelayo.

No eran los mejores tiempos para el periodismo, pero aun así no les iba mal a los periódicos, que empezaban a encontrar resquicios para contar lo que ocurría a pesar del férreo control del franquismo. Escribo eso mientras la profesión celebra el día mundial de la Libertad de Prensa, que coincide con un momento muy difícil no solo para ejercer el periodismo, sino para defender la verdad. En el 2024 fueron asesinados 124 informadores (el 70% en la franja de Gaza) y 361 resultaron encarcelados. Los países con más periodistas en prisión son China (50), Israel (43), Birmania (35), Bielorrusia (31) y Rusia (30). La principal razón de estas detenciones son sus opiniones políticas.
En el 2024 fueron asesinados 124 periodistas y otros 361 fueron encarcelados
Hegel decía que el diario de la mañana era la oración del hombre contemporáneo. Eso que valía en el siglo XIX resulta válido en nuestros días, aunque los soportes de la información se hayan diversificado. Pero el periodismo está seriamente amenazado, no solo por los estados, sino también por la precariedad. Doscientos años después de que un presidente de EE.UU. como Thomas Jefferson dijera que prefería tener una prensa sin gobierno, que un gobierno sin prensa, ha aparecido Donald Trump despreciando a la prensa libre, poniéndole cortapisas y llenando el universo de mentiras.
La democracia y el periodismo comparten su afán por conocer la verdad y hacer del mundo un lugar mejor. El periodismo no es solo una técnica de comunicar, resulta también una ética y una estética para transmitir unos valores basados en el respeto, la tolerancia y el rigor. Eugenio Scalfari, fundador de La Repubblica , definió al periodista como la gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente. Pero también es el arte de decir la verdad, la más auténtica de las bellas artes.