Hombres que dejan huella

En la época de los y, sobre todo, las influencers, la mayoría sinsustancias centradas en paparruchadas, yo me declaro claramente influenciable, pero no por esos creadores de contenido en las redes, como ahora quieren ser conocidos, sino por quienes considero auténticos referentes.

La elección del papa León XIV y esa mezcla entre misionero, prior de los agustinos y hombre pragmático con los asuntos de la curia y las tradiciones vaticanas me ha impactado notablemente. Tanto, que intento buscar en mi interior esa fe cristiana que perdí y que, ahora, trato de reverdecer aunque solo sea para tranquilizar mi espíritu. Y, otra cosa, me extraña que nadie haya destacado aún la elegancia de Robert Prevost en todas y cada una de las imágenes que se han visto en los últimos días, sobre todo las captadas en Perú.

Otro que también ha influido en mis nuevas meditaciones ha sido el recientemente fallecido Pepe Mujica (de quien mi vecino de columna Llàtzer Moix hace una elegía precisa a la derecha de esta página). El buen hombre, la verdad es que elegante no era, pero sus reflexiones sobre cómo aprovechar la vida, ser bueno, dar ejemplo, dejar huella, aunque eso fuera lo de menos para él y, sobre todo, cómo desprenderse de lo material me tienen dándole vueltas a la cabeza.

‘Pepe’ Mujica y su compañera de vida personal y política, Lucía Topolansky

 

PABLO PORCIUNCULA / AFP

Una vez cubiertas las necesidades básicas, la sociedad de consumo nos atrapa de tal manera que resulta una heroicidad escaparse del efecto excitante que supone eso que llaman darse un capricho, te lo merezcas o no, y todo cuesta dinero. De modo que ya va siendo hora de que los propósitos de simplificarnos la vida no se diluyan frente a un esca­parate.

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Justo después de dejar la presidencia de Uruguay, Pepe Mujica recibió en su casa (con denominación de origen chacra), ubicada a las afueras de Montevideo, al recién abdicado rey Juan Carlos, a quien en aquel 2015 aún le enviaban por el mundo a representar a España. Lo hizo en aquella ocasión para asistir a la toma de posesión del nuevo presidente de Uruguay Tabaré Vázquez, que sucedió a Mujica, a quien, tras la ceremonia de investidura, fue a visitar a su casa.

Bajo una higuera, sentados en unos bancos adornados con chapas de colores recicladas, el viejo expresidente frente al viejo rey (casi coetáneos, uno nació en 1935, y el otro, en 1938) le soltó: “Dicen que soy un presidente pobre, pero pobres son los que precisan mucho...”. Juan Carlos le rio la gracia, y Mujica apostilló: “Cada cual tiene sus manías...”. Nunca mejor dicho.

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