La semana pasada, desde mi piso del Raval, vi como dos chicos que habían ocupado un apartamento enfrente intentaban huir. Era un primer piso, que tenía una ventana rota desde hacía tiempo y la puerta de acceso tapiada. Entraron por el balcón y, una vez dentro, manipulando una tubería, acabaron inundando los bajos. El incidente desató llamadas de vecinos y la llegada de varios agentes de la Guardia Urbana. Uno de los chicos fue detenido cuando intentaba escapar por el balcón. El otro, no.
Pese a lo que digan algunas voces, la ocupación de un piso siempre suscita preocupación entre los vecinos. Somos muchos los que hemos tenido problemas en nuestras fincas por ocupaciones que han ocasionado conflictos graves, que han durado semanas o meses. Y que hemos sentido impotencia cuando, al denunciar, las fuerzas policiales han dicho que no podían hacer nada. La mayoría de los vecinos queremos que la policía actúe, sin esperar a averiguar si los recién llegados serán conflictivos o no. Y esto es lo que hicieron la semana pasada. La ocupación duró solo unas horas.

Sin embargo, al ver al chico detenido, muy joven, es inevitable pensar qué será de él. La sensación de que la cantidad de personas que viven en precariedad va cada vez a más hace difícil imaginar cómo ofrecer una solución razonable a este problema, que no es solo de vivienda.
La cantidad de personas que viven en la calle va en aumento y es un fenómeno visible en la mayoría de las ciudades de Europa. En todo tipo de barrios y entornos, desde el Eixample de Barcelona hasta el aeropuerto de Madrid o el centro de París. Gente durmiendo sobre cartones en cualquier zona un poco resguardada.
La cantidad de personas que viven en la calle va en aumento y es un fenómeno visible en la mayoría de las ciudades de Europa
Los motivos son muy diversos: desde situaciones económicas personales complejas (muchas veces después de una vida laboral convencional) a cuestiones relacionadas con la salud mental, dependencias, migraciones, delincuencia, etcétera.
Abordar este asunto es un reto ingente. Las causas superan a cualquier ayuntamiento o gobierno autonómico o incluso estatal. Los vecinos actuamos como si no lo viésemos. Desde la administración y los partidos despuntan las actitudes más lamentables, como discutir quién tiene la responsabilidad sobre las personas que duermen en Barajas o proponer dobles listas de empadronamiento para crear ciudadanos de primera y segunda categoría.
Conozco a una persona que, después de una vida exitosa, lleva varios años sin poder reubicarse laboralmente y ahora está a un paso de perder el piso de alquiler. Pronto podría ser uno de esos ciudadanos invisibles que viven en la calle.