¿Un genocidio en Gaza a micrófono abierto?

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¿Un genocidio en Gaza a micrófono abierto?
Redactor

“El genocidio solo está en tu cabeza. Sería el primer genocidio de la historia en el que la población aumenta”.

Ante afirmaciones como esta en X, que ponen en duda que el Estado de Israel esté cometiendo este delito en Gaza, Omer Bartov, historiador judío considerado un experto en el campo de la investigación de genocidios, respondería que copia la “lógica del genocida”. “Como cuando dices: no paro de matar cucarachas y cada vez hay más”, añadiría.

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Un niño palestino observa los escombros de casas en Khan Younis, en Gaza, después de un ataque aéreo israelí. 

Abdel Kareem Hana / Ap-LaPresse

De hecho, Bartov, hasta hace unas semanas, defendía –con más respeto– que Netanyahu no cometía genocidio. El 10 de noviembre del 2023, un mes después de aquella atroz masacre terrorista de Hamas, el historiador admitía como mucho “crímenes de guerra” en un artículo en The New York Times. Se desdijo el 13 de agosto del 2024 en otro texto en The Guardian: “Ya no lo creo. (...) Desde el ataque de las FDI [Fuerzas de Defensa de Israel] a Rafah el 6 de mayo del 2024, ya no era posible negar que Israel estaba involucrado en crímenes de guerra sistemáticos, crímenes contra la humanidad y acciones genocidas”.

Mientras en las redes ha ido disminuyendo con el tiempo la defensa de que no se están cometiendo crímenes de guerra, Bartov también ha ido constatando una retórica de miembros del Gobierno israelí que ha sido denunciada como prueba de voluntad de incitar al genocidio en Gaza.

Ni las cifras de muertos, ni todos los hospitales destruidos totalmente o de manera parcial, ni el hambre, ni toda la devastación física bastan para que los que defienden la posición del Estado de Israel admitan un genocidio. Alegan, entre otros argumentos, que se trata de una operación para proteger la seguridad nacional frente a Hamas, una organización terrorista que promueve por escrito la eliminación de Israel, y que en las guerras hay consecuencias no deseadas –lo que antes se conocía como “efectos colaterales”–. Y, sobre todo, que no se puede hablar de genocidio porque ciertamente, desde un punto de vista legal, para establecer un patrón hay que demostrar la intención. Así lo marca la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de la ONU, de 1948.

Pero esa intención puede ser probada mediante numerosas declaraciones públicas. La más clara, la del ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, de unos días antes de aquel segundo escrito de Bartov: “”En la realidad mundial actual es imposible hacer la guerra: nadie en el mundo nos dejaría matar de hambre y sed a dos millones de ciudadanos, aunque sea justo y moral hasta que nos devuelvan a nuestros rehenes”.

La ONU alertaba el martes de que 14.000 bebés podrían morir en Gaza en las próximas 48 horas si no llega ayuda humanitaria. En su bloqueo –especialmente el de los tres últimos meses, que Netanyahu se ha visto obligado a abrir mínimamente porque, en palabras suyas, a EE.UU. le molesta las imágenes de “hambruna masiva” en Gaza– se ha visto intención de provocar la muerte por hambre y sed de la población civil gazatí. Es uno de los cinco supuestos que la convención de la ONU recoge para considerar que hay genocidio: “Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial”. Los expertos creen también que se cumplen otros dos puntos: “Matanza de miembros del grupo” y “Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo”. Para que sea calificado de genocidio basta con que se cumpla uno de ellos.

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Del dicho al hecho hay un trecho, pero hay decenas de citas como esta en radios, vídeos, teles o redes. De políticos y militares israelíes. Cuatro ejemplos:

Isaac Herzog, presidente de Israel: “Es una nación entera la que es responsable. No es cierta esta retórica sobre los civiles no conscientes, no implicados”.

Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas: “No hay medias tintas. [Las ciudades de Gaza de] Rafah, Deir al Balah, Nuseirat: aniquilación total”.

Teniente Coronel Oren,  comandante del 74.º batallón de la 188.ª Brigada: “Tenemos que asegurarnos de que siempre que las FDI se encuentren en Gaza haya destrucción.  Allí donde estaba el 74.º batallón, ocurrió, te lo puedo garantizar. Destrucción ni más ni menos. En cada lugar donde estábamos, solo quedaba arena y casas en el suelo. Porque en todos los hogares, desgraciadamente, supe que en Gaza no hay inocentes”.

Nissim Vaturi, vicepresidente del Parlamento israelí: “Son escoria, subhumanos, nadie en el mundo los quiere. Los niños y las mujeres tienen que ser separados, y los adultos, eliminados”.

Algunas de estas declaraciones aparecen en el informe de 300 páginas de Amnistía Internacional, que recogía 22 manifestaciones realizadas hasta el 30 de junio de 2024 que, a su juicio, incitaban al genocidio. Algunas incluso del propio Netanyahu. Pero también hay otras posteriores. Son públicas, a micrófono abierto, y suficientemente alejadas del atentado del 7 de octubre de 2023 como para dejar de justificar que los llamamientos interpretados como apelaciones al genocidio se hicieron “en caliente”.

“El genocidio mejor documentado de toda la historia y, al mismo tiempo, el más negado”, se queja @NoaGresiva. Si las cifras y las imágenes de destrucción solo sirven para afirmar que “el genocidio solo está en tu cabeza”, quizá sí que valgan estas declaraciones que hablan sin tapujos de liquidar a la población de Gaza.

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