¿Quién te cuidará?

Le preguntaba uno de sus hijos a un buen amigo: “Papá, cuando te hagas mayor, ¿quién te cuidará?”; a lo que este replicó sin pensárselo demasiado: “Mis ahorros”. Hay muchos escenarios posibles en los que esta pregunta se puede formular de otra manera. Uno puede recibir un montón de respuestas distintas. Todas, probablemente, intentan estar en lo cierto. Pero la hora de la verdad se revela siempre en los capítulos finales.

Dos ancianos, en una residencia para personas de la tercera edad en Barcelona

 

Àlex Garcia

Lo que sí sabemos es que confiar en que sea el Estado quien deba cuidarnos es algo bastante inocente porque todos queremos prestaciones de oro con presupuestos de plata. Europa es un parque temático de prestaciones y deseos que todo el mundo expresa y nadie quiere pagar. Ni con trabajo duro ni con productividad de verdad. Miren a Asia y verán a quién pertenece el ­futuro.

Cuando uno se acerca a un momento vulnerable, debemos ir al lugar que hemos preparado para buscar cobijo

¿Debe cuidarnos el Estado? ¿La familia? ¿Los amigos? ¿Una residencia? ¿Una orden caritativa que nos acoja? Todos tenemos el derecho y, sobre todo, el deber de intentar estar preparados. Hay apagones que sí son absolutamente inevitables, cuando las facultades físicas y/o mentales declinan. Ni la biología ni el tiempo negocian con nuestros deseos.

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Jordi Nadal
Illustration showing the early 19th century German inventor, Karl von Drais riding his Velocipede (Hobby Horse) bicycle. 1840. (Photo by: Universal History Archive/Universal Images Group via Getty Images

Cuando uno se acerca a un momento vulnerable, debemos ir al lugar que hemos preparado para buscar cobijo. Esto es algo que todos deseamos, pero no siempre está a nuestro alcance y no siempre a nuestro gusto. En la fábula de los tres cerditos, solo uno construye una casa sólida. Dos de los tres hermanos son vulnerables al lobo.

Luchar por las prestaciones es deber de un país que gobierna bien. Gobernar bien no es hacer una lista de deseos como las cartas a los Reyes Magos. El secreto para que un niño reciba una bicicleta de regalo es poder ir a comprarla.

Las prestaciones son algo que reciben las personas en función de muchas variables: la riqueza de su país, las posibilidades de que uno haya ahorrado, el entorno de la persona que necesitará ayuda… ¿Debemos cuidarnos a solas, como rezaría la versión darwinista más dura? ¿Debemos fiarlo todo a quienes se supone que nos cuidarán? Si quieres sombra en la vejez, hay que plantar árboles cuando eres ­joven.

No hay vejez digna sin recursos, sean materiales o espirituales. En la vulnerabilidad, se necesita apoyo. Nadie debería esperar a encontrarse con sorpresas amargas. Cuando uno está solo y se dice: “Se lo hemos dado todo y mira dónde estamos…”, algo no ha salido bien. Decía Gabriel García Márquez que “el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”. Por eso, la familia, los amigos, los ahorros y la lectura deberían acompañarnos.

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