No todo va a ser fútbol.
El pasado viernes tenía lugar otra gran fiesta. Fue una celebración esplendorosa. Solemne, pero alegre a la vez, cuentan las crónicas. De una gran vivacidad y frescura. De un nervio y brío poco habituales. ¿No? Bueno, quizás no fuera para tanto.
Los europeos celebrábamos el Día de Europa, es decir, la conmemoración de la declaración de Robert Schumann el 9 de mayo de 1950, una propuesta que se considera el embrión de la actual Unión Europea. Schumann, entonces ministro de Exteriores francés, abogaba por un acuerdo francoalemán en torno a la producción del carbón y el acero que abriera una etapa de entendimiento tras décadas de peleas y guerras. La CECA, la primera de una serie de instituciones de carácter supranacional a nivel continental, nacería dos años después.
El 9 de mayo celebramos el Día de Europa: cuentas de instituciones y partidos logran situar la etiqueta como tendencia en redes, pero no hay ningún debate real
Esta es la historia. Y esta es la historia que vale la pena rememorar cada vez que tiene lugar la mencionada efeméride —este viernes con más razón: se cumplían 75 años exactos—. Especialmente si de verdad nos creemos que la Unión Europea ha sido una buena idea para nuestra prosperidad colectiva. Pero... ¿Es el relato que llega? ¿Los ciudadanos se lo creen realmente? ¿O es un discurso reservado a la oficialidad, sin ningún arraigo con la gente de a pie?
Una respuesta rápida a estas preguntas sería que no. Que celebrar Europa no suscita grandes pasiones. O que, en todo caso, cada vez menos. No es ningún secreto que el euroescepticismo aumenta en todo el continente y que, en apariencia, resulta ser más alto entre los más jóvenes. Así lo indican no solo las encuestas, sino los resultados electorales. Puede que España sea una isla europeísta, especialmente si se compara con los vecinos del norte, pero que nadie se engañe: no es ajena al ambiente general.

Decenas de personas durante la concentración en defensa de Europa y la democracia, en la Plaza de Callao, en Madrid
Así pues, las redes, cuna de todas las batallas políticas y sociales, deberían ser el reflejo de estas querencias. El viernes cabía esperar entonces más bien poco entusiasmo en torno al aniversario y algún que otro eurófobo haciendo de las suyas. Pero salta la sorpresa: la etiqueta #DiaDeEuropa se cuela entre las tendencias en un puesto destacado. ¿Reivindicación europea? ¿El pueblo digital siente su identidad colectiva y lo expresa con júbilo?
Pues más bien no. Y tampoco, afortunadamente, son los extremistas —que los hay, también a la izquierda— los que copan el hashtag lanzando pestes del proyecto europeo. Lo que ocurre es sencillo de entender: un tropel de cuentas oficiales mueven sus mensajes, igualmente oficiales, de celebración del Día de Europa. En un acuerdo tácito, todas las instituciones, partidos y dirigentes políticos habidos y por haber —menos los sospechosos habituales, claro— nos felicitan a los ciudadanos. No faltan a la cita los ministerios, los sindicatos, las embajadas de los países vecinos, la Biblioteca Nacional, el CSIC, los gobiernos y parlamentos autonómicos, las juventudes de los partidos, ayuntamientos, asociaciones, entidades o oenegés... Alguna empresa privada, más espabilada, aprovecha la etiqueta para vender algún asunto propio y vincularlo a un fuerte y sincero europeísmo. Si cuela, cuela.
Entre todos, lo hemos logrado. ¡Lo estamos celebrando! ¡Europa vive! Es verdad que la conversación no dice absolutamente nada: no hay debate real. No se habla ni de pros ni de contras. Ni de la Europa que nos gusta, ni de la que nos disgusta, ni de la que nos gustaría. La sensación que queda es que esta vez sí, X funciona como espejo. La oficialidad ha logrado crear un efecto de celebración, pero en las cuentas particulares, ni fu ni fa.
Exactamente lo que ocurre en las plazas de los municipios: los políticos conmemoran Europa, los medios lo recogemos. Es un día importante, insistimos. Pero no parece que los ciudadanos estén realmente implicados. No se les ve en las fotos ni tras las pancartas. No es un día de ondear banderas europeas. Europa no está en la conversación más allá de lo oficial, que se esfuerza en organizar actos y homenajes. Abrir una reflexión sobre los porqués de esta distancia no estaría mal. O debatir de verdad sobre identidades y burocracias. O también podemos festejar, en un ejercicio de ceguera autocomplaciente, que hemos colocado el hashtag muy arriba.